El parte oficial es parco -no estamos hablando precisamente de un parlanchín- e informa de dos conceptos expresados al hilo del partido y del sueño turco: felicitaciones y mejores deseos para el Inter, y los -orgullosos- para su propio equipo. Por parte de Gerry Cardinale, una gestión posterior al partido que fue aplaudida por el Ministro de Deportes, Abodi: “Honor a los derrotados y felicitaciones por la cultura deportiva”. Pero también está la parte sumergida, la de los ‘cuchicheos’ y ‘susurros’, la de las cosas que se filtran de manera informal y ayudan a escarbar un poco y hacerse una idea más detallada de lo que hay bajo la punta del iceberg.
Y esa parte sumergida, como cualquier iceberg que se precie, es incómoda y peligrosa de navegar. Al timón del barco que debe evitarlo por todos los medios está Paolo Maldini, porque es normal que así sea: Paolo es el jefe del área técnica y, por tanto, el primero en ser cuestionado desde el punto de vista deportivo, para bien o para mal.
Paolo es también alguien que -un aspecto del carácter que comparte perfectamente con Cardinale- prefiere los hechos a las palabras. Sin embargo, cuando esas palabras llegan, a menudo dejan huella. Maldini nunca ha rehuido decir sus verdades y su visión. Lo hizo, por ejemplo, antes del primer derby y después del derbi de vuelta y, en definitiva, es fácil pensar que la titularidad no entusiasmó en ciertos pasajes.
La premisa, necesaria, es la que hemos formulado repetidamente: el modelo de gestión de Cardinale prevé que sólo se hagan cuentas al final de la temporada, con objetivos alcanzados o no. El número uno de RedBird no es un empresario acostumbrado, por naturaleza y enfoque profesional, a evaluar el evento único. El partido único. Si hay que hacer alguna comunicación a la dirección, se hará en privado, cara a cara, a su debido tiempo.
Es decir, al final de la temporada y tras una profunda reflexión. Al mismo tiempo, sin embargo, es poco probable que se pierdan algunas declaraciones de su director técnico. Antes del partido Milan-Inter: “Tenemos que aprovechar el momento, si lo dejamos escapar y no intentamos alcanzar el escalón más alto corremos el riesgo de dar dos pasos hacia atrás. En mi opinión, aún no estamos preparados para permanecer a este nivel, aún no estamos con los mejores clubes. Tenemos que invertir ahora para alcanzar ese nivel”.
Tras el partido Inter-Milán: “Hay que explotar el hecho de volver a este nivel, invertir para permanecer entre los cuatro primeros y hacerlo bien en Italia”. Maldini insistió repetidamente en el concepto de inversión, añadiendo también “que aún no estamos estructurados para competir en dos frentes, se lo hemos dicho a la prensa y a nuestros propietarios, ellos lo saben muy bien…”.
El nudo más grande, trivialmente, está todo aquí y desde luego no es nuevo. La visión de Maldini, obviamente legítima, choca con la corporativa. Elliott o RedBird en este sentido no hacen ninguna diferencia porque los métodos de gestión y planificación son los mismos. Paolo ya había señalado en el pasado la necesidad de invertir y es fácil imaginar que en este sentido no esté satisfecho. Por un lado un ejecutivo que no sólo es el máximo responsable del área deportiva, sino también la encarnación misma del Milan en el sentido más profundo del término.
Cuando Maldini gestiona una negociación de mercado, así como cuando simplemente sale de casa, es el Milan en el sentido más pleno del término, y no un simple directivo. En general, a Maldini le gustaría contar con jugadores más preparados, que en consecuencia también son más caros. Por un lado están las necesidades de una figura histórica que se autoproclama garante del proyecto.
Por otro, las de un club que persigue la sostenibilidad financiera desde hace cuatro años, a través de una astucia extrema que, sin embargo, no ha impedido al club disponer de 110 millones y volver a la Liga de Campeones, ganar un Scudetto y llegar al G4 de Europa. Un pequeño gran milagro, del que Paolo fue obviamente uno de los principales artífices.
También el pasaje sobre Dybala (“Habría sido mucho más fácil y mucho menos costoso para nosotros ir a por un jugador como Dybala a principios de año. Pero, ¿habría sido la compra adecuada para nuestro proyecto? ¿Habría sido correcta y compartida por la propiedad? No”) parece haber sorprendido algo a la propiedad, que no parece haber puesto ningún veto al argentino en su momento, dejando libertad de maniobra al área deportiva.
Y aquí entramos en otro punto caliente, a saber, la autonomía en las opciones de Maldini y Massara en el mercado. Ni que decir tiene que, a ojos de RedBird, las cuentas merecen una reflexión: los cincuenta millones gastados el verano pasado no dieron casi ningún rendimiento, lo que obviamente no puede haber pasado desapercibido. Por eso la situación es caliente, y fluida. En pocas palabras: con el Milan fuera de la Liga de Campeones 2023/24, el primero en ser cuestionado sería el propio Maldini.