¿Qué se inventarán Pioli y Spalletti?

Son los campeones, los que ganaron al Nápoles, y 140.000 ojos tomaron nota la otra noche en San Siro: si Stefano Pioli no los pone a todos en el campo, acabará por desactivar a su Milan. Por eso la fórmula de la Champions es tan sencilla como obligatoria: el miércoles, para el primer asalto contra el Nápoles en los cuartos de final de la Copa más bella, los ojos de San Siro volverán a ver con toda probabilidad el once de Maradona.

Los mismos hombres, la misma disposición sobre el terreno de juego, motivaciones más fuertes que las del cara a cara con el A. “Entonces estábamos más motivados porque necesitábamos más puntos que el Nápoles, pero en la Liga de Campeones no será así: necesitaremos muchos más”, dijo Pioli tras el 0-0 con el Empoli. Lo repitió ayer al grupo en Milanello, y pueden apostar a que el estribillo volverá a resonar esta mañana, cuando Calabria y sus compañeros regresen al trabajo.

El Milan que funciona El entrenador del Milan también explicó que no había inventado nada: el 4-0 sobre los azzurri de hace una semana había surgido de los pies de un “equipo bueno y equilibrado”. Pues bien, si nos fijamos en las actuaciones de los últimos tiempos, no hay alternativa a ese Milan: la alineación que aplastó a los líderes -de Maignan a Giroud, de Tomori a Leao, de Hernández a Tonali- es un equipo que funciona porque se conoce a sí mismo y sabe llevar cada pliegue del 4-2-3-1, la fórmula del Scudetto.

Lógico, para un grupo que lleva años jugando junto y que se ha cimentado a medida que ha ido creciendo. Once titulares y un duodécimo, Saelemaekers (al que probablemente se unirá Messias, ya recuperado): el grupo tiene en común el paseo por el Scudetto y es capaz de replicar la misma magia en la Liga de Campeones.

Los que llegaron después, de De Ketelaere a Origi, no garantizaron la rotación de alto nivel que se espera de una plantilla tan profunda como la de esta temporada. Los nuevos, en fin, en las noches que cuentan acaban en el banquillo o fuera de juego (véase Dest, Adli y Vranckx, excluidos de la lista de la Uefa para la Liga de Campeones).

A lo largo de los años, Pioli nos ha acostumbrado al toque mágico, al efecto especial con el que ha desplazado al rival, y al final hasta los éxitos en casa sobre Spalletti han madurado en este sentido: el año pasado la clave fue el 4-1-4-1 con Tonali por delante de la defensa y Kessie en los tres cuartos, este año ha sido Bennacer quien ha cerrado los grifos de la maniobra azzurra jugando como falso ’10’.

¿Y en 72 horas? Dudas sobre los hombres, ninguna: el triángulo Krunic-Tonali-Bennacer del mediocampo se reconfirmará en bloque. Si acaso, podrían cambiar las posiciones: la presión sobre Lobotka, con licencia para avanzar, es un asunto en el que también pueden brillar uno de Tonali y Krunic. Pioli tiene en sus manos un triángulo equilátero: tres hombres dúctiles e intercambiables, la imprevisibilidad también se crea así.

El otro triángulo unirá los vértices del ataque: Brahim y Leao para arañar al Nápoles por las bandas -y construir autopistas para las internadas de Calabria y, sobre todo, los recortes centrales de Hernández- y Giroud para perforarlos por el centro. Ya lo ha conseguido dos veces, una en el Maradona y otra en San Siro: para un partido que se jugará al filo del equilibrio entre la ida y la vuelta, es una excelente premisa.

Juntos, los tres han marcado cinco de los seis goles rossoneri contra el Nápoles en las dos últimas temporadas, y en total el 48% de los goles del Milan 2022-23 llevan su firma: el camino hacia la gloria pasará por ellos. No sólo de jugadas sorpresa puede vivir este Diavolo: Pioli espera que la espléndida costumbre continúe con el Nápoles… y más allá.

