El problema de las jugadas a balón parado

En los días del parón, un par de asuntos dominan sobre los demás en la agenda de Stefano Pioli. Junto a las lesiones, otro asunto en la mente del técnico rossonero son los balones inactivos. Demasiadas veces, sobre todo en los últimos tiempos, el Milan no sabe gestionar las situaciones y pierde lucidez. Y así, los saques de esquina, los tiros libres, incluso los saques de banda, traen dolor.

El punto de partida viene de las palabras del propio Pioli, que tras la remontada ante el Lecce habla así, desconsolado, a los micrófonos de Dazn: “Nos metieron un gol en un saque de esquina idéntico al del martes con el Psg. Son errores que estamos pagando muy caros. No estoy en absoluto satisfecho”. La primera clave de interpretación está justo aquí, porque para el Milan no es la primera vez: situaciones como ésta ya se han dado en el último año.

Para no remontarse demasiado atrás, el técnico cita el gol encajado por Skriniar unos días antes en San Siro, a los nueve minutos de juego. Luego explica el asunto con una palabra que pesa más que otras: “En la segunda parte hemos jugado con un frenesí que no nos caracteriza. Teníamos que controlar mejor el juego y gestionar mejor el balón. Tuvimos dos ocasiones para ponernos 3-0. Gestionamos mal el balón, dimos espacios al rival y nos castigó”. Frenesí, desde luego.

En cifras, el Milan ha encajado 14 goles en la liga y cuatro en la Liga de Campeones en lo que va de temporada. En la Serie A, los goles que han encajado en balones inactivos -excluyendo el de Raspadori de falta contra el Nápoles y el de Pereyra de penalti contra el Udinese- son el de Sansone, el último de la serie en la Via del Mare, y el de Luvumbo contra el Cagliari, que vino de un saque de banda de los sardos en el que probablemente se podría haber hecho algo más.

Contra el Psg, en la Liga de Campeones, otras dos situaciones evitables. En la ida, el 2-0 de Kolo Muani, que vino de una mala organización defensiva en un saque de esquina. En la vuelta, el mencionado cabezazo de Skriniar. En ambos casos, con una defensa siempre demasiado estática. Algo parecido a lo visto durante la preparación veraniega, recordando por ejemplo el amistoso americano contra la Juve. Contexto y ligereza del fútbol veraniego aparte, dos goles en situaciones a balón parado eran en cualquier caso evitables con un poco más de reactividad.

El problema se confirma aún más si nos remontamos a la temporada pasada: en la Serie A, el Milan 2022-23 había encajado 43 goles. De ellos, 16 a balón parado. Números elevados para un equipo de primera. Un ejemplo por encima de todos: la remontada contra la Roma el pasado mes de enero. Los rossoneri ganaban 2-0 en San Siro gracias a una buena actuación, y luego el apagón en los minutos finales. Un córner, un libre directo desde la línea de tres cuartos y la remontada giallorossi con Ibáñez y Abraham al final del periodo.

Dos goles que habían iniciado la crisis de identidad del equipo de Pioli y un comienzo negro de 2023, que continuó con el empate contra el Lecce, la eliminación de la Coppa Italia contra el Torino, la dura eliminación en la Supercopa contra el Inter y las desastrosas derrotas contra el Lazio y el Sassuolo, antes de recuperar poco a poco el equilibrio con el cambio a una defensa de tres.

Unos meses más tarde, el derbi contra el Inter en semifinales de la Champions fue desatascado por Dzeko, a la salida de un córner de Calhanoglu. Una situación capaz de comprometer, a los ocho minutos, uno de los partidos más importantes de la temporada y de la historia reciente de los rossoneri. En resumen, un problema no precisamente reciente para el Milan. Otro asunto del que Pioli deberá ocuparse.

MILANELLO MÁS LLENO QUE DE COSTUMBRE

La llegada del parón por las selecciones nacionales puede provocar momentos contrastados: a menudo llega quizás para interrumpir un periodo particularmente bueno del estado de forma de un equipo. No es en absoluto el caso del Milan, que viene de una serie de partidos de horror: dos puntos de doce en liga, una debacle en París y el único punto brillante fue la remontada ante el PSG. Para Pioli y su plantilla, el parón es bendito.

Como informa hoy Tuttosport, los próximos diez días no estarán completamente vacíos como suele ocurrir durante el parón, con tantos rossoneri comprometidos con sus respectivas selecciones nacionales. Sólo nueve jugadores del primer equipo están implicados, con un asterisco para Thiaw, que hoy ha dado la bienvenida al nacimiento de su hija Moussa Laye y aún no se sabe si se incorporará a Alemania.

Se fueron los franceses Maignan, Theo y Giroud, y luego Krunic, Okafor, Musah, Tomori, Reijnders y Bartesaghi. Más o menos la mitad de los que suelen irse. El problema es que muchos de los jugadores restantes no se marcharon a sus países de origen porque estaban atascados por las lesiones: es el caso de Kjaer, Leao, Calabria y Pulisic, incluso Pellegrino si tenemos en cuenta las últimas convocatorias de hace un mes. Así que Milanello estará lleno, pero muchos estarán ocupados recuperándose de sus problemas. Por un lado buenas noticias, por otro no ciertamente algo por lo que alegrarse.

Y son precisamente las lesiones las que acaparan los titulares en la zona de Carnago, y no sólo por los jugadores lesionados que quedan en Milanello. De hecho, en los próximos días y ya en estas horas, Stefano Pioli y sus colaboradores, pero en general también el club, analizarán la situación que, como admitió incluso el propio técnico rossonero tras el empate en Lecce, “no puede ser sólo mala suerte”.

Intentarán encontrar el origen de los innumerables e impensables problemas físicos que están contribuyendo a cortar las alas del Milan a estas alturas de la temporada. Evidentemente, no son las lesiones las que están en el banquillo, Pioli también deberá analizar sus decisiones, que no siempre han dado sus frutos, así como los preocupantes lapsus mentales de los que ha sido víctima todo el grupo, especialmente en el último mes.

En definitiva, una oportunidad para hacer un análisis a 360 grados de la situación e intentar reanimar una temporada que corre el riesgo de naufragar. Aún estamos en noviembre, pero dentro de un tiempo podría ser demasiado tarde.