En estas semanas, Milanello está aún más verde que las dieciséis hectáreas del centro deportivo rossonero. Se respira un aire distinto, fresco. Una frescura aportada por la edad de quienes están haciendo una aparición importante en el primer equipo. Juventud, una palabra de la que en el fútbol se abusa, a menudo maltratada, pero que sigue siendo difícil de manejar. Aquí, el Milan la está manejando decididamente bien esta temporada. Significa crear valor, incluso antes de la aportación sobre el terreno de juego en sentido estricto.
En Empoli, el equipo acabó el partido con Bartesaghi (2005), Jiménez (2005) y Traoré (2004) en el campo al mismo tiempo. Ante el Milan-Sassuolo, por decir algo, había siete de trece jugadores nacidos en 2004 y 2005 en el banquillo. Y, en el mismo partido, Pioli hizo debutar a Zeroli en la Serie A a un cuarto de hora del final: en un partido de verdad, con el resultado en la balanza, en un punto muy caliente del campo (dentro del mediocampo, en lugar de Loftus-Cheek).
Contra el Cagliari, en la Copa Italia, el técnico rossonero rotó a cinco. Tres desde el primer minuto (Simic, Jiménez, Traoré) y dos en el proceso (Bartesaghi, Zeroli). Por no hablar de que ésta será también la temporada recordada por el clase 2008 Camarda, que se convirtió en el debutante más joven de la historia del campeonato italiano, con 15 años, 8 meses y 15 días.
En resumen, así son las cosas en el Milan estos días, la media de edad está bajando drásticamente, pero lo verdaderamente excepcional quizá sea que estos jóvenes están respondiendo con personalidad. Y también están marcando: Traore en la portería durante dos partidos seguidos, con el Cagliari y el Empoli. Simic con el Monza.
En otras palabras: ya no es sólo la urgencia lo que obliga al entrenador a recurrir al “chico”, a menudo se trata de elecciones bien meditadas. En el Empoli, por ejemplo, la lesión de Florenzi podría -según la lógica más obvia- haber llevado a Pioli a introducir a Gabbia -reincorporado a toda prisa del mercado de fichajes-, devolviendo a Hernández a sus territorios zurdos, pero en su lugar entró Jiménez. Que debutaba en la Liga A.
El entrenador no tiene miedo porque estos chicos no tienen ninguno. Y así le ayudan a elegir con sus actitudes, sobre todo en este periodo en el que muchos de ellos están entrenando -esto sí, por necesidades de la enfermería- con el primer equipo. Y así la academia rossonera se regodea, Abate pasará a la historia como el entrenador del equipo Primavera del que salió como nunca el Diavolo de los grandes, y ellos -los chicos terribles- mientras tanto acortan la línea y esperan a ser grandes. Es un Milan que está cambiando de colores: el rojo y el verde son cada vez más verdes.