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Es cuando los ordenadores tienen alma. Quizás no todos, pero los que diseñan los calendarios de la Serie A sí. En octubre, cuando el Milan tomó el tren para irse a Bolonia, Stefano Pioli alcanzó los 100 banquillos como rossonero; el próximo lunes, cuando la liga se recupere, festejará otra prestigiosa cuota de 100: los banquillos con el Diavolo en Serie A.
Fue contra los rossoblú, donde la aventura del entrenador en 1999, ahora como rossonero obviamente. Se llama longevidad y es una virtud que en la historia del club es algo que distingue solo entre los grandes. De aquí a mayo, el balance de Pioli subirá a 107 partidos: en la lista de técnicos más presentes con el Milan en A, será el número 13º al acabar la liga, pero desde la próxima temporada subirá a 145 partidos.
Algo que le dejaría en el top 10, a 10 partidos del mito Sacchi y con Allegri a las espaldas. El paso sobre Max sería doble, porque Pioli sería el entrenador del Milan con más partidos de la década. El delito perfecto se llama scudetto: Allegri fue el último en ganarlo con el Diavolo hace once años, ahora le toca el turno a Stefano.
Porque scudetto es la palabra a pronunciar para entrar en el club de quien ha hecho historia del Milan a largo plazo: de doce entrenadores, solo tres no fueron campeones de Italia (Baloncieri, Banas y Bigogno). El resto pusieron el tricolor en la camiseta rossonera, desde el especialista Capello (cuatro títulos, uno como imbatido) al doblete de Nereo Rocco, pasando por los tres scudettos de Gipo Viani y la estrella de Liedholm.
Entre una Copa de Campeones y Champions, ganaron también Sacchi (scudetto de 1988) y Ancelotti en 2003/04. Tras dos temporadas de aprendizaje, Pioli lo intenta “robando” algo de muchos de ellos. Este Milan llegó a lo más alto siguiendo la vía de la estética y la organización. Las individualidades a lo Ibrahimovic instalaron la mentalidad ganadora en un grupo joven y poco habituado a luchar por grandes objetivos, pero es gracias al concepto de unidad de intenciones que los pequeños diablos ahora son grandes.
En esto, el entrenador de hoy recuerda a Arrigo Sacchi. Como él, también Pioli es un vanguardista que nunca deja de estudiar y actualizarse, basta con mirar su Milan en continua evolución: con el 4-2-3-1 actual muerde a los rivales y se remodela de manera fluida, con laterales que van hacia al centro y el mediapunta que se trasviste de volante, según cada partido.
En el fútbol de Pioli, los resultados existen o deben ser cuanto menos en las intenciones, la propuesta sigue siendo la misma también frente a los grandes de Europa: Liverpool o Atlético, el Milan nunca perdió su espíritu “de jugador”.
Al mismo tiempo, Pioli trabajó en la solidez mental y en el pragmatismo, formando un equipo cínico y difícil de afrontar para cualquiera, un poco como Fabio Capello. En los primeros años 90, su Diavolo alcanzó tal nivel de dar la impresión de estar programado para ganar, pero se trató de un camino construido en el tiempo: veremos como y donde será el Milan de Pioli dentro de algún año.
A la propiedad y la directiva les gusta Pioli también porque nunca pierde el estilo y la elegencia, como Nils Liedholm hace décadas. Hoy Pioli es más que un entrenador, es un hombre imagen que el club exporta orgulloso por todo el mundo. Como Carletto Ancelotti, demostró ser un hábil administrador de personas.
La plantilla del Milan es la cuarta más joven de la Serie A, pero mandada con madurez: el acuerdo con Ibra fue el punto de inicio para cementar la credibilidad en el vestuario, luego Pioli fue por su camino. Que es la del todo el grupo: con cada jugador busca el mejor canal, donde cada uno realiza el vestido táctico más adaptado. Y así es como lo siguen todos.
Pioli ha sabido cambiar la cara del partido pescando los cambios adecuados desde el banquillo, como lo hacía Allegri hace once años. Parece la hora de actualizar el sistema y seguramente también la sala de trofeos.