Milanés y Milanista. Muy milanés. La pasión por los colores de la empresa para la que trabajas no es un requisito indispensable cuando eres director general de un club de fútbol, pero desde luego no está reñida. Resulta muy trivial que un fan-manager anteponga el sentimiento a la razón.
Obviamente las cosas no son así, no lo hará, porque Giorgio Furlani -43 años- es ante todo un gestor muy preparado, delegado por la propiedad para continuar por una senda empresarial a la que él mismo ha contribuido significativamente en primera persona.
Sin embargo, si Gazidis se hizo hincha rossonero con el paso de los días en Via Aldo Rossi, Furlani no necesita enamorarse del Diablo: lo lleva impreso de nacimiento. Para él, son los días de la entrega en la cuarta planta de Casa Milán. Gazidis se despide, Furlani toma el relevo en el puente, bajo la atenta mirada de Gerry Cardinale.
Termina una época y empieza otra, aunque el cambio de consejero delegado no produzca sobresaltos como suele ocurrir en las empresas. Por dos razones: la primera es que RedBird ha hecho suyas las directrices del proyecto de Elliott, perseguido activamente en los últimos años; la segunda es que Furlani ya conoce a la perfección los mecanismos del club rossonero, puesto que -además- forma parte de la junta directiva del Milan desde 2018.
Es el hilo rojo que une al club gobernado por los Singer con el de Cardinal, y que le llevó a dedicarse totalmente al Milan. Es decir, la decisión de despedirse del fondo Elliott, en el que trabajaba desde 2010 y del que era gestor de cartera con sede en Londres.
Dicho que Furlani -al igual que Gazidis- tiene contrato con el Milan y no con la propiedad rossonera, ahora comienza para él la operación en el nuevo rol, favorecido precisamente por un ya excelente conocimiento de la maquinaria rossonera.
Su currículo académico recita una licenciatura en economía y finanzas por Bocconi, y luego un máster en administración de empresas por Harvard. Lo describen como un gestor especialmente hábil para evaluar y gestionar situaciones empresariales complejas, que interviene en las juntas de accionistas y cede la palabra cuando es necesario.
En el caso del Milan, en particular, Furlani -respetando los papeles- se ha metido en todos los recovecos del club. No sólo en los balances. Un experto en gobernanza como pivote para el funcionamiento del motor rossonero, le definen en Via Aldo Rossi.
La diferencia con respecto a antes es que Furlani (debería ser presentado oficialmente a principios de enero) ya no se limitará a frecuentar la botonera, sino que tendrá que pulsar esos botones y luego informar al consejo de administración. Los asuntos más engorrosos sobre la mesa son evidentemente los mismos que tenía Gazidis: nuevos avances en el presupuesto, el nuevo estadio, las espinosas renovaciones de los grandes nombres, el aumento de la facturación, la expansión comercial.
Y luego están obviamente los aspectos más prácticos, porque el nuevo CEO rossonero vivía permanentemente en Londres con su familia. Ya se ha trasladado definitivamente a Milán, y a finales de primavera su mujer y sus tres hijos -dos niños y una niña- harán lo mismo, por lo que tendrán la oportunidad de completar el curso escolar.
Los chicos son fervientes seguidores del Milan. Y cuando ven jugar al Milan en la tele con papá, llevan la camiseta rojinegra. Además, cuando habla del Milan sin ponerse la chaqueta de Director General, dice sentirse orgulloso de haber podido ver en directo joyas como el histórico gol de Weah contra el Verona o el póquer de Van Basten contra el Goteborg.
Y cuando no puedes, te las apañas: en 2007 estaba en el desierto, en Chile, y vio la final de la Liga de Campeones, ganada al Liverpool, en la única televisión disponible, con un brasileño y un portugués. Ahora, sin embargo, el tiempo de animar ha dado paso al de gobernar.
