La última vez que el Milan había registrado beneficios en el balance fue el 31 de diciembre de 2006: +2,5 millones de euros, gracias a la venta de Shevchenko al Chelsea, que le reportó una plusvalía de 42 millones. En la última temporada, sólo se registraron 300 mil euros de plusvalías: 233 mil de Tsadjiout al Cremonese, 35 mil de los jugadores Tucceri Cimini y Longo al Fiorentina, concretamente. Por eso, los 6 millones de beneficio en el balance consolidado de los rossoneri hasta el 30 de junio de 2023 adquieren un significado histórico.
El Milan, tras el rescate de Elliott y la reestructuración societaria, ha completado el reequilibrio directivo en el primer año de RedBird. Y la prueba está en este sencillo cálculo: la diferencia entre ingresos y gastos de explotación -quitando el comercio de jugadores en todas sus partidas, intereses e impuestos- es positiva por 8 millones, 398 frente a 390.
Ningún equipo en Italia, a alto nivel, consigue hacerlo tan bien. Desde luego, ni la Juventus ni el Inter, que cerraron sus presupuestos para 2022-23 con pérdidas de 123 y 85 millones, respectivamente, ni la Roma ni el Lazio, ni siquiera el Atalanta o el Nápoles, cuyas últimas cuentas se espera que estén en números negros pero sólo por las plusvalías.
La senda de recuperación rossonera, acompañada de una concomitante vuelta a la competitividad italiana y europea, se aprecia muy bien en esta tendencia de los resultados presupuestarios netos: -195 millones en 2019/20, -96 en 2020/21, -66 en 2021/22, +6 en 2022/23. Pero eso no basta. La prueba de fuego está en la tesorería, el verdadero termómetro de la salud de un club.
Pues bien, la deuda financiera neta a 30 de junio de 2023 es incluso positiva, es decir, el activo supera al pasivo. Esto se debe a que, frente a unas deudas de 71 millones, la liquidez asciende a 82 millones: la posición financiera neta, por tanto, es de +11 millones, una mejora significativa en comparación con los -28 millones a 30 de junio de 2022.
Además, la naturaleza de estas deudas también es reveladora: no se trata de descubiertos bancarios tradicionales ni de obligaciones, sino de operaciones de factoring, es decir, anticipos sobre créditos futuros. Y así será también en el futuro inmediato, como explica el Director Financiero Stefano Cocirio: “De momento no tenemos previsto cambiar de fuentes de financiación, el sistema sigue siendo el mismo. Salvo para el proyecto del nuevo estadio, para el que, además de la aportación de capital de los propietarios, recurriremos a la financiación bancaria”. Analizando, pues, la cuenta de resultados, emerge claramente un rasgo distintivo de la gestión del Milan, iniciado por Elliott y heredado por RedBird en señal de continuidad.
Por un lado, el crecimiento del volumen de negocio, gracias a los resultados en el campo obtenidos con astutas inversiones y la revitalización de la marca; por otro, la obsesiva atención a los costes, en particular al presupuesto de gestión de la plantilla, compuesto por los salarios brutos de los jugadores y los gastos de amortización de las “etiquetas” de los jugadores.
En 2018/19, la última temporada completa antes de la emergencia Covid, el Milan viajaba con unos ingresos netos de 216 millones y con unos salarios de 185 millones, de los que 169 correspondían a jugadores inscritos: combinando esta última partida con las amortizaciones (80), se gastaban 249 millones en la plantilla, es decir, el 115% de la facturación ajustada por el comercio de jugadores.
Una situación insostenible. En 2022/23, los ingresos netos se dispararon hasta los 398 millones, mientras que los salarios cayeron hasta los 174 millones, de los que 149 corresponden a los sueldos de los jugadores. Las amortizaciones también bajaron, a 51 millones. En consecuencia, el coste de la plantilla se ha contenido a 200 millones, es decir, el 50% de los ingresos.
Un resultado formidable. En el mismo periodo de tiempo en que se duplicaron los ingresos y disminuyeron los gastos, el Milan volvió a ganar el Scudetto y a asistir con regularidad a la Liga de Campeones. Rendimientos deportivos hábilmente explotados por quienes debían realzar la marca rossonera y volver a despertar la pasión adormecida del público, en Italia y sobre todo en el extranjero.
No sorprenden tanto los 73 millones de ingresos de San Siro, duplicados respecto a la época prepandémica (imagínense cuánto se puede recaudar en un estadio nuevo y polivalente), como los 127 millones de ingresos comerciales, en un crescendo imparable: 57 millones en 2018/19, luego el interludio de Covid, después 83 millones en 2021/22, hasta los 127 actuales, gracias al +40% de los patrocinios y a la nueva palanca del comercio electrónico internalizado, que el año pasado generó 14 millones de ingresos. Y esta temporada, a juzgar por las nuevas colaboraciones y la renovación con Emirates, la curva ascendente continuará. En julio, además, se creó en Dubai la filial Milan Management Middle East para representar y gestionar las actividades comerciales en ese territorio estratégico.
Para el ejercicio 2023/24, las perspectivas son halagüeñas. “Los dirigentes de la sociedad”, reza el párrafo sobre la evolución previsible de las operaciones, “persiguen un plan de desarrollo destinado a mantener un equilibrio sustancial entre ingresos y costes, el crecimiento de los ingresos mediante el desarrollo de diversas actividades y nuevos patrocinios, y el refuerzo continuo de los equipos del club mediante inversiones en los derechos de rendimiento de los jugadores”.
Cabe señalar que la campaña de abonos registró un aumento de los ingresos y, lo que es más importante, que la sesión del mercado de fútbol de verano generó 48,5 millones en plusvalías (esencialmente Tonali en el Newcastle), con un aumento neto del capital invertido de 91,3 millones, claramente diluido en el tiempo. Esto significa que el 30 de junio de 2024 el Milan celebrará su segundo beneficio consecutivo.
En lo más alto de la agenda de la nueva propiedad está el estadio. El fondo RedBird liderado por Gerry Cardinale, según consta en el informe anual, adquirió el 99,93% del Milan el 31 de agosto de 2022 a través de ACM Bidco, una sociedad de responsabilidad limitada con sede en Ámsterdam. Al mismo tiempo, las acciones rossoneri fueron pignoradas a Rossoneri Sport Investment Luxembourg, es decir, al vendedor Elliott, “como acreedor garantizado, en virtud del Acuerdo de Prenda sobre Acciones”.
Se trata, en la práctica, de la garantía colocada para cubrir el llamado “vendor loan”, es decir, el préstamo de 550 millones concedido por Elliott a RedBird para finalizar la operación: dinero a devolver en tres años, con un tipo de interés del 7%. Dada la elevada valoración otorgada el año pasado (1.200 millones el valor de empresa), el éxito de la inversión de Cardinale pasa por un nuevo y marcado crecimiento del planeta Milán. El estadio, por tanto, es fundamental.
No es casualidad que la nueva propiedad, confiando a la dirección encabezada por Scaroni y Furlani la tarea de mantener la autosuficiencia de la gestión, haya realizado en los últimos meses una aportación de capital de 40 millones, destinada a dotar al Milan “de los fondos necesarios para cubrir los gastos de construcción del nuevo estadio”.
Nada de dinero para el mercado -que tendrá que seguir procediendo de los recursos propios del club-, sino financiación para el proyecto de San Donato, aquel capaz de situar al Milan en una dimensión superior y permitir así recuperar la inversión cuando el Pájaro Rojo decida abandonar el escenario.