EL SHOW DE RIJKAARD
1990 fue el año del segundo triplete euromundial del Milan de Arrigo Sacchi. Los rossoneri ganaron por segundo año consecutivo, Copa de Campeones, Supercopa de Europa y Copa Intercontinental. Con estas victorias, el Milan entró de manera definitiva en la leyenda del fútbol, pero fue el último cartucho de Sacchi.
El equipo, fuera de Italia, era temido, respetado aparte de ser el más fuerte. Y ahí lo pensó Frank Rijkaard. Si el año antes la escena se lo compartieron Gullit, Van Basten y Evani con los goles ante Steaua, Barcelona y Atlético de Medellín, en 1990 es el comodín tan deseado por Sacchi al puesto de Claudio Borghi en entrar la escena.
El hombre de las finales que no te esperas, porque los focos estaban puestos sobre los otros dos tulipanes, que vestirán los trajes de actores secundarios, poniendo a Rijkaard en el centro de la escena. El primer tanto del “Hurón Frankie” llegó en Viena.
En la capital austriaca, sede del concierto de Año Nuevo más famoso del mundo, el Milan se presenta el 23 de mayo con su gran orquesta casi al completo, porque Roberto Donadoni debe descontar la última de las tres jornadas de sanción, donde Evani ocupó su lugar ante el Benfica.
El equipo de Eriksson es duro, pero a mitad del partido llega el momento clave: vertical de Costacurta para Van Basten que, con el rabillo del ojo, ve la subida sin balón de Rijkaard que se plantó solo ante Silvino batiéndolo por la derecha, 1-0 y Milan de nuevo Campeón de Europa.
Tras el Mundial italiano, el Milan se debe ver ante la Sampdoria en la Supercopa de Europa y ante el Olimpia de Asunción en la Intercontinental de Tokio. Ante los genoveses, tras el 1-1 en el Ferraris, el Milan tiene que jugar en casa en Bolonia, debido a las malas condiciones del césped de San Siro.
El partido lo desbloquea Gullit al final del primer tiempo, pero el tanto decisivo lo coloca Rijkaard con un remate seco y preciso a asistencia de Donadoni. Supercopa ganada y poco tiempo para festejar, porque 11 días después, el 9 de diciembre los rossoneri eran esperados en Japón para jugar ante los paraguayos de Asunción.
El partido de doce meses antes ante Nacional está en la mente de los rossoneri, pero el rival es bastante diferente. El equipo de Cubilla llega a Tokio tras eliminar en semifinales al equipo de Maturana e Higuita para luego ganar 3-1 ante el Barcelona de Guayaquil. Pero la diferencia entre los dos contendientes es claro.
Van Basten está en su día de gracia, pero es Rijkaard es el hombre del destino. Primero desbloquea el partido en el 44′ marcando de cabeza un gran centro de Gullit. Giovanni Stroppa firma el 2-0 aprovechando el rechace de Almedia sobre Van Basten.
Cuatro minutos después, el toque final: el Cisne de Utretch danza sobre el balón, salta de manera maravillosa a su rival y saca un tremendo remate que supera a Almeida, pero va contra el palo. El portero tarda en reaccionar y Rijkaard da el toque definitivo el rechace.
3-0 y sexto título internacional en dos años para el Milan que completa dos años extraordinarios que ningún otro club italiano e incapaces de igualar. Y así, la decisión de Sacchi de insistir por Rijkaard en verano de 1989 fue ampliamente premiado con goles en las tres finales de 1990.
Una puntuación impresionante que solamente Pippo Inzaghi en 2007, conseguirá igualarlo con la camiseta rossonera marcando ante el Liverpool en Atenas, el Sevilla en Supercopa de Europa y ante Boca en la final de los Mundiales de clubes.
EL FICHAJE DE RIJKAARD
La llegada de Rijkaard al Milan fue una auténtica telenovela de calciomercato. En verano de 1988 se abre la posibilidad de fichar a un tercer extranjero y Silvio Berlusconi quería que fuera ocupado por Claudio Borghi, fichado un año antes y cedido al Como.
Pero en cambio, Arrigo Sacchi, tenía otras ideas y puso el nombre de Rijkaard, que terminó la temporada 1987/88 con la camiseta del Real Zaragoza, cedido del Sporting de Lisboa. Pero su llegada a Portugal fue bloqueado por la Federación portuguesa, que obliga al Presidente Gonçalves quien lo cedió a España.
Tras acabar la temporada, Galliani, Braida y Berruti volaron a Portugal tras convencer a Berlusconi. El 27 de mayo de 1988, llega la firma del contrato para la venta de Rijkaard al Milan por 6.000 millones de liras, donde una parte se fue para el Ajax.
Braida se tuvo que esconder el contrato en los pantalones y salir de la sede del Sporting por una puerta secundaria ante las protestas de los hinchas, consiguiendo llegar al aeropuerto donde un vuelo privado de Fininvest para llevarlos de nuevo a Italia.
Una semana después, en Amsterdam, Rijkaard firma su primer contacto con el Milan siendo el tercer tulipán a las órdenes de Sacchi.