LOS CUATRO AÑOS DE GAZIDIS
Para ser un hombre de cuentas, por tanto un alma glacial e imperturbable por definición, se ha visto conmovido más veces de las que hubiera imaginado. El caso es que el Milan, su afición, el Milan e Italia han entrado en el sistema circulatorio de Ivan Gazidis con una velocidad exponencial. Y pronto lograron un gran avance, un avance correspondido por el pueblo.
Los desconfiados, cansados y pesimistas que le acompañaban redescubrieron un horizonte sereno y volvieron a festejar. Él, en cambio, tenía una de las mayores satisfacciones para un directivo: no sólo la de haber conseguido los objetivos de la empresa, sino la de haber sido comprendido por los aficionados en su trabajo.
Porque en cierto momento en el mundo milanista quedó claro, incluso para los más escépticos, que el camino -nada fácil, nada popular- emprendido por Gazidis era el mejor para el bien del club. Un mandato muy particular, el del directivo nacido en Sudáfrica y pronto adoptado por Inglaterra y Estados Unidos.
Una misión espinosa, a contracorriente y decididamente complicada: devolver al Milan al fútbol que cuenta poniendo al equipo en condiciones de hacerlo bien con un mercado muy astuto, y al club en condiciones de mejorar un presupuesto de película de terror gracias al aumento de unos ingresos comerciales que llevaban una década estancados.
Un Everest traducido inevitablemente en una política de máxima atención a las salidas -no total, pero máxima al fin y al cabo- que en el primer periodo le hizo ser condenado preventivamente a los ojos de los milaneses. Para muchos -casi todos- Gazidis era el sicario de Elliott llamado a rebajar definitivamente al Milan al rango de noble decadente.
Cuatro años después, hay una postal que en diciembre de 2018 hubiera parecido una foto enviada desde un mundo paralelo: el emocionado CEO rossonero despidiéndose de la afición, San Siro aplaudiéndole sincera y agradecidamente.
En medio de estos cuatro años también ha estado la enfermedad de Gazidis, un tumor de garganta que quiso compartir públicamente en su viaje con el pueblo rossonero, y que a ojos de los de fuera le convertía menos en un “directivo” y más en un “hombre”.
Pero la estima fue creciendo poco a poco gracias a los hechos, a la concreción de sus acciones. Por supuesto, ha habido momentos complejos, como el despido de Boban, la grana por el precio de las entradas de la Champions la temporada pasada, la cuestión Rangnick, que llegó a pocos pasos de Milanello antes de que el club decidiera confirmar a Pioli, las relaciones inicialmente tensas con Maldini.
Pero luego los acontecimientos hablaron por él. Lo primero y más importante, un rojo presupuestario llevado de los hundidos 195 millones del 2019-20 a los -66 millones del último ejercicio cerrado el pasado mes de junio.
El regreso a la Liga de Campeones durante dos temporadas consecutivas y la reconquista del Scudetto once años después, con un mercado estudiado al milímetro tanto en términos financieros como deportivos.
Un aumento de la facturación de más de 35 millones entre 2020-21 (261) y 2021-22 (297,6), una clara aceleración desde el punto de vista comercial con la firma de más de treinta asociaciones -entre nuevos contratos y renovaciones de los existentes- a partir de agosto de 2020.
En pocas palabras, la creación de un círculo virtuoso gracias al cual el Milan vuelve a ser un club ganador y, en consecuencia, atractivo para los inversores. Gazidis cede el timón al recién nombrado CEO Furlani, se despide y se relaja un momento. De momento se tomará un descanso para dedicarse a su familia, luego volverá al trabajo. Con un punto fuerte adicional en su CV.
MUNDIAL DE CATAR: LOS PARTIDOS DE HOY
Ayer se completó otro cruce más ante la clasificación de Croacia y Brasil, que se disputará el viernes 9 de diciembre a las 16:00, los ganadores de hoy jugarán su encuentro el sábado a las 16:00:
Marruecos – España (16:00 PM)
Portugal – Suiza (20:00 PM)