Sportweek entrevista a Paolo Maldini

Los viajes en el tiempo, entre un recuerdo todavía vivo y una emoción que parecía suspendida, son muy particulares, íntimos. El viaje en la historia del Milan, que festeja sus 120 años de su fundación, merece un guía particular: un hombre que siempre ha transmitido esos valores que realmente son reconocidos como simbólicos de la entidad rossonera.

Paolo Maldini fue un excepcional campeón, actualmente dirigente del club y su familia respira el Milan desde 1954. No existe en el mundo una historia similar a la que une la dinastía Maldini y la inmensa historia rossonera.

Paolo, ¿cuándo tuviste la percepción de lo que era el Milan?

“Recuerdo un partido en Milanello con mi hermano Alessandro: uno contra uno en todo el campo, éramos pequeños. Luego una fiesta de Navidad con mi padre. Y la prueba, claro. Yo nunca le pregunté a mi padre lo que representaba el Milan para él ni tampoco lo he hecho a mis hijos: mejor entenderlo, que madure la idea”.

Cesare y tú teníais el gusto por la jugada. Un adn similar al universalmente reconocido por el Milan

“Sí. Desde siempre el Milan es reconocido como equipo técnico, que quiere proponer un fútbol de calidad. Y vale también para la cantera. Son cosas presentes en nuestro adn más de lo que se piensa”.

¿Cuánto de profunda es la responsabilidad de ser un Maldini dentro del Milan?

“Es difícil de explicar. Pero puede bastar este ejemplo: cuando empiezas a jugar en Milanello, todos me llamaban Cesare, cuando empezó Cristian le llamaban Paolo. Así aparece el camino de mi familia, los recuerdos que se van quedando”.

¿Cuánto es difícil ser el padre de Daniel siendo directivo?

“Es difícil para el resto entender algo así. Pero es muy simple para quien lo ha vivido siempre con honestidad intelectual. Alguno ve siempre el mismo conflicto de intereses que viví en mi debut… Pero hay un fuerte componente emocional: pero no es un problema, sino un orgullo”.

En Manchester tras levantar la Champions, eras el capitán justo 40 años después de Cesare, ¿pensaste en él?

“Claro. Sabía que estaba ahí. Era una historia realmente bella de contar y de vivir. En días anteriores lo pensé y luego sucedió realmente. Todas las palabras que contiene Milan incluyen la palabra Maldini. Quizás no es casualidad, yo veo un gran significado”.

¿Cual es el primer significado que te dio Cesare y el último que le has dado a tu hijo Daniel?

“Son consejos más unidos a la vida que al fútbol. Mi padre me dijo que fuera responsable y nunca buscara excusas. A Daniel le expliqué hace meses que las ocasiones llegan de manera improvisada y que deben ser aprovechadas porque quizás no vuelvan. E ignoraba que fuera convocado a la lista del primer equipo”.

¿Cual es el hilo que une los 60 años del apellido Maldini?

“La pasión por el fútbol y por el Milan. Una pasión espontánea y natural, algo nada inculcado. Mi padre me dejó elegir si hacer la prueba en el Milan o en el Inter, si estar en la puerta o fuera. Y de la misma manera nunca he forzado a Cristian y Daniel en jugar o animar al Milan”.

¿Está preparado en la historia del Milan? ¿Si digo Kilpin?

“Esto es fácil: el fundador. Pondremos su nombre en Casa Milan el 16 de diciembre”.

En la época de las aplicaciones y de la búsqueda constante en Internet, ¿cuanto es importante el culto a la memoria?

“Algo fundamental. El fútbol y el deporte por suerte tienen un camino interior bastante particular. Me refiero a la hinchada, no solo a los jugadores. Las experiencias en vivo, los viajes, los sufrimientos, el frío del estadio son cosas que se quedan dentro”.

“El partido se disputa ante cualquier espectador. Luego las imágenes son preciosas porque de una discusión en la mesa puede nacer una búsqueda en internet para revisar un gol o una jugada”.

“Ahora no te hace falta memorizar nada, porque todo lo tienes en la mano, pero el culto a la memoria sigue siendo un gran valor. Es lo que hacía al inicio el Novecento, algo conservado y recuperado. El Milan nace de una idea revolucionaria para esos tiempos”.

