O e hacen falta hombros anchos, muy anchos, casi mitológicos. Porque Stefano “Atlante” Pioli soporta de repente todo el peso del Milan: el desafío de mañana en Londres contra el Tottenham es sólo la punta del iceberg, debajo flota el presente y el futuro de todo un club.
Aunque estemos en marzo, el partido de dentro o fuera con Conte ya vale por una temporada, es inútil dar vueltas y vueltas: hacerse con una plaza en el G8 de Europa, 11 años después de la última vez, cambiaría de color el año del Diablo; salir de escena, después de haberlo perdido todo en el espacio de un mes – Scudetto, Supercopa y Copa Italia – pintaría de gris el panorama.
Con el gravísimo riesgo de ensuciar también el resto, desde las finanzas y la sostenibilidad del proyecto, pasando por el mercado, hasta el futuro del área técnica y el de la plantilla. Además del varapalo moral en el futuro inmediato, claro: el Milan de hoy, en el campeonato, se debate en los límites de la zona Champions y el resbalón en Florencia ha confirmado que será un trabajo duro hasta el final. Una hazaña mañana regeneraría mente y cuerpo, un naufragio en cambio…
Pioli es el hombre de las subidas, de las predicciones volcadas, de los lugares comunes volcados. Fue el Normal One, se convirtió en un entrenador on fire en tres años y medio: su Milan escaló hasta el Scudetto partiendo del anonimato del sexto puesto y de las incertidumbres de un proyecto lleno de apuestas, muchos jóvenes talentos y un solo campeón, Ibra, de vuelta en Italia a los 40 años.
Pioli sorprendió a todos construyendo un equipo agresivo, vertical y fanfarrón, el más “europeo” de los italianos, y ganó. Al igual que en la Liga A, el Milan también se ha abierto paso en Europa: octavos de final en la Europa League 2020-21, eliminación en primera ronda (en un grupo de hierro) en la Liga de Campeones la temporada pasada y pase a octavos esta campaña. Las arcas del club se han hinchado con los millones que solo la Liga de Campeones puede garantizar, pasando de unos 45 la temporada pasada a más de 65 esta.
Volar desde Londres a los cuartos de final supondría sumar otros 20, entre premios de la Uefa, aumento del market pool y de la taquilla (el 1-0 de la ida registró más de 9 millones, récord para San Siro y para Italia). Esto se traduciría en un presupuesto de mercado de “Liga de Campeones”: el Milan de RedBird, como antes Elliott, financia sus compras exclusivamente con lo que gana. Avanzar en la Copa (y volver a ella dentro de un año, claro) es la única manera de volver a ver a un Diavolo competitivo a alto nivel.
¿Con qué hombres al mando? El día de San Valentín, la cúpula directiva se reunió haciéndose ojitos, pero el Día de los Enamorados no tenía nada que ver: era el día del Milan-Tottenham y Gerry Cardinale, el propietario número 1 del club, se había reunido con el director general Giorgio Furlani y el entrenador Paolo Maldini antes del éxito sobre los Spurs y les había confirmado su confianza en toda el área técnica.
Es decir, Maldini, el director general Massara y el propio Pioli: su trabajo -y los resultados obtenidos el año pasado- están en línea con la estrategia de la empresa, donde sostenibilidad y competitividad van de la mano, pero es lógico suponer que las cosas podrían cambiar en caso de fracaso. Sin futuro en esta Liga de Campeones, y quizá en la siguiente, los equilibrios y jerarquías actuales darían paso a una estructura revisada. Igual que se revisarían las estrategias de mercado: el presupuesto para el delantero centro del futuro pasa por la Liga de Campeones.
La Liga de Campeones del mañana, sin embargo, también tendrá que pasar por el ataque del presente, y los achaques corren el riesgo de complicarle las cosas a Pioli. El técnico no sólo tendrá que reencontrar a “sus” criaturas, de Leao a Tonali, de Bennacer a Hernández, sino también conciliar la cuenta goleadora.
A la duda de Brahim Díaz, el héroe de la ida que está en la balanza para mañana por un esguince, se suma la del estado de Olivier Giroud: el francés no se entrenó ayer por un ataque de gripe y está por ver si podrá participar hoy en el último entrenamiento antes de partir hacia Londres. Y, sobre todo, si se recuperará a tiempo para el desafío contra Kane.
Una cosa es segura: sin Giroud -que sería sustituido por uno de Rebic u Origi-, Pioli perdería de un plumazo goles y experiencia en la Liga de Campeones (Ibra queda fuera de la lista). El Milan ya pesa como un peñasco sobre sus hombros, así que aún más.