Una margarita que habrá que deshojar pétalo a pétalo hasta el miércoles y quizá incluso más allá: Osimhen sí, Osimhen no. No tiene sentido esconderse detrás de un dedo, la balanza de este desafío en cuartos de final puede inclinarse hacia un lado u otro sobre la presencia del nigeriano, máximo goleador absoluto de la liga y protagonista también en la Liga de Campeones (4 goles como Giroud).

Incluso en el entrenamiento de ayer Víctor corrió solo en el gimnasio, corriendo en la cinta. ‘Pero una cosa es una simple carrera y otra darle cuerpo e intensidad a los sprints’, explica un Luciano Spalletti muy atento a cada matiz en el trabajo del delantero centro, que si por él fuera también hubiera querido jugar en el Lecce. Pero aquí está en juego toda la temporada, una eventual -desafortunada- recaída comprometería el resto de la temporada para el máximo goleador (25 goles en la temporada).

La elección Y puesto que este Nápoles no acabará el miércoles en San Siro de todos modos, proteger la salud del número 9 se convierte en primordial. Es mejor recuperarle una semana más tarde, porque con toda probabilidad el partido decisivo para la semifinal será el del día 18 en el Maradona y allí debería estar el nigeriano.

Sin embargo, la elección del delantero centro sigue siendo para Spalletti, con Simeone seguramente fuera del partido (los exámenes para evaluar el alcance de la lesión en los flexores de su muslo derecho no se esperan hasta la próxima semana) y Raspadori, que todavía no está en su mejor momento, pero de momento sigue siendo el único disponible.

Volviendo a Osimhen, su presencia aporta al Nápoles un impacto diferente, teniendo en cuenta no sólo su eficacia bajo palos, sino también su capacidad para liderar la alta agresividad del equipo y su habilidad para explotar la profundidad en campo abierto. El martes por la mañana, el Nápoles hará las pruebas y luego decidirá si deja marchar o no al nigeriano al Milan.

Continuidad Es lo que busca Spalletti en el rendimiento de su equipo, con diferencia el mejor de toda Italia y el segundo de la Liga de Campeones, sólo superado por el Bayern de Múnich (8 victorias de los alemanes frente a 7 de los azzurri, que, sin embargo, tienen el mejor ataque). Entre el Milan y el Lecce, aparte del resultado, hubo un bajón de juego notable y evidente.

El Nápoles parecía cansado en algunos hombres, y eso no ayudaba a los complejos mecanismos del juego, que implican un ritmo alto y distancias cortas. Pero precisamente para centrarse en la calidad del juego, el entrenador decidió optar por pocos cambios.

Nunca más de tres En comparación con el partido de liga contra el AC Milan, en Lecce Spalletti cambió a tres jugadores y más o menos esos serán los cambios que hará para San Siro. Dicho esto hay una incógnita sobre el delantero centro, si Olivera está bien, probablemente se preferirá su físico en el carril izquierdo al más técnico Mario Rui.

En el centro del campo volveremos a ver a Zielinski, que descansó en Lecce, mientras que en la derecha probablemente se preferirá la velocidad de Lozano a la mayor capacidad de cobertura de Politano. Una elección que será aún más probable en caso de ausencia de Osimhen, porque las características del mexicano garantizan una mayor profundidad, la que le falta al Nápoles sin el nigeriano en la delantera.

Pero si hay algo que tranquiliza a Spalletti en un momento delicado -entre lesiones y bajones de forma- es la resistencia mental y el espíritu de su grupo. En Lecce vimos a un equipo menos brillante en la maniobra, pero que sigue siendo un equipo: con las actitudes adecuadas, con ganas de ayudar a sus compañeros, sin dar nunca muestras de nerviosismo o de comportamiento crispado. ¿Será suficiente en San Siro para cerrar positivamente la primera vuelta?