El Milan envía un mensaje en una botella desde Cagliari: ‘Dile al Inter que para el Scudetto también estoy yo’. Subtítulo, escrito en letra pequeña pero no demasiado: ‘Pioli tiene un equipo de verdad, más completo que hace un año’. El Milan facturó mucho y ganó 3-1 en el Unipol Domus: ventaja de Luvumbo, luego Okafor, Tomori y en la segunda parte Loftus-Cheek.
No habrá pasado desapercibido que los dos goles fueron inéditos: Okafor y Loftus-Cheek nunca habían marcado en Italia (Okafor no marcaba desde noviembre…) y esto, para un Milan vinculado a Giroud y Leao, es fundamental. Sobre todo, Pioli obtuvo respuestas de muchos recién llegados: Adli, Chukwueze, Musah, Sportiello.
No fue un Milan por encima de toda sospecha -con 1-0 temblaron-, pero gustó por personalidad, decisión y calidad individual: Pulisic entrando en dos de los tres goles, Reijnders entre los mejores, Tomori aún muy positivo, un golazo de Loftus-Cheek. Y decir que el Cagliari se había puesto por delante…
Veamos los goles. En el minuto 29 Luvumbo ganó un choque con Adli, que no reaccionó y la perdió. Nandez lo encuentra bien y Luvumbo chuta fuerte, pero muy fuerte. Sportiello levanta las manos como diciendo “me rindo”. El Milan empata en el minuto 40 y tiene que agradecérselo a Radunovic. Pulisic se zafó de Zappa y centró raso, un balón inofensivo que el portero del Cagliari, con una parada en plancha, convirtió en asistencia para Okafor, apagado y decepcionante hasta ese momento.
Un empate que lanzó la jugada de la remontada, que llegó en el tiempo añadido de la primera parte. Un saque de esquina de Adli, una jugada que liberó a Reijnders, un fuerte centro del holandés. En ese momento, fue una cuestión de reactividad y suerte: Tomori estuvo decidido, quemó a Hatzidiakos y metió el gol. Quedaba el 3-1, nacido de un contragolpe milanista en el que Pulisic controló y liberó en la frontal del área a Loftus-Cheek, que estuvo bien chutando fuerte desde fuera del área, en el último centímetro junto al poste.
Pioli empezó con Chukwueze-Okafor-Pulisic en punta y confió en Adli para jugar. Todo era de esperar, incluso el guión: el Cagliari replegado atrás, listo para la reanudación, el Milan con el balón. Sí, pero ¿partido entretenido o aburrido? Entretenido, con ocasiones. Primero un disparo de Reijnders, luego Florenzi, en el minuto 9 ya la tercera ocasión para el Milan, un balón de Reijnders para Okafor. Y de nuevo, dos ocasiones para Loftus-Cheek antes de que empezaran a llover goles: Luvumbo en el minuto 29, Okafor en el minuto 40, Tomori en el minuto 46.
El Milan vivió su momento más difícil cuando se vio por debajo en el marcador: justo antes del gol del empate, se tambaleó y tembló ante un disparo de Sulemana al segundo palo, tras una pérdida de Theo. El error de Radunovic, sin embargo, cambió el partido, y relativamente importa que el guardameta del Cagliari obrara un milagro en la última acción de la primera parte: una volea al larguero a disparo de Hernández.
La segunda parte fue otra historia, en parte porque el Cagliari pasó al 4-4-2 (Oristanio en lugar de Wieteska), y en parte porque Loftus-Cheek hizo el 3-1 a los 14 minutos, poniendo el partido en bandeja a Pioli. A partir de ahí, cambios, regates del Milan, un disparo de Oristanio repelido. Poco más.
Al final, equilibrio. El nuevo Milan, con rotación necesaria, convenció. Sin Leao ni Giroud, nació una democracia en la que todos por turnos -Reijnders, Adli, Loftus-Cheek, Chukwueze, Pulisic- pueden intentar la jugada. Y la intentan. Adli fue… todo Adli en una tarde. En el gol del Cagliari mostró los límites de su aptitud defensiva, pero durante 58 minutos lideró al Milan con ideas y personalidad, facilitado por el hecho de que el Cagliari se hundió y le dejó jugar.
Para bien o para mal, es el jugador más alejado posible de Krunic (pero eso ya se sabía). Luego, por supuesto, las variaciones. Pioli en el 2-1, cuando el Cagliari empujaba, jugó con Pobega y Musah para dar físico e intensidad… y Loftus-Cheek le dio rápidamente la razón. Leao entró en los últimos 20 minutos e hizo poco. En resumen, casi todo bien, incluido el descanso total de Giroud, que se quedó en el banquillo hasta el final. De cara a Lazio y Borussia, le vendrá bien.
Ranieri, por su parte, sorprendió con un Cagliari peculiar, un 4-5-1 en el que Luvumbo empezó en la derecha para convertirse en segundo delantero, mientras que Nández jugó en la izquierda, no en la derecha como es habitual. Extraño. Funcionó a ratos, porque Luvumbo fue a menudo un incordio, pero el Diablo, como suele decirse, se coló en los detalles: el error de Radunovic, el 2-1 de penalti, un contragolpe raro concedido a Pulisic.
Preocupantemente, el equipo decayó en la segunda parte y sólo inquietó a Sportiello a tres minutos del final con un disparo de Oristanio. El veredicto es simple pero claro: en ataque, aparte de Luvumbo -el único que chuta, el único que marca-, todo es oscuridad.