
Los que esperas. Como Giroud, el senador que llegó a Milanello como campeón de Europa. Y los que no te esperas. Como Saelemaekers y Pobega, trabajadores más que cineastas. Llámalo la revancha de los desvalidos.
El Milan gana así su primer partido del grupo, como hace tiempo que Pioli se ha acostumbrado: con las soluciones más obvias y con las menores. Los mil recursos de este Diablo, que se proyecta al primer puesto del grupo y, tras el empate en Salzburgo, empieza a observar los próximos cuatro compromisos -a partir de la siguiente doble vuelta con el Chelsea- con cierto buen humor.
è arrivata e non era così scontata con le tossine del secondo tempo di Genova giocato in dieci.
Hacía falta un susto europeo tras el opaco empate en Austria, llegó cuando no se daba por descontado con las toxinas del segundo tiempo de Génova jugando con diez. Un merecido éxito ante un Dinamo que supo volver a golpear con el habitual Orsic, pero que no soportó una onda expansiva de los rossoneri, quizás no tan furiosa en intensidad, pero constante durante todo el partido. El Diablo fue superior y en Champions redime una larga etapa oscura: en San Siro la última victoria data de septiembre de 2013 (Celta).
Respecto a la Samp, Pioli cambia cuatro, incluida buena parte de la mediapunta, donde Leao es el único punto fijo en el tiempo. Saelemaekers, un hombre igual en Salzburgo, se vuelve a ver entonces y Díaz vuelve a la palestra: es él, de vuelta de tres banquillos hilados, quien es la verdadera novedad en las reflexiones de Pioli.
El resto era bastante obvio: Bennacer por Pobega y Tomori por Kjaer. Casi todo el mundo está disponible para Cacic, empezando por el delantero Orsic, verdugo del Chelsea y hombre con diez goles y seis asistencias de temporada hasta el momento. En realidad, Orsic vio pocos balones en los primeros 45, también porque trató de buscar un respiro, ensanchándose mucho y acabando perdiendo referencias con sus compañeros.

Pocos destellos, en general, para los blancos de Cacic y Diavolo con la guardia alta que concedió el salario mínimo: un bonito taco personal de Moharrami (Maignan en el córner) y un derechazo envenenado de Orsic que saludó desde muy cerca el poste. La fase ofensiva croata estuvo toda aquí y luego el resto fue coloreado por los rossoneri. Pero, ya sabes, el diablo a menudo se esfuerza por desquiciar las puertas de doble cerradura y, si pudiera, evitaría jugar contra equipos que esperan por elección (y tal vez por necesidad). Porque una cosa es volver a salir y otra bordar con paciencia buscando la mejor luz.
Y así, ante un Dinamo con el mismo lienzo técnico que utilizó brillantemente con el Chelsea -espera y contraataque-, el Milan sostuvo la varita firme en la mano pero sin continuidad en la intensidad. Sobrevivió a las llamas, que duraron varios minutos, pero el furor inicial amainó un poco en la segunda parte de la fracción.
A los rossoneri les costó especialmente la zona de tres cuartos, donde lo que hizo Brahim en el primer tiempo lo hizo muy bien, pero fueron invenciones esporádicas. Fallón Saelemaekers en la parte derecha, tanto como para enfurecer descaradamente a Pioli dos veces.
En un momento, el entrenador lo cursó fuertemente tanto a él como a Calabria, evidentemente insatisfecho con la cadena correcta. De hecho, Pioli intentó una jugada para sorprender al Dinamo, pero sólo lo consiguió en parte: adelantar a Tonali casi en la línea de Díaz, una especie de doble centrocampista ofensivo que Cacic remedió atacando a Misic e Ivanusec a su vez en las costillas de Sandro.
¿Y Leao? Presente, eso sí, en las acciones más peligrosas del Milan, pero un poco distraído a la hora de cerrar. Primero al contragolpe, casi de frente con el portero croata, y luego deslizándose sobre la marcha desde una excelente posición.
El punto de inflexión, sin embargo, como ya se esperaba, lo dio una vez más él, aún sin entrar en el acta. El Milan golpeó al Dinamo cuando más le duele en el ánimo y en las piernas: al final de la primera parte y al comienzo de la segunda.
En el minuto 43, Tomori metió de vertical a Leao, sobre el que se derrumbó Sutalo: el penalty transformado por Giroud al final. El árbitro español Manzano es el silbato de la noche loca en Rio Ave: el Milan se adelantó de penalti, definitivamente tiene sentido… A dos vueltas del segundo tiempo, llegó el 2-0.

Acción bonita y limpia, como el Milán nos tiene acostumbrados a admirar a menudo: Giroud para Brahim, balón para Leao, aceleración ganadora sobre Ristovski (excompañero en el Sporting de Lisboa) y centro suave sobre la cabeza de Saelemaekers, antes del desastroso Ljubicic.
El lateral belga rey de la Champions League, dos goles en dos partidos (¿será servida la lección de Pioli?). ¿Partido cerrado? Para nada. El Dinamo sacó la cabeza de sus cascarones en unos diez minutos y acortó con una acción igualmente bonita gestionada por Orsic, bueno para llamar el uno-dos con Petkovic (fantástico balón entre Kalulu y Tomori) y poner a Maignan en el poste más lejano.
En ese momento los croatas lógicamente se volvieron más inescrupulosos, pero la propulsión se agotó con el paso de los minutos. A mitad de la vuelta, Pioli insertó a Pobega por Tonali y quitó a Giroud, enviando a De Ketelaere a jugar de delantero centro.
Y poco después de la media hora terminó el partido. En el pedestal Pobega, que inició la acción, magníficamente asistido por Hernández, y la remató con un misil bajo el larguero. La carrera terminó allí. Se ha conseguido un récord, el domingo hay otro que defender.