
Esta es la historia de un amor que nunca floreció, a pesar de los acercamientos, los intentos de convivencia, incluso los insistentes juicios. Nada que hacer. Milan y el argentino no consiguen hacer despegar su romance. Es como si hubiera una especie de maldición que impidiera materializar ese vínculo, algo extraño y misterioso, imposible de investigar, pero real porque hay experiencias, hechos que lo atestiguan.
Cuando un jugador argentino viste la camiseta rossonera, salvo en casos muy contados, se puede estar seguro de que se está ante un fracaso. Ahora que el joven Luka Romero, talentoso delantero de banda, aterriza en Milanello, sólo queda desearle un revés y una patada definitiva a este asunto tan absurdo que corre el riesgo de traspasar los límites de la normalidad y rozar lo paradójico.
Una mirada atenta a la historia rossonera no revela casos de argentinos felices. El Milan ha sido sueco (recuerden el trío Gre-No-Li), ha sido holandés (Gullit-Van Basten-Rijkaard), ha sido brasileño (tras los años dorados de Altafini, llegó la era de Dida, Leonardo, Cafú, Kaká, Pato, Ronaldinho y compañía). En Buenos Aires y alrededores, sin embargo, nunca encontró la felicidad.
Si acaso, fue el Inter el que encontró el tesoro en la Pampa: aparte del presente con Lautaro Martínez, piénsese en Javier Zanetti, el capitán de capitanes, en Cambiasso, Milito y Samuel, todos héroes del Triplete que celebraban la gloria recién conquistada reuniéndose en las casas de los demás, cocinando carne a la parrilla, bailando tango y entonces era como estar en Buenos Aires.
En el Milan es como si los argentinos hubieran encontrado la puerta no cerrada, sino atrancada. Aquí no se entra. Un fenómeno como Antonio Valentín Angelillo lo intentó al final de su carrera. La temporada 1965-66, Nils Liedholm le llamó a filas: 11 partidos, un solo gol. Para alguien que, con la camiseta del Inter, antes de ser víctima del ostracismo de Helenio Herrera, había marcado 33 goles en una temporada, resultaba ciertamente extraño.
Otro goleador de raza como Gonzalo Higuaín en el conjunto rossonero duró el espacio de un otoño. Llegó de la Juve en una onerosa cesión, disputó 22 partidos, marcó la miseria de ocho goles y en enero hizo las maletas y se marchó al Chelsea. El Pipita, en el Nápoles, era alguien que había marcado 36 goles en 35 partidos de liga, no un cualquiera.
Sin embargo, los colores del Diavolo nunca se le pegaron a la piel. Los que tuvieron más éxito fueron Andrés Guglielminpietro, que marcó el gol del Scudetto en Perugia en 1999, y Hernán Crespo, que incluso marcó un doblete en la final de la Liga de Campeones en Estambul.
Pero incluso allí la maldición, terrible, acechaba en los pliegues de una felicidad efímera: el Milan, aquel desafío que ganaba 3-0 al final de la primera parte, lo perdió ante el Liverpool en los penaltis y Crespo sintió el mayor dolor de su carrera. No hay paz ni siquiera cuando parece haber un rayo de luz.
Dejando a un lado los pasajes anodinos de los distintos Chamot y Ayala, Coloccini y Musacchio, Biglia y Maxi López, merece la pena detenerse en el que en su momento, a finales de los ochenta, fue considerado un talento tan absoluto que el presidente Berlusconi se enamoró de él: Claudio Borghi.
Con Argentinos Juniors había encandilado en la Copa Intercontinental, incluso se había subido al escenario pese a tener enfrente a un genio del fútbol como Michel Platini, y sin embargo, cuando llegó a los rossoneri, a instancias del jefe, no sólo no despuntó sino que ni siquiera tuvo la oportunidad de intentarlo. Arrigo Sacchi le rechazó.
Quería a Rijkaard para completar el Milan holandés y así Borghi acabó en el olvido, quizá víctima de un diseño táctico que no era su traje natural, o quizá también a él le mató la maldición del Argentini milanés. Hay un caso bastante curioso en la historia del Diavolo, el de Néstor Combin. Delantero centro argentino de nacimiento, pero con pasaporte francés, alcanzó el techo del mundo con el Milan: ocurrió en 1969.
Marcó un gol en el 3-0 de la ida contra Estudiantes y en el partido de vuelta, en la Bombonera de Buenos Aires, recibió insultos, patadas y puñetazos, hasta el punto de que tuvo que salir sangrando en camilla, porque los hinchas argentinos le consideraban un traidor por no haber hecho el servicio militar en su tierra natal y haberse trasladado a Francia.
Después del partido fue incluso detenido y encarcelado en una prisión de Buenos Aires: sólo la intervención de los directivos del Milan y del embajador italiano permitió su liberación. Combin salió de la cárcel con la cara hinchada, la cabeza dolorida y las piernas que apenas podían sostenerle.
