Maignan: el otro 10 en los palos

Alabada sea su intuición. Mike Maignan jugaba de delantero y odiaba los guantes. Le llamaban “el Pistolero”, como a Suárez, porque llegaba al campo con la camiseta del Liverpool y se pavoneaba al ataque. “Yo no juego en la portería”, dijo, así que hizo un pacto con su antiguo entrenador. “Mañana es la prueba decisiva con el Psg. Jugarás una mitad en la portería y la otra en ataque. ¿De acuerdo?” OK.

El resto es una historia de números uno, o quizás de números diez, porque Maignan sigue blindando los palos rossoneri con paradas instintivas. La última de Di Lorenzo, con su gran mano: su quinta portería a cero desde su regreso. Y Pioli sonríe, orgulloso de su equipo, con el francés en primera línea.

Tras cinco meses de calvario, ha vuelto para llevarse a todos por delante y soñar con Estambul. Actualmente se encuentra entre los cinco mejores porteros del mundo en términos de rendimiento. En tres palabras: él marca la diferencia. Se veía cuando faltaba. Se ve cuando está empleado.

De ‘Pistolero’ a ‘líbero’, un portero libre, que pone y desvía balones largos como un defensa central. Contra el Nápoles realizó seis lanzamientos positivos, los mismos que Kjaer. Cuando tiene el balón, el francés levanta la cabeza y construye. Una asistencia del pasado, de cuando jugaba en punta y aterrorizaba a las defensas.

Romain Damiano, el hombre que le convenció para ponerse los guantes de forma permanente, le ha descrito como un tipo imaginativo y con carácter. Un tipo que, en su época en el Psg, se enfrentó a Ibra de frente, lo que éste supo apreciar. Desde su etapa en el Milan ha conseguido subir aún más el nivel. Tras ganar la Ligue 1 con el Lille como rey de la portería a cero, Mike arrastró a los rossoneri al Scudetto.

Desde su vuelta a la normalidad, el Milan ha recuperado el ritmo, sobre todo en la Liga de Campeones, donde Maignan ha terminado los dos últimos partidos sin encajar un gol. Primero con los Spurs, 0-0 en Londres, y después con los Azzurri, neutralizando a Anguissa, Zielinski y Di Lorenzo.

Al final del partido, sus compañeros le abrazaron y abrazaron, al igual que San Siro, una vez más ‘on fire’ por su goleador. Demasiado para esas tardes de delantero.