De Dea a Dea. La coherencia de uno que se siente Dios. Otoño 2019, Zlatan Ibrahimovic, acaba la aventura con Los Angeles Galaxy, se quiere retirar. Pero Mino Raiola, su agente, lo martillea: “Uno como tú no puede dejarlo en Estados Unidos. Vuelve al fútbol de verdad y demuestra que sigues siendo Ibra. Aunque solo sean seis meses y luego lo dejas”.
Zlatan se rinde, con una condición: “Necesito adrenalina, no un contrato. Encuéntrame un reto que me de adrenalina”. Ibra se lo encuentra solo: el Nápoles. Pero De Laurentiis despide a Ancelotti y el acuerdo se pierde. El 22 de diciembre Pioli pierde 5-0 contra el Atalanta y Zlatan coloca la mira: “Mino, llévame al Milan. Me retiro ahí”.
Ibra llega y ordena el vestuario: “Que levante la mano quien haya jugado en Champions”. Solo lo hicieron Tatarusanu y Calhanoglu. Su primer Milan, el del scudetto 2010/11, era un olimpo de semidioses: Nesta, Thiago, Gattuso, Pirlo, Seedorf, Inzaghi… Enseguida le quedó claro que este, joven y humanísimo, nunca marcará diferencias con la calidad y las jugadas individuales.
Deberá combatir con el cuchillo entre los dientes y contar con un poderoso espíritu de grupo. Pero avisa de su educación siberiana. A un compañero le pregunta: “¿Por qué no corres? ¿Sabes cuando yo correré por ti? Cuando ganes algo. Pero en tu vida no has ganado nada”.
A Calha le explica: “Los milanistas que llevaron el 10 hicieron historia, pero ¿tú?”. Gracias a una nueva cultura de trabajo, las buenas ideas de Pioli florecen. Los resultados portan confianza y autoestima. Un día que el a.d. Gazidis está en Milanello, Ibra lo afronta delante de todo el equipo. Pide claridad sobre el futuro. Pioli está cariacontecido.
“¿Debemos renovar los contratos de nuestras casas?”. Esa escena de jefe refuerza todavía más la empatía del grupo. El 23 de mayo de 2021, último partido de liga, El Milan vuelve a Bérgamo. Luchan por ir a Champions. Ibra no juega, pero entra en el vestuario: “Os recuerdo cuando os pregunté quien había jugado en Champions. Con este partido podréis cambiar la respuesta”. Sale y dice: “Ganamos seguro”.
Vio en la mirada de los chicos la justa luz: se convirtieron en jugadores del Milan. Ganaron 0-2. Euforia general, no para Zlatan: “Nunca festejaré un segundo puesto”. Estaba convencido de poder ganar el scudetto, en cambio le tocó ver a Zhang y a la directiva interista poner las banderas nerazzurras delante de su ventana.
El pasado 3 de octubre, Ibrahimovic celebró sus 40 años en un hotel de la ciudad. Fiesta por sorpresa organizada por su mujer Helena. Esa noche el Milan jugaba de nuevo en Bérgamo. Siguió el partido por TV con Adriano Galliani, luego Pioli y los jugadores se unieron a la fiesta. Otra victoria sobre el Atalanta: 2-3, con tantos de Calabria, Tonali y Leao, tres de los jóvenes que Ibra ayudó a crecer.
Tonali y Leao, absolutos protagonistas de la temporada, donde si el Milan gana el domingo ante el Atalanta y el Inter no gana en Cagliari, será scudetto. “En la primera temporada, Tonali estaba superado por el sueño. Miraba alrededor y repetía: este es el equipo que soñaba de niño… este año ha salido del sueño y ha entrado en la vida plena. Ahora repite: soy un jugador del Milan. Y lo demuestra. Es un pánzer”.
Sobre Leao: “Finalmente ha decidido ayudarse a sí mismo. Desde el primer día de la preparación entró con la cabeza y mente justa. Entrenó duramente y se han visto los resultados. Se libra de todos con una facilidad increíble, parece que juega siempre contra los Primavera”. Explicó el sentido de su segunda vida rossonera: no hacer 40 goles, sino inspirar a 25 chicos que, como dijo en Sanremo, siente como sus hijos.
Esos hijos, que al inicio necesitaban de su presnecia, ahora caminan seguros con sus piernas. Antes del Verona-Milan, dejó su último mensaje: “En el Milan solo se recuerda a aquellos que ganan. Nos faltan pocos partidos para hacer que nos recuerden”. Si el domingo llega el scudetto, denominado “el más bonito de mi carrera”, la misión de Ibra estará cumplida.
De Dea a Dea. El cierre de un círculo de un perfeccionista. ¿La salida ideal de escena del gran actor? No está claro, viendo su miedo por el futuro y el afecto por sus 25 “hijos” para seguirlos en Champions. Por ahora, espera alargar los brazos en la terraza de casa, sin interistas cerca, para sentirse el Dios de Milán. O de Italia entera.