En esta imagen está la metáfora de un argentino vestido con la camiseta rossonera: incluso en un día glorioso, cuando se ha alcanzado el techo del mundo y se puede disfrutar de las propias proezas, hay lugar para el miedo y el dolor.
La esperanza es que la llegada de Luka Romero al club rossonero sirva para invertir una tendencia que se ha convertido en costumbre con el paso de los años (a diferencia de lo que ocurrió con el Inter…), donde esta mañana ha realizado las visitas médicas y firmará su nuevo contrato con el Milan hasta el 30 de junio de 2027.
D’OTTAVIO ES EL NUEVO DIRECTOR DEPORTIVO
Tras el adiós de Maldini y Massara, desde Via Aldo Rossi lo habían tenido muy claro: ni un nuevo director técnico ni un nuevo director deportivo llegarían de fuera (por la coincidencia de aquellos días, más de uno había pensado en Tare, salida del Lazio y viejo objetivo rossonero). Y así fue.
El Milan se reorganizó internamente, confiando las directrices del mercado primero al director general Furlani, y luego a su mano derecha Moncada, jefe de ojeadores. El puesto de director general, sin embargo, seguía sin cubrirse, al menos en términos burocráticos. Y ahora se ha esclarecido el nombre: se trata de Antonio D’Ottavio, jefe de ojeadores del sector juvenil.
Nacido en 1982, D’Ottavio llegó al Milan en 2017 tras su experiencia, también en el scouting, en Torino, Sunderland e Inter. Un hombre de la confianza de Moncada, por tanto, con el que seguirá trabajando, ampliando a su vez su perímetro de acción como hizo Moncada.
Eso sí, con un subrayado importante: D’Ottavio pasará a formar parte del equipo rossonero que opere en el mercado, pero siempre dentro del modelo colegial -llamémoslo anglosajón- sobre el que se ha montado la nueva gestión directiva. En otras palabras: no será la figura del clásico director deportivo que se mueve de forma más o menos autónoma para llevar las negociaciones y manejar el presupuesto.
El hecho de que la elección haya recaído en una figura ya presente en el club -evidentemente apreciada-, es una confirmación del nuevo modelo rossonero. D’Ottavio había llegado al Milan bajo la dirección china de Li Yonghong y se había confirmado entonces a pesar de los sucesivos cambios de propiedad. Había recibido su diploma federativo como d.s. en abril de 2022.

LOS DETALLES SOBRE TIJJANI REIJNDERS
El centro del campo del Milan se ha revolucionado y seguirá cambiando. Tras la grave lesión de Bennacer, que estará disponible y en buena forma hacia finales de otoño, el doloroso adiós de Sandro Tonali. El Milan empezará la temporada con un centro del campo inédito.
El club trabaja para dar cuanto antes a Stefano Pioli los jugadores con los que construir la columna vertebral del Milan que llegará desde el inicio del encuentro y uno de los nombres sobre los que existe un fuerte interés por parte de la directiva rossonera es el de Tijjani Reijnders, a quien el propio Milan le gustaría tanto que rechazaría cualquier otra propuesta, como la del Barcelona.
Tijjani Reijnders nació en Zwolle el 19 de julio de 1998. Creció futbolísticamente y debutó en el club de la ciudad, pero enseguida se marchó al AZ Alkmaar. Juega como centrocampista central o como medio centro, pero cuando ha sido necesario también ha podido ocupar posiciones en ambas bandas, en el centro del campo y en ataque, y también ha sido útil como trequartista.
Dinámico y proactivo, es útil en todas las fases del juego. Su papel, sin embargo, es el de centrocampista. Físicamente fuerte, pero también dotado de una importante técnica de base, Reijnders es 185 cm de corazón, técnica y pulmones al servicio del equipo.
Su aclimatación al Milan, al Milan y al fútbol italiano es un factor que conlleva otras variables a tener en cuenta, pero en lo que respecta al jugador en cuestión, sería una incorporación importante, sobre todo teniendo en cuenta la marcha de Tonali. Reijnders que coincide con el perfil técnico y físico de Sandro Tonali y que intentará ofrecer a Stefano Pioli las mismas garantías que le ofreció el ex número 8 ahora en el Newcastle.
Reijnders viene de una temporada en la que disputó 54 partidos, marcó siete goles y dio 12 asistencias. De esos números, 34 apariciones en la Eredivisie, con tres goles y ocho pases de gol. Al parecer, el centrocampista holandés ha dicho sí al Milan por un contrato de cinco años y 1,7 millones por temporada.
El Milan y el AZ aún no han llegado a un acuerdo sobre la ficha del jugador, cuyas exigencias holandesas ascienden a 25 millones. No obstante, se confía en encontrar un punto de encuentro antes del fin de semana para que Reijnders esté presente el primer día de la concentración del equipo.