Cada equipo tiene su adn y ahí, en esas minúsculas partículas, está escrito el destino, con el Milan que tiene la vocación internacional escrita en sus células. Vinieron al mundo hace 120 años por voluntad de un grupo de hombres de negocios ingleses, gente habituada a mirar más allá de los confines de Italia, siempre consideraron Europa como el principal campo de batalla.
Y no es casualidad que gran parte de los trofeos que está en la sala de exposiciones del Diavolo se hayan conseguido fuera: 7 Copas de Campeones, 4 Intercontinentales, 5 Supercopas Europeas, 2 Recopas de Europa, 2 Copas Latinas, hasta una Copa Mitropa.
Siempre han mostrado un estilo más continental que nacional, por tanto su manera de jugar también fue adecuado. En 1963 el Milan fue el primer club italiano en levantar la Copa de Europa y en Italia siguen siendo los que más veces han levantado ese trofeo.
El destino estaba segurametne escrito en las declaraciones del fundador Helbert Kilpin: “Seremos un equipo de diablos. Nuestros colores serán el rojo como el fuego y el negro como el miedo que meteremos a nuestros rivales”. El Diavolo con esa frase conquistaron el mundo.
1961-1973, la época de Nereo Rocco
Cuatro son las épocas ganadoras de los rossoneri tras la guerra: la de Nereo Rocco, la de Arrigo Sacchi, la de Fabio Capello y la de Carlo Ancelotti. El Milan se distinguió por su calidad ofensiva del juego. En los primero año sesenta, hubo una polémica que no era solo cuestión de geometría: se discutía si el equipo debía estar veinte metros más arriba o más abajo.
El Inter de Armando Picchi optó por la solución más defensiva, fiel a su idea del catenaccio, mientras que el Milan de Rivera eligió la ofensiva. La historia del Diavolo se caracteriza además por finos pies de Schiaffino a Liedholm, de Dino Sani a Gunnar Gren al que todos llamaban el Profesor.
Los rossoneri ganaron incluso aprovechando el catenaccio, no faltaría más, pero no era esa la cifra que los caracterizaba. En Wembley, en la final de la Copa de Europa de 1963, los hombres de Rocco dominaron al Benfica de Eusebio (actuales ganadores) y en 1969 hicieron lo propio ante el Ajax del joven Cruijff.
Aquellos que acusaban a Rocco de ser demasiado defensivo, debería considerar que en ese equipo solo había dos encontristas (Trapattoni y Lodetti).
1987-1991, la época de Arrigo Sacchi
Veinte años más tarde fue la era de Arrigo al cual Berlusconi le dio la orden de ganar en Italia, Europa y el mundo a través del buen juego. Sacchi impuso su idea, dictó las reglas de la presión y todavía hoy, cuando se habla de ese Milan, se humedecen los ojos por aquella maravilla.
La FIFA le puso el título de mejor club del siglo. Había un hilo invisible que unía a Gullit, Van Basten, Baresi, Donadoni, Ancelotti y Rijkaard: era el juego. Mirabas a ese Milan y te parecía estar viendo un videojuego: cada acción se ejecutaba a la perfección, en total sincronía, algo que funcionaba a las mil maravillas.
Los triunfos en Europa ante el Steaua primero y luego contra el Benfica, a nivel internacional contra el Nacional de Medellín y Asunción, tantas Supercopas de Europa ganadas, aparte del scudetto de 1988, son auténticas joyas del pasado.
1991-1996, la era de Fabio Capello
Fabio Capello recibió la herencia de Sacchi: el equipo necesitaba ahora un periodo de normalización. Capello fue inteligente en no romperlo todo y tuvo la sabiduría de no exprimir todavía más a los jugadores. Ganó más en Italia que en Europa: una sola Champions, pero qué victoria!
Un impresionante 4-0 ante el gran Barcelona guiado por Cruijff en 1994: espectáculo puro, con un Savicevic en estilo Houdini. Y, otra cosa a no olvidar, su Milan fue imbatido en 58 partidos consecutivos: una señal de continuidad y de fuerza que, combinado con la gran calidad individual, hicieron un equipo de hielo.
Superar el 4-4-2 de Capello era prácticamente imposible y, cuando atacaban, esos diablos eran incontenibles.
