
La humillación al Barcelona: Capello, lección a Cruijff
La final de Champions League en 1994 estaba pronosticada, con meses de anticipación, por todos los expertos. Todos querían ver el choque de época entre el Dream Team de Johann Cruijff y el Milan de Fabio Capello, que el año anterior perdieron la final de Múnich ante el Olympique de Marsella.
Pero el momento de la final de Atenas se vivió de manera muy diferente por parte de los dos equipos. El Milan, mandado en archivo el tercer scudetto consecutivo bajo la gestión de Capello, generó una preparación para llegar al máximo de las condiciones para dicha final.
Pero lo hizo sin proclamas, también porque las dificultades eran objetivas viendo las ausencias por sanción de Franco Baresi y de Alessandro Costacurta. Capello tenía que rediseñar su formación, viendo que los dos centrales era indisponible y las pruebas efectuadas en el amistoso disputado ante la Fiorentina (perdido 2-0) no dieron buenas señales.
Por otra parte, el Barcelona había ganado la liga, gracias a la mayor diferencia de goles en el choque directo ante el Deportivo de la Coruña, ambos con 56 puntos. Pero el tridente formado por Stoichkov, Beguiristain y sobre todo Romario, tanto es así que todos daban por favorito al Barça.
Pero Capello sabía que podía contar con el orgullo de sus jugadores. Toda la presión estaba sobre el Barcelona, permitió al Milan recuperar seguridad y poder a los días clave con el justo grado de concentración y de malicia.
Llegaron a la vigilia cuando Cruijff empezó a decir: “Las finales son mi especialidad, no sé lo que es el miedo. No veo la manera en la que perdamos la Copa de Europa. El fútbol somos nosotros: el mundo necesita ver triunfar el fútbol ofensivo y espectacular del que somos símbolo. Si los rivales hacen tres goles vendrá bien al espectáculo, pero nosotros haremos cuatro goles”.
Pero las cosas no fueron así. En los últimos entrenamientos, Capello encontró la cuadratura. Desailly, que fue probado en el centro de la defensa ante la Fiorentina con Tassotti, volvió al centro del campo con Albertini, mientras que los centrales fueron Filippo Galli y Paolo Maldini (que llevó un insólito número 6), con Tassotti y Panucci por las bandas.
Donadoni como extremo izquierdo y Boban por la derecha con Massaro y Savicevic como delanteros. “¿Capello? Su equipo no tiene nada de extraordinario, se basa solo en la organización del juego. Prefiero el Milan de Sacchi”, fue la gran provocación de Cruijff el día de la vigilia, mientras en días anteriores se hizo fotografiar cerca de la Copa de las grandes orejas, convencido de llevársela a Barcelona.
Don Fabio respondió con sus rimas: “Será su Barcelona en tener que adaptarse a mi Milan”, palabras que sonaron como premonitorias. Porque toda la fuerza catalana se disipó desde los primeros balones jugados.
Savicevic en estado de gracia y Massaro, aprovechando las asistencias del Genio y de Donadoni, haciendo doblete en el descanso. Savicevic hizo el tercer tanto, un gol legendario de vaselina y Desailly hizo el 4-0 final. Con Capello que infligió una dura lección a Cruijff.

DECLARACIONES DE DANIELE MASSARO
¿La actitud de Cruijff fue de ayuda para daros más ganas?
“Escuchaba y veía todo lo que decía. Las declaraciones de Cruijff, las fotos con las copas, su manera de hacerlo. Eran muy arrogantes y nos hizo daño, porque Johann era mi ídolo de pequeño. Tenía mucha rabia y le pusimos todavía más ganas a la preparación. Sentía el sonido del sudor que caía sobre la hierba”.
Hay una anécdota sobre Cruijff
“Le pedí un autógrafo antes del partido, ya que tras el partido a lo mejor no podría hacerlo. Pero seguirá siendo mi ídolo. De niño jugaba con el 14 y llevaba el mismo corte de pelo que él”.
Más difícil todavía con las ausencias de Baresi y Costacurta
“Capello tenía más dudas que certezas en ese momento. Esas ausencias eran difíciles de gestionar y por eso el Barcelona se sentía más favorito. Había muchas dudas tras el amistoso ante la Fiorentina, perdiendo el amistoso se desvanecieron muchas certezas”.
“Probó a Desailly en defensa y luego en el medio. Puso después a Maldini y Galli y encontramos el equilibrio perfecto para ganar esa Copa”.
¿Conseguiste recuperar tu camiseta de la final?
“Les cuento una cosa: ya en esa época había una camiseta para la primera parte y otra para la segunda. Una la cambié con Stoichkov, mientras que la del primer tiempo me la guardé en la bolsa. Había que guardarla. Menos mal que no había patrocinadores en las camisetas y pude festejar libremente (ríe)”.