El Milan y Paolo Maldini están a punto de romper. El encuentro de esta mañana entre Gerry Cardinale y el entrenador se convirtió en un cara a cara muy tenso. Cardinale y Maldini se separaron con un contraste abierto y el riesgo de que el Milan y su director técnico separen sus caminos es alto. ¿Es posible que se recomponga la ruptura? Imposible descartarlo, pero es difícil.
La impresión es que por la noche no habrá noticias oficiales. Mañana, quién sabe. Para el Milan, evidentemente, sería el big bang que abre un nuevo curso y cierra la era del Scudetto de la manera más sensacional.
Los resultados de la temporada -semifinales de la Liga de Campeones y clasificación para la siguiente edición- habían llevado a todo el mundo a considerar lógica la continuidad de la relación, con la ambiciosa titularidad de RedBird y Maldini en su papel de responsable del área técnica, para los aficionados el buque insignia del club y un vínculo con el pasado. Sin embargo, muchos problemas permanecían bajo la superficie.
Tiene su origen en las diferencias de planes para el nuevo curso y para la próxima temporada en particular. Es evidente que RedBird no está satisfecho ni con el transcurso de la temporada, con un quinto puesto transformado en cuarto sólo por la sanción sufrida ante la Juventus, ni con las inversiones veraniegas, con Charles De Ketelaere y Divock Origi símbolos de elecciones que no dieron resultados en el campo.
Está claro, sin embargo, que algo falla en la relación entre Maldini y la propiedad, independientemente de victorias y derrotas. Maldini, tras años complicados en la relación con el entonces consejero delegado Ivan Gazidis, firmó una renovación por dos años el 30 de junio de 2022.
Ese contrato le garantizaba total autonomía sobre el área técnica, dentro del presupuesto establecido por la propiedad: un apretón de manos tenso, llegado tras largas negociaciones sobre el contrato, debatido línea por línea. Demasiado, probablemente. Ciertamente, el sentimiento nunca fue total.
Hasta la ruptura de hoy. En este escenario, el trabajo del director deportivo Ricky Massara, muy cercano a Maldini, el hombre de las negociaciones en estos años de persecución de los primeros puestos italianos y europeos, también se vería interrumpido.
El director deportivo Ricky Massara seguirá a Maldini: en caso de despedida, él también se iría. ¿Y Stefano Pioli? Pioli sigue al frente del Milan. El entrenador siempre ha contado con la confianza de la propiedad y ha cosechado elogios públicos tanto de Cardinale como de Furlani.
La reorganización aún tendría que definirse en detalle, pero es lógico imaginar que Pioli tendría más poder de decisión en el mercado. Inevitablemente, vienen a la mente sus palabras de finales de mayo: “Si queremos ser competitivos para ganar el campeonato y alcanzar las semifinales de la Liga de Campeones, está claro que hay que mejorar el equipo”.
¿Ausencias reparables o un abismo? Sólo el tiempo lo dirá. Mientras tanto, sin embargo, uno puede tratar de imaginar cómo sería el Milan sin Maldini y Massara, o más bien sin los pilares del área técnica. Una pareja casi de facto, que ha aprendido a conocerse y apreciarse mes a mes, unida por una última renovación de contrato -finales de junio de 2022- definitivamente sufrida.
Un club que pierde de un plumazo a su director técnico y a su director deportivo se encontraría, obviamente, ante un escenario complicado, porque faltarían dos referentes básicos desde el punto de vista deportivo. Quienes conocen a Cardinale aseguran que no es de decisiones “viscerales” y que piensa mucho antes de tomar decisiones importantes.
Imaginamos, por tanto, que el número uno de RedBird, en el momento en que decidiera no continuar con Paolo y Ricky, ya tendría bastante clara en mente la consiguiente estructura societaria. Que partiría precisamente de él, es decir, de una mayor centralidad de su figura en la dinámica del mundo rossonero. Y no porque hasta este momento Cardinale no haya sido central: lo es por necesidad, al ser el número uno del fondo que es accionista mayoritario del club.
No, aquí hablamos realmente de presencia física. La misma que hasta ahora ha generado cierta perplejidad y más de una crítica en aquellos aficionados a los que les gustaría que la propiedad estuviera más presente sobre el terreno. Aquí: sucedería. Cardinale vendría más a menudo a Milán y se ocuparía él mismo de más asuntos.
En cuanto a la sustitución de Maldini y Massara, bueno… no serían sustituidos. No en el sentido estricto del término. Simplemente: un nuevo entrenador y un nuevo s.d. no llegarían en lugar de los antiguos. La sustitución sería más bien organizativa. Podríamos llamarlo “conceptual”, es decir, un reparto de tareas entre los que ya están. Al menos, así sería en los primeros tiempos.
Significa que la dinámica del mercado sería a todos los efectos responsabilidad del director general Furlani, del mismo modo que el actual jefe de ojeadores Moncada, una figura muy respetada por la propiedad, ganaría más peso en las decisiones.
También podemos imaginar un mayor recurso a las bases de datos y a ciertas dinámicas al estilo Moneyball: datos, algoritmos y estadísticas, que funcionaron muy bien en el Toulouse y que obviamente no son repetibles en esos términos en un club como el Milan. Que tiene objetivos y necesidades diferentes.
Pero sería razonable esperar una mayor impronta en este sentido. En cuanto a la perspectiva de jugadores, la filosofía no cambiaría: tendencialmente menores de 25 años, jugadores que puedan garantizar una buena clave de reventa, que jueguen un fútbol moderno y europeo. Después, como nos enseña la experiencia de los últimos años, la presencia de algunos senadores sigue siendo esencial.