2001-2009, la era de Carlo Ancelotti
El sentido de ese periodo está en el título de su autobiografía que Ancelotti escribió en 2009: “Prefiero las copas”. Tres finales de Champions, de 2003 a 2009, dos ganadas y una perdida en la terrible noche de Estambul en 2005.
Luego un scudetto (2004) y un juego que encantó por armonía y belleza: Pirlo inventado como regista, muchos pies bueno en medio del campo (Seedorf, Rui Costa, Kakà) y el solo Gattuso para recuperar balones.
También en términos de módulos, ese Milan fue innovador: nació el 4-3-2-1, es decir, el árbol de Navidad. Y es donde volvemos al punto de inicio: el juego ofensivo y la vocación internacional como pilar donde nació el castillo.
LA CARTA DE ARRIGO SACCHI
El Milan nació hace 120 años, los rossoneri han vivido momentos buenos y también malos en su larga historia, como sucede en la vida cada día. Yo tuve la fortuna de llegar en el mejor momento de todos. Silvio Berlusconi acababa de comprar hace poco el club, tenía grandes proyectos.
No concebía nada que no fuera grande, decía: “Debemos ser el mejor equipo del mundo”. Hacía veinte años que el Milan no ganaba en Europa y el scudetto desde hace nueve, pero para Berlusconi Italia era algo demasiado pequeño.
El inicio en cambio no fue enseguida tan ganador. Puso a Galliani, hombre de confianza, ex-vicepresidente del Monza en organizar lo mejor para el club. Fichó a cinco internacionales italianos: Giovanni Galli, Massaro, Bonetti, Galderisi y Donadoni, donde fueron presentados en el primer partido de Copa de Italia en San Siro.
El rival era el Parma, recién ganador de la Serie C que también en B presentaban un equipo de chavales. Yo era el entrenador, ganamos 1-0 con mérito, con el gol del joven Fontolan. Berlusconi vino a verme: “Os seguiré”. En la liga de B luchábamos con los primeros.
Otro sorteo de Copa de Italia y de nuevo contra el club rossonero, de nuevo les ganamos por 0-1 en San Siro. Luego empatamos en Parma y eliminamos al Milan. En liga ellos eran quintos y empezaron las primeras críticas a la presidencia: nada de su eminencia sino su perdedor.
Berlusconi me fichó. Firmé el contrato en blanco, quería algo de su coraje. Fichar a uno desconocido: “O eres un genio o estás loco”, dijeron. Adriano como gran dirigente escribió en el contrato una cifra inferior a la que ganaba en el Parma. El dinero no era importante para mí, el objetivo era el buen juego.
Tuve suerte de entrar en un gran club con un presidente que comprendió lo importante que era jugar para ganar con un fútbol de dominio y belleza. Decía: “Ganar, convencer y divertir”. Estábamos en total sintonía. Sin Berlusconi y Galliani nunca podría haber hecho lo que hice.
Nunca podría haber sido un gran equipo si no existe un club con grandes intuiciones y competente. El club viene antes del equipo como esto viene antes de cualquier persona. Fichamos y confirmamos personas de carácter, llenas de entusiasmo, confiables.
Luego revisamos las características técnicas y tácticas que estuvieran en sintonía con mis ideas de juego. Decía el dramaturgo Bertolt Brecht: “Sin guión solo hay espacio para la improvisación y de la rutina”.
Formamos un grupo duro e inteligente, crecimos y mejoramos todos juntos. Recibimos reconocimientos individuales nunca tenidos antes. Las alegrías y satisfacciones y la manera de ganar fueron más allá de nuestros sueños pero también más allá de las del Presidente, algo nada fácil.
World Soccer, France Football, So Foot y también la UEFA indicaron al Milan en 1989 como el mejor equipo de la historia. Luego el club siguió poniendo éxitos bajo el mando de buenos entrenadores como Capello, Ancelotti, Zaccheroni y Allegri.
Espero que la nueva propiedad pueda devolver al Milan al nivel que le compete. Confío en Paolo Maldini y Zvone Boban. Os deseo todo lo mejor mi querido y viejo Milan, aparte, doy las graias a los hinchas rossoneros que siempre nos apoyaron y les invito a que lo sigan haciendo igualmente con este Milan.
Nota de Smoje: el especial de los 120 años no se queda aquí, ya que todavía me restan unos cuantos artículos para el resto de la semana…