Leao: más nervios que goles

La desaceleración por una vez cuenta más que la aceleración. Rafa Leao salió del campo el domingo por la noche con aspecto de hombre dispuesto a retar al mundo a un duelo (o al menos al señor de la camiseta negra que entrena al Milan). Rafa, sin embargo, salió por el lado corto del campo cuando fue sustituido y, en el camino desde el saque de esquina hasta el banquillo, fue enfriado por Adli, que le frenó, y por Florenzi, que debió de decirle palabras convincentes.

Sea como fuere, Leao sólo le preguntó a Pioli “¿por qué?” y por la noche, entre el postpartido y el viaje de vuelta a Milán, lo aclaró con su entrenador. Pioli le dio la explicación del cambio y el caso no pasó a mayores. Queda, sin embargo, una obviedad: Leao nunca ha estado tan nervioso. Si a esto le sumamos que Rafa lleva casi 40 días sin marcar -cuarentena goleadora- y que está recibiendo críticas nunca vividas en su carrera, está claro: Leao no es el jugador que esperaba el Milan y atraviesa un momento difícil. Digamos que una crisis otoñal.

Sí, pero ¿qué está pasando? Comprender los pensamientos de un fenómeno en potencia como Leao no es fácil. Algo, sin embargo, se puede explicar sin duda, a partir de dos factores. Uno conocido, otro no. El primero es la presión. Leao nunca ha vivido unas expectativas tan altas. El Milan le firmó una renovación por cinco años en junio, lo que le convierte en el jugador mejor pagado del club y uno de los mejor pagados de la liga.

El contrato incluye un complejo sistema de primas, pero Leao para esta temporada -e idealmente para la siguiente- ganará cerca de 7 millones por temporada. Para el club, una inversión total de unos 45 millones para el quinquenio 2023-2028, suponiendo y por supuesto no concediendo que Rafa siga en el club rossonero cinco años. Leao en esa negociación pidió el número 10, que puntualmente llegó con la salida de Brahim Díaz.

Y el número en el fútbol no es sólo un signo gráfico. Resultado: Rafa en dos meses pasó de ser un jugador fuerte con una camiseta normal a la etiqueta de líder designado, símbolo del equipo en el mundo, número 10 como Rivera y Gullit. Incluso él, que normalmente juega ligero y despreocupado, siente que las expectativas aumentan partido tras partido, de un gol fallado al siguiente.

El otro factor es muy personal y se remonta a la primavera, cuando Leao se desató en las -muy complejas- negociaciones para la renovación, con dos agentes en el campo y toda su familia implicada. Los protagonistas son los mismos. Jorge Mendes, agente de Rafa desde hace años; Ted Dimvula, el agente francés con el que Leao ha firmado un poder notarial válido hasta febrero de 2024; y el padre Antonio, que es casi agente ayudante de Rafa.

Leao está siendo exprimido en estas semanas. Mendes es lógicamente aprensivo: pretende llegar a febrero, cuando expira el acuerdo entre el 10 y Dimvula, para tomar el control de las operaciones. Dimvula, respaldado por papá Antonio, en cambio, quiere renovar el acuerdo para convertirse de hecho en el conseguidor de Leao. Y, si un futbolista con agente puede ser duro, no es tan fácil serlo con un padre muy prepotente.

El campo refleja todo esto. Leao alinea partidos modestos, con un par de destellos y varias malas elecciones. Alguna jugada de campeón, pero también varios intentos fuera de lugar, no solicitados: el taconazo contra el Newcastle, el intento de globo en Nápoles. Rizos barrocos, muchos. Concreción, poca. Leao es así un jugador potencialmente fenomenal pero paradójicamente unidimensional: sus mejores acciones se parecen todas entre sí y Rafa casi nunca es peligroso con un cabezazo, un movimiento sin balón hacia la portería o un disparo lejano. Todavía tiene mucho tiempo para mejorar, pero ahora mismo no evoluciona.

El Milan intenta gestionarlo. En el pasado, Paolo Maldini le ha defendido a menudo en público y en privado ha alternado discursos comprensivos con duras críticas. Giorgio Furlani es ahora un hombre de referencia para Rafa, pero reconstruir el equilibrio no es fácil. Por eso, se me ocurre que Leao haría bien en tener a su lado a un consejero-amigo, que pueda darle sugerencias técnicas y mirarle por encima del hombro cuando sea necesario, alguien con experiencia de alto nivel, quizá acostumbrado a soportar la presión de los medios y las críticas. ¿Se entiende no? Empieza por Z.