Milan 1 – 0 Sassuolo

¿Sabor agrio o dulce? La pregunta era legítima, ya que el Sassuolo lleva diez años jugando con el paladar del Milan. Esta vez el sabor es bueno. Aquí, quizá no sea exactamente un plato gourmet porque el Diavolo sigue teniendo muchos, demasiados problemas digestivos. Pero de momento servirá. Tres puntos, gracias a Pulisic y bajo la mirada de Van Basten, que llenan el estómago veinticuatro horas antes de la cena y dan un poco de respiro al entorno y sobre todo al entrenador.

Había que cerrar el año frenando a los que perseguían por detrás, y así fue. La tercera plaza protegida y el partido cerrado con dos jóvenes de 18 años -Zeroli, que debutaba, y Simic- sobre el terreno de juego. Para el Sassuolo, sólo un punto en sus últimas cinco salidas, una actuación de pesadilla y lamentos al final de un partido que contra este Milan los neroverdi sin duda podrían haber manejado mejor.

Llamarles equipos con parches es un ejercicio de buenismo: catorce ausencias sumando los jugadores no disponibles en las dos listas. Pioli en defensa -es decir, donde circulaba la única duda- confirmó las sensaciones de los últimos días al optar por centralizar de nuevo a Hernández, junto a Kjaer, con Florenzi en la izquierda y, por tanto, prefiriendo dejar en el banquillo al joven Simic, de 18 años, donde destaca un dato: siete de los trece jugadores nacieron en 2004 y 2005.

Sólo confirmaciones en el resto del campo: Bennacer por delante de la defensa, el tridente habitual con Pulisic, Giroud y Leao. Dionisi optó por Ferrari en la zaga, bajó a Thorstvedt como se esperaba en el centro del campo junto a Matheus Henrique y colocó a Bajrami por detrás de Pinamonti. Berardi, recuperado de la gripe, regularmente en su territorio por la derecha.

Llamarles equipos con parches es un ejercicio de buenismo: catorce ausencias sumando los jugadores no disponibles en las dos listas. Pioli en defensa -es decir, donde circulaba la única duda- confirmó las sensaciones de los últimos días al optar por centralizar de nuevo a Hernández, junto a Kjaer, con Florenzi en la izquierda y, por tanto, prefiriendo dejar en el banquillo al joven Simic, de 18 años, donde destaca un dato: siete de los trece jugadores nacieron en 2004 y 2005.

Sólo confirmaciones en el resto del campo: Bennacer por delante de la defensa, el tridente habitual con Pulisic, Giroud y Leao. Dionisi optó por Ferrari en la zaga, bajó a Thorstvedt como se esperaba en el centro del campo junto a Matheus Henrique y colocó a Bajrami por detrás de Pinamonti. Berardi, recuperado de la gripe, regularmente en su territorio por la derecha.

La sensación neta de los primeros 45 minutos: un Milan aterrorizado de cometer errores, quizás irreparables. Y con el miedo en los pliegues de la mente no se juega bien, no hay peor compañero de viaje. El resultado fue un Diavolo sólo capaz de brillar de verdad en destellos. Es decir, en aquellas situaciones en las que estaba seguro del desarrollo de la acción, de las posiciones en el campo, de que el rival no podía meterle mano.

Primer problema: no hay muchas circunstancias en un partido en las que todo esto ocurra al mismo tiempo. Segundo problema: cuando el escenario no era lo suficientemente cómodo, los rossoneri renunciaban a cualquier tipo de riesgo potencial y se encerraban en la zona de confort de apoyar al compañero más cercano o pasar atrás. Tercer problema: de nuevo un Milan sin muchas ideas en fase ofensiva.

En resumen, un primer tiempo con el balón entre los pies, correcto, pero bastante soporífero e iluminado por algunas llamaradas improvisadas. Una volea de Reijnders (7′) que creó problemas a Consigli, de nuevo el holandés, que ahogó un bonito taco personal (10′), un centro muy interesante de Leao sin media camiseta rossonera atacando el área pequeña (14′), una acometida de Bennacer que acabó fuera por poco (23′) y un gol anulado a Leao por fuera de juego (31′).

Sin embargo, lo más destacado de la primera parte tuvo que hacerlo Maignan, que tuvo que despejar a córner el único atisbo de vida de Berardi. Sin duda, no fue una intervención fácil. Definitivamente, el Sassuolo no dio quebraderos de cabeza a la defensa rossonera, pero se vio facilitado en su gestión por el juego de balón del Milan, casi siempre compacto, e intentó colarse, sobre todo por la izquierda, alternando las embestidas de Laurentié con las superposiciones de Pedersen.

En el centro del campo, Thorstvedt se ocupó eficazmente de Loftus-Cheek -tres balones mal perdidos por el inglés en los primeros veinte minutos-, Bajrami trató de inquietar a Reijnders mientras Matheus Henrique luchaba un poco más con Bennacer, que se escapaba con frecuencia en los tres cuartos de campo. En la segunda parte, el Milan volvió al campo con una actitud aún peor que en los primeros 45: blanda, monocorde, casi desganada, incapaz de superar la primera línea de presión del Sassuolo, que ni siquiera fue feroz.

Tantos errores técnicos (incluido un penalti en movimiento mal desperdiciado por Reijnders) que los emiliani ganaron coraje y metros, con Berardi decididamente más vivo. Fue precisamente aquí donde el Diavolo golpeó: en el mejor momento de los neroverdi, a la hora de juego. Bennacer vio el hueco vertical adecuado y habilitó a Pulisic; Tressoldi cometió falta en la asistencia y facilitó la certera conclusión de la selección estadounidense.

Luego, cambios: Adli y Jovic por Bennacer y Giroud, el ex Castillejo (aplaudido) por Berardi. El Sassuolo intentó remontar el partido, pero fue incapaz de perforar una fase defensiva rossonera que distaba mucho de ser impecable. El Milan sembró el terror en los últimos diez minutos. Una nota alegre: en el último cuarto de hora, entró Kevin Zeroli de 18 años, otro debutante milanista en la Serie A. Y unos minutos más tarde, también entró Simic (por Kjaer): el Milan acabó el partido con una columna vertebral de 36 años en dos.