¿Tres valores únicos en el Milan?

“La pasión, la elegancia. Y la ambición: hemos tenido duras caídas pero siempre nos hemos levantado a lo más alto aunque se deben considerar las diferentes épocas. En los tiempos de Berlusconi era más fácil ascender: había una estructura del club importante y menor competencia”.

“Ahora todos los equipos ingleses y muchos otros en Europa pueden permitir invertir cifras importantes en el mercado”.

El ciclo de los suecos, el de los holandeses, algunos brasileños de gran calidad. ¿Uno de los secretos es la capacidad de absorber también la cultura de quien llegaba al Milan?

“Cierto. Ahora puede parecer un aspecto banal porque el mundo está globalizado, pero antes no era así. No me olvido de Weah, que ahora es el Presidente de Liberia”.

¿Cual es el sentido de pertenencia?

“Un valor añadido. Y quizás crearlo en el periodo de oro, pero quien pasa por el Milan siempre trae algo. Lo veo cuando muchos ex-jugadores vienen a la oficina solo por el gusto por tomar un café y charlar”.

¿En Milanello se respira la historia?

“Siempre he tenido la percepción que en Milanello se respiraba la misma atmósfera que San Siro o en los grandes estadios europeos. Quizás es un centro deportivo que necesita de mayores espacios y una estructura más amplia, pero sigue siendo único porque es realmente una casa”.

“Y en todos los futuros proyectos de modernización nunca se genera la idea de cambiar como los centros a la vanguardia que no consiguen transmitir esos ideales”.

¿Sueles hacer una visita por el museo?

“Sí, los objetos que más me gustan son los Balones de Oro y algunas camisetas de época de la historia rossonera. En casa no tengo nada. Solo tenía una camiseta de la final de Manchester, que aparte está rota porque Tacchinardi me la tiró a un córner”.

“Hice que la firmaran los compañeros porque creía que era mi última final de Champions. Pero llegué a jugar otras dos. Y no sé donde está esa camiseta”.

¿Con qué milanista con el que no estuviste en el vestuario te hubiera gustado jugar?

“Con Rivera hubiera sido fantástico. Pero lo vivió mi padre y entonces eso está bien”.

Pasan los jugadores, los entrenadores, los presidentes, pero resta el club. ¿Cuantas veces te diste cuenta de que realmente es así?

“Muchas veces y es justo que sea así. En la familia nos cuesta alejarnos del mundo Milan, pero estoy totalmente convencido que nada está por encima del club: tampoco los propietarios ni los presidentes. Siempre se lo digo a los jugadores”.

¿Qué genero literario elegirías para contar la historia rossonera?

“Uno no basta. Ha pasado de todo: emociones, etapas difíciles, momentos dignos de un thriller, recuerdos históricos, pasiones, historias humanas fantásticas. Nunca nos ha faltado de nada”.

¿Cómo imagina al Milan dentro de 120 años?

“Sueño con un fútbol lleno de emociones. Unos valores que nunca pasarán de moda, porque son la base de las victorias de estos primeros 120 años y serán la base de los futuros. En los momentos difíciles aparece el valor de los hombres, todavía más de los jugadores”.

¿Cómo se imagina el Milan dentro de pocos años?

“Para cambiar las cosas debes hacer un programa a corto plazo. Pero hay que tener la ambición de tomar el tren que pasa y acelerar. Porque de no ser así, no hubiéramos ganado el scudetto con Zaccheroni y un par de Champions”.

“Debemos saltar el tren, porque ahora se está cómodo y de manera improvisada te encuentras al nivel de los demás, si no mejor. Por tanto no trabajamos para meter los fundamentos, pero estamos listos para dar un gran salto”.

Si Sportweek llegara al Paraíso, ¿qué dirán Rocco, Liedholm y su padre leyendo esta entrevista?

En esta ocasión Paolo no responde al vuelo. Sonríe y se queda en silencio algunos segundos antes de hablar: “Creo que pensando en el Milan se abriría una sonrisa y lo mismo deberían hacer los hinchas rossoneros volviendo con la mente a tres personas tan especiales. Nos regalaron orgullo y diversión: el espacio de vida de un deportista”.