La crisis del Milan en tres motivos

Ni siquiera tiempo para asentarse que el manifiesto de este Milan entra con el pie tenso, y hace referencia a dos palabritas que han vuelto a rondar los sueños de Pioli: concentración, construcción. Puntos clave para entender la crisis. El técnico rossonero ha estado callado durante al menos un mes, pero ahora tendrá que buscar otras soluciones. En enero, tras perder la Supercopa y hacer aguas, devolvió la nave al buen rumbo gracias a un cambio de módulo. Esta vez tendrá que idear algo nuevo.

La manzana de la discordia fue un error decisivo en la primera parte. Bennacer tiene el balón entre los pies, levanta la cabeza y ve a Tomori a la izquierda. El pase es lento, previsible, uno de esos toques en los que un defensa inteligente te lee enseguida, y de hecho lo hace. El inglés, anticipado por Samardzic, intenta enmendar el error persiguiendo al fantasista, pero éste se le escapa y manda a Pereyra a la portería, un cuidadoso halcón.

Es el primer golpe a un muro cada vez más frágil. En 2023, sólo el Cremonese ha encajado más goles que el Milan, 26 contra 25, pero Ciofani y sus compañeros luchan por no descender. Los rossoneri, por su parte, están en cuartos de la Liga de Campeones.

Tras una racha de tres partidos sin encajar un gol, el Milan recibió dos bofetadas del Fiorentina, una del Salernitana y tres del Udinese, que no ganaba en casa desde finales de septiembre (3-1 contra el Inter). Además, la mayoría de los goles fueron fruto de errores individuales. Samardzic saltándose a Tomori, Beto anticipándose a Thiaw y, por último, Kalulu manteniendo en juego a Ehizibue. La fuerza ya no está ahí.

A estas alturas, siempre es la nota equivocada: ¿qué le pasa a Rafael Leao? Pioli ha reiterado que no está deprimido, pero el portugués ya no sonríe. Hoy ha completado un par de regates, ha chutado dos veces a portería y ha perdido el balón intermitentemente. Traducido: esto no es bueno. Y eso que lleva 11 partidos sin marcar.

El último gol fue el 14 de enero contra el Lecce. Algunos solos suyos, un cuarto de Liga de Campeones ganado con una buena actuación en San Siro y luego nada más. La sombra de la renovación del contrato planeaba sobre él desde hacía varios meses. Maldini y Massara pretendían cerrar el acuerdo tras el Mundial, pero no fue así. Leao parece haber vuelto a ser el de hace dos temporadas, el chico indolente al que Pioli e Ibra tuvieron que preparar varias veces. Ya ni siquiera sonríe. Y quizás ése sea el verdadero problema.

Ibra se robó el espectáculo como siempre: el penalti con el que batió el récord de goleador más veterano de la Serie A transmitió coraje y fortaleza mental, pero el resto del partido fue pura sombra. Un derechazo desde fuera en un lanzamiento de falta, algunos centros, dos o tres intercambios. Paradón. El entendimiento con Leao nunca ha existido.

Y el manifiesto de su juego está todo en la primera parte: con Saelemaekers en la derecha, dispuesto a centrar, el sueco se acerca a él para buscar el desmarque, dejando el área desguarnecida. Giroud se quedaría allí delante como ariete. Ibra, en cambio, busca el diálogo. Último contratiempo: los que entran desde el banquillo no causan impacto. Origi, Rebic, De Ketelaere. Nadie chutó a puerta. Sólo Krunic, mediapunta, lo intentó, con un derechazo a las tablas. Se necesita más para salir de la crisis. El descanso servirá para reagruparse.