Han pasado menos de once meses desde que Tiemoué Bakayoko aterrizara en Linate para iniciar su segunda aventura con el Milan. Era el 28 de agosto de 2021 y al día siguiente unos fanáticos lo esperaban afuera de la clínica donde estaba apoyando los exámenes médicos, a todo volumen el coro del Sur que tanto le era familiar. “Mi canción”, sonrió Timu. Y parecía el principio de una nueva sociedad exitosa, tras la de la temporada 2018-19.
Esto no ha sido así, al menos hasta ahora. Y salvo giros inesperados, la cesión de dos años pactada con el Chelsea podría interrumpirse con un año de antelación, para permitir al jugador relanzar una carrera aún floreciente y al Milan recurrir a centrocampistas más adecuados para el juego de Pioli.
En la temporada que terminó en mayo, solo hubo un gran momento de alegría para Timù: ganar el Scudetto. Porque él también formó parte de ese equipo ganador y fue un triunfo para todo el grupo, desde los grandes hasta los menos utilizados de la plantilla. A nivel colectivo, por tanto, objetivo conseguido y una gran celebración.
En lo personal, sin embargo, hay muy pocas razones para sonreír. En la Serie A 2021/22 Bakayoko no llegó ni a los 500 minutos, deteniéndose en 14 participaciones, de cuales 5 solo como titular. Cerrado por la competencia de Tonali, Kessie, Bennacer y Krunic por los dos puestos de la mediana, casi nunca convenció, incluso cuando la lesión muscular que le frenaba en otoño dejó de molestarle.
La temporada 2022/23 no parece empezar con mejores augurios: más allá del malentendido que protagonizó a principios de julio con la policía de Milán -ciertamente no es culpa suya que lo confundieran con un buscado-, sí no entusiasmado en el excelente partido amistoso del Milán en Colonia. Parecía un poco fuera de ritmo, como le había sucedido en los últimos meses.
Mejor cambiar el aire, entonces. Porque en definitiva, a los 27 hay tiempo de sobra para relanzar. Y porque en cualquier caso es un jugador valioso, como demostró en la Serie A en la gestión de Gattuso, tanto en el Milán como en el Nápoles.
Hace dos semanas acudió en persona a Casa Milán para hablar de su futuro con el director general. Maldini y el d.s. Massara: salió sin nada, o al menos nada decidido, pero ambas partes han aclarado sus intenciones. Es natural que el Milán y el Chelsea, que aún posee la tarjeta, estén dispuestos a complacer la voluntad de Bakayoko y no quieran impedirle una transferencia.
Destino probable: la Ligue 1 francesa. Mucho se ha hablado del Olympique de Marsella, pero el primero en convencerse es Igor Tudor, el hombre que se sienta hoy en el banquillo del Velódromo. Si esta pista no se materializa, otras serán superadas.
El Milan haría un ahorro importante en términos de salarios y la carrera de Timù volvería a tener lugar. Porque si se quedaba en Milán, le estaría esperando una montaña que escalar, para recuperar posiciones en las jerarquías de Pioli. Más allá de las desventuras fuera del campo.