Por el momento es el cuarto lugar, es la Liga de Campeones, pero no todos vivieron felices para siempre. Es el efecto de la sanción de los bianconeri, diez puntos menos que reescriben una clasificación nunca tan corta en la zona caliente. Si la jerarquía fuera la del campo, el Milan sería hoy quinto, a dos puntos del Inter y con el aliento de Gasp y Mou en la nuca. Sin ninguna certeza de mañana.
Además, el calendario ofrece Juve y Verona en las dos últimas jornadas: el Atalanta podría lograr el ‘fatal’ adelantamiento (ya que estamos con el tema veronés). Una cosa es entrar en la Liga de Campeones y considerar que hay al menos cincuenta millones en caja antes de empezar, y otra muy distinta entrar en una Europa League que, si todo va bien, da a los ganadores treinta millones más o menos.
Si el vaso estará medio vacío o lleno lo sabremos dentro de 180 minutos, pero el juicio general no cambia: no ha sido la temporada post-scudetto que el Milan esperaba. Y ahora hay que enmendarlo. Entrando en la Liga de Campeones, todo sería más fácil.
El último campeón italiano que cayó más allá del cuarto puesto fue la Juve hace veinticinco años: tras el Scudetto ’97-98, la marcha de Lippi durante la temporada y la penosa gestión de Ancelotti decretaron un decepcionante séptimo puesto y el fin de un ciclo irrepetible de campeonatos y copas.
Al Milan le había ido aún peor dos años antes: del Scudetto de Capello en el 96 al undécimo puesto de la temporada siguiente, marcada por la sorprendente marcha de Tabárez y la convocatoria de urgencia de Sacchi, quien, sin embargo, no logró levantar a otro gran equipo hasta el final del ciclo tras dominar Italia, Europa y el mundo. Con todos los respetos, el Milan de Pioli no cuenta una historia épica comparable a la de la Juve de Lippi y el Milan de Sacchi-Capello.
Ganaron un Scudetto y llegaron a una semifinal de la Liga de Campeones. La diferencia entre los campeones de entonces y los jugadores de ahora es abismal, pero el fútbol también ha cambiado. Para no dar la impresión de que lo ocurrido en 2022 fue un episodio -pero Pioli ha estudiado llevar a lo más alto a este equipo nada excepcional-, el club debe actuar ahora.
Mejor gastar un poco más hoy que perder mucho mañana. Las raíces son profundas: Maignan, Tonali, Leao, Bennacer, un Thiaw más experimentado y un Theo menos cansado y más centrado en el juego son la estructura sobre la que construir el futuro.
Es demasiado pronto para leer sobre la próxima temporada, pero el escenario ya parece indescifrable. El Nápoles cambiará de entrenador. La Juve podría necesitar una renovación a la baja. El adiós de Gasp al Atalanta es una hipótesis nada descabellada. La Roma podría perder el efecto Mou. Quizá sólo Inter y Lazio vuelvan a partir de bases técnicas consolidadas, pero las cuentas de Zhang están por ajustar y las inversiones de Lotito nunca han sido ‘galácticas’.
Por otra parte, se sabe que, de los italianos que han suscrito el acuerdo Fair Play con la UEFA, sólo el Milan ha emprendido un camino virtuoso que le permite gastar. Nunca es agradable hablar con el dinero de los demás, pero el primero en darse cuenta de que será un mercado deficitario es el Milan. Parece que hay cien millones disponibles, entre cesiones, salarios ahorrados, ingresos varios.
No se pueden cometer errores como el verano pasado, cuando Dest, Adli, Vranckx, Origi (todos de salida), Pobega y Thiaw (útiles) y De Ketelaere, un enigma viviente al que quizá haya que dar otra oportunidad, salvo improbables ofertas indecentes.
El problema es que necesitamos un lateral, dos centrales, un mediocentro, dos centrales y un mediapunta: mucho, pero esta temporada ha explicado que sin banquillo no se puede ganar. Los nombres en el próximo episodio, tras la clasificación final. Hoy, directamente, el proyecto.