Milán, prohibición de aparcar. Las alarmas vuelven a sonar, el Diavolo tendrá que lanzarse a una carrera de obstáculos. Por si los reveses sobre el terreno de juego no fueran suficientes, también hay dificultades medioambientales, con la implicación de Florenzi en la investigación sobre apuestas ilegales. Esta vez no es él, es decir, Tonali, quien está imputado, sino uno de la plantilla. Cada vez más difícil.
El sábado 25, Pioli y su equipo recibirán al Fiorentina, a tres puntos de distancia. Hay poco que despreciar: los Viola han demostrado que tienen el balón, ya no son los guapos que no suman puntos, buenos sobre todo para recoger aplausos. El equipo de Italiano ha aprendido a ganar incluso los partidos llamados “sucios”, a veces más allá de sus méritos reales. Es uno de los peores rivales para el actual Milan, inconsistente y descendido.
En ataque, faltarán Giroud, el mejor goleador, y Leao, el número 10 más por vocación que por función. Basta decir emergencia, y además ante un rival que con una victoria puede hacer el enganche a los 23. El Milan no puede permitirse el lujo de quedarse sin tesoros: entre parada y parada en la Serie A, acumula la fealdad de dos puntos en cuatro partidos, fruto de dos empates a domicilio tras desperdiciar una ventaja de 2-0, ante Nápoles y Lecce. El resto no es aburrimiento, sino dos caídas en Milán contra la Juve y el Udinese.
Si les sirve de consuelo a los amigos del Diavolo, la próxima vez no se presentará en San Siro ningún club de la Juventus… No mucho, menos aún si se imagina que la delantera de Pioli podría estar formada por Jovic en el centro, más Okafor y Chukwueze por fuera. Todos delanteros en busca de espacios y goles, hasta ahora tan imperceptibles como ciertos componentes del agua mineral: trazas. Y cero burbujas.
El Milan había saltado al liderato en octubre, sobrio tras el derbi perdido por 5-1, y ahora se ve perseguido y perseguidor, obligado a mirar por encima del hombro. Ve al Inter y a la Juve en cabeza, dos peleas históricas, es tercero pero no está contento. Para animarse, el Diavolo puede volver a ver los mejores momentos de la victoria por 2-1 contra el París Saint Germain. Está bien la bronca europea, pero se da prioridad a los asuntos internos. Un entrenamiento cada vez.
Mejor no distraerse, de lo contrario se corre el riesgo de caer aún más. Cardinale exige la clasificación para la copa más rica, la especialidad de la casa: si consigue algo más, mejor, pero el objetivo que no debe perderse es el cuarto puesto. Y a ser posible sin los vaivenes del año pasado: sin el penalti de la Juve, el Milan habría acabado quinto, para no repetir. Igual que hay que evitar hablar de segundas estrellas. Hay muchas estrellas, millones de millones… uno acabaría saliéndose del tema.
Mejor callar, para no cubrir la segunda estrella con el mismo halo embrujado que había acompañado a la primera, que llegó tras la remontada contra el Inter en 1971, el segundo puesto a un punto de la Juve al año siguiente y el fatídico Verona de 1973, una serie desalentadora. Que los rossoneri se olviden de las rachas y se concentren en la remontada. Más allá de los próximos ardides de Pioli, hará falta intervenir en el mercado.
Por carismático que sea, el refuerzo no puede ser el asesor externo Ibrahimovic, es lógico. La cúpula directiva del pájaro rojo debería aprender de las experiencias recientes. Operaciones como la de Origi o las pruebas de Jovic y Okafor han resultado hasta ahora un fracaso. Mejor ir a lo seguro: no estaría de más apostar por un perfil como el de David, del Lille, que en Italia puede recuperar el impulso perdido en sus últimas apariciones en Francia.
Y tampoco sería mala idea invertir en defensa, no diez fichajes, sino uno de buen nivel, para intentar alcanzar a los competidores directos. En nombre de la sostenibilidad, no se necesitan locuras, sino movimientos astutos. Sin pedirle a Pioli que saque conejos de una chistera.