
Sólo el AC Milan puede escuchar la música de la Liga de Campeones, y es un concierto sinfónico que deja atónito al Nápoles en casa: el vigente campeón de Italia suma su cuarta victoria contra el defensor del título, a diez días de la primera ronda de cuartos de final de la Liga de Campeones. Que levante la mano quien hubiera imaginado una velada como ésta.
Por supuesto, estamos “sólo” en el campeonato y es seguro que el Nápoles de la Copa no será el de esta noche, pero una cosa es cierta: ahora que la cosa se pone seria, el Diavolo está más vivo y sano que nunca.
El 4-0 de los rossoneri en el Maradona les permitió adelantar al Inter y auparse a la tercera plaza, mientras que Pioli recuperó en una noche al auténtico Leao -nunca había marcado contra el Nápoles, pero esta vez marcó dos ante la mirada de su “rival” Kvara-, el gol de Díaz, desaparecido en la Serie A desde octubre, y la aportación desde el banquillo: el 4-0 llevó la rutilante firma de Saelemaekers.
Para el Nápoles, en su tercera derrota liguera, fue un auténtico shock: si la diferencia de 20 puntos en la clasificación no era visible esta noche, imagínense en la Liga de Campeones…
Si Spalletti, como era de esperar, apostó por Simeone en el centro del ataque en sustitución del gran ausente Osimhen, con Politano y Kvaratskhelia a ambos lados del tridente, Pioli intentó un movimiento sorpresa en la zaga: en el 4-2-3-1, desempolvado tras dos meses de defensa de tres, fue Bennacer quien desempeñó el papel de ’10’, con la doble función de presionar a Lobotka, cerebro del Nápoles, y crear a la espalda de Giroud, con Díaz y Leao a ambos lados. En la retaguardia, Kjaer y Calabria volvieron desde el 1′: el danés no jugaba desde el Milan contra el Tottenham del 14 de febrero, el capitán recuperó la titularidad gracias a la restauración del sistema de juego.
Fue a partir de ahí cuando Brahim Díaz se inventó la jugada que rompió el equilibrio en el Maradona: en el minuto 17, el español recogió el balón en la línea de lateral, lo escondió de Lobotka y Mario Rui con un juego de manos, y puso el balón para Leao: Rafa completó la faena con un toque por debajo de Meret y la celebración rossonera. Leao, que no marcaba desde enero, estaba de vuelta y Brahim lo encendió.

Apenas ocho minutos y le llegó el turno: el 2-0 del Milan fue un concierto de toques y movimientos del ‘viejo’ Diavolo, ése en el que todos funcionaban a la perfección. Leao trianguló con Giroud, abrió para Bennacer, que puso un centro: Díaz se coló entre los camisetas azules, controló, regateó de nuevo a Rui y batió a Meret con la complicidad de Kim, que desvió por debajo del travesaño.
Después, Díaz volvió a intentarlo, pero no logró entrar en el marco. El Nápoles, que había empezado con fuerza y había dado escalofríos a Maignan con las aceleraciones de Simeone (disparo alto) y Kvara (eslalon sobre Calabria y Kjaer), estaba dos goles abajo: eso nunca había ocurrido esta temporada. Y en la distancia, los de Spalletti perdieron intensidad, mientras que el Milan se mantuvo siempre compacto y atento en sus cierres defensivos.
Las dos tarjetas amarillas de la primera parte ilustraron las diferencias de actitud sobre el terreno de juego: Giroud fue amonestado por una entrada tardía sobre Politano, siendo el 9 que cubre al extremo derecho azzurro una muestra de mala leche, cabeza y sacrificio; Lobotka, lento y menos brillante de lo habitual, se ganó una amarilla porque Díaz volvió a pasar por delante de sus narices tras el 1-0.
Una inusual muestra de sufrimiento: él y sus compañeros nunca se habían sentido tan “incómodos” sobre el terreno de juego en una noche decisiva. La segunda parte se abrió con el signo de los pianianos, que controlaron y maniobraron con mayor eficacia.
En el minuto 50 fue Giroud quien estuvo a punto de marcar, a pase de Bennacer: el zurdazo en diagonal del francés acabó desviado por el segundo palo. En el otro extremo hubo relámpagos, como el que estuvo a punto de enviar Kim a la red en el minuto 55 con un disparo cruzado al que se opuso Maignan.
Poco después, la escena la volvió a tomar el guardameta rossonero, que puso literalmente la cara: dijo no a Mario Rui con una parada… de cara. Un portero que se parapeta cuando hace falta, un funambulista en patines que despeja el espacio desde la izquierda: el Milan se encontró a sí mismo y también encontró a Leao, que a la hora de juego sentenció el partido con un doblete que floreció con un eslalon en medio de los azzurri aturdidos por su velocidad.

Sin embargo, bajo el 3-0 de los rossoneri subyacía el gran trabajo de Tonali, que mordió y aspiró un balón ante Zielinski y sirvió el balón de la victoria a Rafa. Mientras tanto, Pioli había llamado al banquillo a Díaz, el mejor de los primeros 45 minutos, por Saelemaekers.
Y fue el belga quien se inventó un gol a la brasileña, saltando por encima de rivales en serie y colando el balón por debajo de las piernas de Meret para hacer el 4-0, antes de intentarlo de nuevo desde lejos (Meret paró). Fue un espectáculo rossonero, mientras el estadio coreaba “Ganaremos la tricolor”. Cierto, pero en la Liga de Campeones será otra historia.