Talento y esfuerzo. Mente y corazón. Nervios y pasión. Sobre todo, infinitas ganas de vencer, nacida como una historia de rescate, una escalada social, transformada con el tiempo en una de las más interesantes historias deportivas.
Hijo de padre amante del boxeo, Zlatan creció pensando en Muhammad Ali, pero también en Ronaldo el brasileño, el que miraba en las paredes de su habitación en Malmo, en forma de póster obviamente.
Zlatan creció así, intentando imitar los movimientos de los fenómenos brasileños cuando jugaba en los campos del considerado ghetto de Rosengard. A la gente no les gustaba la manera de hacer de ese chico grácil e irritante que sería un fenómeno del fútbol, un delantero gigante de buenos pies.
Soportar la etiqueta del nuevo Van Basten no es una tarea fácil, pero Ibra no es un jugador normal. Es una pieza única, que no es casualidad que se haga amar y odiar al final del pasado siglo y que consiguió entrar en el Olimpo de los delanteros sin ganar la Champions o el Balón de Oro.
Pero es Ibra y solo existe uno. Tiene proporciones poco clásicas, con esos tremendos pies y esa altura cuando de Malmo al Ajax. Un delantero atípico que creció de manera improvisada en un verano pero que no sabía aprovechar su físico y que no tenía un gran instinto de goles.
Marcaba goles fantásticos, como el último, el regalo del adiós, marcado al Nac Breda callando todo el estadio que lo contestaba. Verano 2004, Zlatan estaba listo para volar a Italia, donde en la Juve se encontró con Fabio Capello. Su vena realizativa nació con los consejos y los entrenamientos suplementarios del técnico italiano.
En el Ajax Koeman creyó en él, pero en el primer periodo fue sobre todo Van Basten, entrenador de la cantera, en hacer que pensara solo en el gol. Durante esos años afinó su manera de jugar y cambió su manera de estar en el campo.
Capello le obligaba a rematar, rematar y rematar a puerta, para tomar la mira, ser esencial, el más despiadado posible en zona de gol. La búsqueda de los goles siguió durante años, pero a sus casi 40 años, Ibra es más hombre de equipo, más hombre de asistencias.
Tras la grave lesión sufrida en el Manchester United, su carrera pendía de un hilo. Pero la operación fue tan bien que le permitió ponerse de pie en tiempo récord. Pero ahí, entre Manchester y Los Ángeles, algo despertó.
Y cuando volvió a Italia, al Milan, Ibra entendió que debía adaptarse a los tiempos. A su tiempo, como siempre lo ha hecho. ¿A quién se puede comparar? A todos y a nadie. No tiene una velocidad supersónica, algo normal al tener que mover casi cien kilos por todo el campo.
Y es capaz de tremendas acrobacias, pero dando los votos a varias características técnicas perdería la confrontación con muchos grandes delanteros. En su totalidad está ahí, entre los grandes, capaz de marcar con ambas piernas, de tirar fuerte y encontrar números artísticos.
¿Perfecto? Naturalmente no, porque nadie lo es, que tiene sus puntos débiles y no solo debido a su carácter. En los últimos tiempos se ha concedido algún error de más en los penalties (ha fallado 4 de 6 con el Milan).
Si bien lleva 14 goles en 11 partidos en liga, la mejor media de gol en la Serie A. Ibra en el pasado ganó dos veces el título de máximo goleador en Italia, pero no por eso quiere pararse. ¿Cómo hace para seguir en el top? Cuidando al máximo su cuerpo, entre entrenamientos y nutrición.
Demasiado gordo en el Ajax, desengrasado en los primeros meses en Italia, como cuenta en su autobiografía, debido a la ingesta de demasiada pasta, Ibra alcanzó una madura relación con la comida.
Vive una vida exagerada si se consideran las casas, autos de lujo, vuelos privados, pero en realidad vive en el centro de un fortín de afecto y tranquilidad que construyó gracias a su amigo-mánager Raiola y en la estabilidad de la familia.
Porque pocos saben quien es el real Zlatan, pero muchos ven lo que es: uno que quiere regalarse otro scudetto, otra participación en Champions, quizás más partidos con su Selección. Para no dejar de sorprender.