Si estábamos en el estrado, el abogado defensor invitaba al acusado a desenrollarse la manga de la camisa a la altura del antebrazo y se dirigía al tribunal: “Mire ese tatuaje. Aquí están las pruebas que exculpan a Stefano Pioli”. En ese tatuaje figura un scudetto con el número 19, y la tesis de la defensa estaría clara: Pioli es indiscutiblemente el principal artífice del título conquistado por el Milan el año pasado.
La curva rossonera y buena parte de la afición lo reconocen: anoche, el 60% de los lectores de Gazzetta.it afirmaban que el entrenador no debía ser despedido. Reconocimiento aparte, he aquí tres elementos de la defensa de Pioli. Sin duda, el entrenador habrá cometido sus errores, pero no es el único.
Hay quien cometió aún más errores, como el club: el mercado posterior al scudetto resultó un fracaso, debilitó al equipo en lugar de reforzarlo. El Milan terminó la campaña de compras de verano con un saldo en números rojos de unos 40 millones, mientras que el del Nápoles, que ahora vuela 18 pisos más alto, está en números negros por 11 millones.
Siete jugadores llegaron a Milanello, dos de ellos cedidos. Maldini y Massara, mánager y director general, han invertido casi todo el presupuesto (32 millones más 3 en primas) en De Ketelaere, que hoy se marchita en el banquillo también porque nunca ha llegado a florecer. Mal el joven Charles, el ‘viejo’ Origi, un fantasma en el derbi, aun peor: el Milan intentó con él una apuesta a lo Giroud, pero la perdió.
Otra apuesta: la salida de Kessie -quizá el más intocable de los intocables para Pioli en 2021/22- no se cubrió con un sustituto a la altura y ahora el centro del campo se resiente, numérica y tácticamente. ¿Y quién estaba ya allí? El efecto barriga llena ha hecho efecto: los héroes del Scudetto parecen cumplirse. De Tomori a Calabria, de Kalulu al propio Tonali, el declive general es rotundo. Y en el campo, ya sabes, los jugadores van….
Cuando el campeonato se detuvo, el aficionado milanista se despertó con pesadillas: “¿Y si Qatar agota a nuestros mejores jugadores?”. Aquí, la realidad es peor que los malos sueños: Theo y Giroud, que empezaron como reservas con Deschamps, han sido exprimidos durante todo el torneo. Arrastraron a Francia pero se detuvieron en el momento más bonito de la final perdida contra Argentina.
Donde peor estuvieron: el entrenador les quitó con 0-2 (Giroud no llegó al descanso…), antes de la remontada. El Mundial desgasta a quien no lo gana, y si no que se lo pregunten a Lautaro: en 2023 marcó siete goles, dos de ellos al Milan en la Supercopa y en los derbis ligueros. Giroud se queda en un gol, sin puntos, en la victoria por 2-5 ante el Sassuolo.
Finalmente, Pioli tuvo que gestionar el post-Scudetto sin dos tótems fundamentales, de una portería a otra: Maignan e Ibrahimovic. Se ha dicho y escrito de todo sobre el peso del portero, pero merece la pena repasarlo: a este Milan en caída libre le faltan sus paradas, su sentido del juego (a menudo el primer constructor era el propio Maignan) y su liderazgo.
Y aquí volvemos a la responsabilidad de los gestores, que no han cubierto el enorme hueco entre el francés y el adjunto Tatarusanu, ni siquiera en enero: Vásquez es un fichaje en perspectiva, Sportiello no llegará hasta junio. Sustituir a Ibra, en cambio, es imposible: Zlatan sólo hay uno, su presencia puede marcar la diferencia aunque sólo sea en el vestuario o en el banquillo.
Hace un año, sin embargo, Ibra se dejaba sentir también, y sobre todo, en el terreno de juego: a estas alturas de la temporada había aportado ocho goles, más que Leao y Giroud. Quizá no todo el mundo lo recuerde. Pioli, en cambio, sí.