Electrocución de una noche europea a principios de septiembre. En el partido inaugural de la última Champions League, Noah Okafor había hechizado al Diablo en velocidad, con un parpadeo propio. Un gol para ver y volver a ver, con un par de túneles en Kalulu y Maignan como signo de exclamación. Será el delantero centro del nuevo Milan, la sexta huelga del verano del AC Milan.
De padre nigeriano y madre suiza, Okafor nació el 24 de enero de 2000 en Binningen -poco más de quince mil habitantes en el cantón de Basilea-País- y pertenece a la etnia igbo, repartida por todo el mundo por un total de 30 millones de personas.
Criado en Basilea, el delantero suizo ingresó a la galaxia Red Bull en 2020 y se mudó a Salzburgo. En Austria empezó a marcar y al cabo de un año se subió al tren de convocatorias de la selección suiza, llevándose también un puesto en el último Mundial de Catar (que acabó con tres participaciones sin goles). Coincidentemente, puso su primer sello internacional el día que el equipo de Murat Yakın se clasificó para el gran evento, gracias a una derrota de Bulgaria por 4-0 el 15 de noviembre de 2021.
Okafor llega al Milán con la tarea de echar una mano a Giroud en el centro del ataque, pero a diferencia del francés es un primer delantero atípico, mucho más móvil. Dotado de un excelente pie derecho, es un elemento técnico, imaginativo, de buen físico (mide 1,85 metros) y sobre todo difícil de acotar a la hora de elegir la solución del regate.
Como se vio en la Champions, precisamente ante los rossoneri. Otra característica importante es la frescura en la red: calidad nada trivial para una clase 2000, que sabe estar lista cuando se le necesita. Indagando en su historia, resulta que hace unos años hizo un aprendizaje en una empresa de artículos deportivos en Suiza, plan B para plantearse la extraescolar como alternativa a aquel balón que luego le trajo al centro de Europa.
Los números del año pasado hablan de 10 goles en 32 partidos, entre liga (7) y copa (3), pero hace dos años fue mejor con 14 destellos y 11 asistencias en el acta. En la recién concluida Bundesliga austriaca, ganada por el Salzburgo por decimoséptima vez, se destacó a menudo por actuaciones de sustancia y cantidad, ayudando al equipo no solo en términos de goles.
Para su equipo era un jugador completo y funcional, capaz de variar cuando hacía falta incluso en los costados del ataque. En los últimos años ya ha llenado su tablón de anuncios con una Copa de Suiza, 4 campeonatos y 3 copas nacionales ganadas en Austria.
En definitiva, un perfil polivalente pero con buena experiencia -pese al menor nivel de los campeonatos cruzados- y apto para un identikit del proyecto milanés, con amplio margen de crecimiento. Curiosidad: tiene dos hermanos que son futbolistas, ya habla italiano y es un gran aficionado a los cromos de Panini desde niño. Al llegar a la Serie A, podrá seguir cuidando (también) otro interés.