¿Qué futuro tiene Pioli?

La película se repite una vez más, una especie de bucle que ya ha llevado a los fans a la exasperación. El malvado guión: la crisis, la mejora (a menudo clara) que ilusiona, y el regreso a la oscuridad. Ocurrió ayer en la Coppa Italia tras el brillante 3-0 liguero al Empoli, había ocurrido en Salerno tras el 3-0 de Monza. Superfluo aportar más pruebas, esto es lo que es el Milan 2023/24 y manda a sus seguidores al manicomio porque es obvio para todos que el potencial para otro tipo de temporada estaría obviamente ahí.

Trivialmente, el piloto no explota la calidad del motor. Se conduce a bajas revoluciones, luego viene una aceleración bien ejecutada, sólo para volver a una velocidad de crucero desproporcionada a la potencia del coche. Al volante está Pioli, que lucha por dar continuidad al rendimiento de su equipo, no sólo en términos de resultados, sino también en los partidos individuales.

A lo largo de los noventa minutos casi siempre hay un Milan que agrada y otro que decepciona. Uno que cree y otro que se autocondena. Uno que tiene las ideas claras y otro que entra en la confusión. Y evidentemente, al menos por ahora, no hay consulta con el superasesor Ibra que se sostenga: la solución hasta ahora no se ha encontrado.

El principal problema para el entrenador es que ahora los goles fallados empiezan a acumularse muy peligrosamente. Caen uno tras otro como hojas en noviembre: la lucha por el Scudetto se despidió hace varias semanas, la entrada fallida en los octavos de final de la Liga de Campeones y ahora la Coppa Italia, que en un año de vacas flacas podría haber sido un plato adecuado para dar algo de sabor de todos modos. También porque la tabla no era precisamente prohibitiva. Nada que hacer.

Queda la Europa League -donde se necesitan nueve partidos para llegar al final y hay clientes como el Liverpool en el camino- y el sello indispensable que exige la empresa: la clasificación para la próxima Liga de Campeones. Es aquí -en gran parte- donde está la clave para entender la situación y la posición de Pioli. Porque en términos de objetivos, ver derrumbarse tres de ellos en apenas cinco meses pondría en riesgo a cualquier entrenador.

Y mucho menos a un club al que siempre se le exige competir para ganar. El Milan de RedBird, sin embargo, es un club que se refleja en un amplio espectro. Cardinale representa a una propiedad que no lo basa todo en los resultados, sino en el proyecto en su conjunto. Y que está acostumbrada a hacer presupuestos y tomar decisiones al final de la temporada.

Esta es la razón por la que Pioli se mantuvo en su puesto tras el terrible empate a 2-2 en Salerno, el momento en el que la posición del entrenador -neto de los habituales desmentidos extraoficiales- más se tambaleó en sus cuatro años y medio con los rossoneri. También le ayudó la falta de alternativas reales. En esas horas, el club se preguntaba: si cambiamos y damos el banquillo a otro, ¿quién nos garantiza que no irá a peor? El Nápoles de estos días enseña.

La navegación pioliana, por tanto, continúa a pesar de los objetivos incumplidos, porque la luz que guía sigue siendo la del cuarto puesto. Una vez conseguido, el flujo financiero continuaría de forma virtuosa y sin sobresaltos, pero la sensación que se cierne cada vez más es que en verano será más probable ver una separación de Pioli que lo contrario. La salida de la Coppa Italia ha hecho caer aún más las apuestas. Todavía no hay nada decidido, esto hay que subrayarlo y es un hecho. Pero el nombre de Conte está destinado a rondar hasta el final del campeonato y la temporada actual ha mostrado criticidades imposibles de ignorar para el club.

Discontinuidad en los resultados, en más de una ocasión confusión táctica, estrechez mental que es cuestionable si es cierto -como lo es- que el Milan de la segunda mitad no es ni siquiera un pariente lejano comparado con el de la primera. Tropiezos sensacionales. Y luego, a la cabeza de la lista, la carnicería de las lesiones, una llaga en las altas esferas del club (ayer con el Atalanta, tras el golpe de Gabbia, diez jugadores no estaban disponibles por problemas físicos).

Al mismo tiempo, a Pioli se le siguen reconociendo sus méritos en la gestión del grupo, en el planteamiento de las dificultades y, por supuesto, la gratitud por los resultados pasados, y estos días también por la puesta en marcha de jóvenes jugadores que está generando los inicios de un nuevo ciclo decididamente interesante.

“Siempre se cuestiona al entrenador y no es justo”, dijo Furlani a finales de año, mientras que ayer, tras el partido contra el Atalanta, el CEO rossonero señaló con el dedo al arbitraje. Fue casi una primicia en el Milan americano, que siempre se ha enorgullecido de llamarse a sí mismo al margen de las habladurías sobre la clase arbitral. ¿O fue -también- una forma de desviar la atención de Pioli?