Los once días más importantes de la temporada se han alineado con un tridente temible: mañana la Roma en San Siro, el próximo jueves de nuevo el Roma en el estadio Olímpico, y el lunes 22 el Inter a la caza del Scudetto y la estrella en casa del Milan. Domarlos no será fácil, pero sí crucial: están en juego no sólo un puesto en las semifinales de la Europa League y el orgullo herido por cinco eliminatorias seguidas con el Inter. Está en juego el futuro de Stefano Pioli.
Y hay un trofeo que el Milan nunca ha ganado: en su estelar palmarés brilla todo, pero no la Europa League. Mucho, si no todo, para Pioli se reducirá al desafío con el Roma, porque la Europa League se ha convertido en el gran objetivo del Milan. Un objetivo que, además, está al alcance de la mano: el marcador sonríe -el Liverpool está al otro lado, si se cruza sólo se materializará en la final de Dublín-, el equipo cree en él y hoy parece equipado para llegar hasta el final.
Ganar significaría revalorizar la temporada del Milan y de Pioli. Una copa posible y prestigiosa: levantarla significaría también empezar a llenar el currículum de RedBird como propietario rossonero, y esto es cualquier cosa menos secundario. Porque Gerry Cardinale se puso al timón de un Milan con el Scudetto en el pecho, pero vio cómo se le escapaba demasiado pronto la carrera por el primer puesto de la liga. Aquí, su opinión al respecto ha sido demasiado clara: “Ibra y yo no estamos satisfechos, haremos cambios”.
Lo que puede pasar Cardinale habló así a finales de febrero. Justo entonces, en el momento más difícil, Pioli realizó la especialidad que le sale bien con rotunda regularidad: cuando se respira un aire de crisis y los rumores sobre posibles sustitutos se persiguen unos a otros, él da un volantazo y acelera. Su Milan floreció en marzo, empezando a correr al ritmo adecuado en Europa. La Copa ha regenerado a Leao, ha puesto en órbita a Loftus-Cheek y ha revitalizado a los líderes, desde Maignan y Theo hasta Giroud.
Mientras, el Milan se aseguró la 2ª plaza que garantiza la Liga de Campeones, al acelerar el motor en el momento justo: 5 victorias seguidas en A y un punto más que el año del Scudetto. El banquillo de Pioli es hoy mucho más firme que hace unos meses. Pero cuidado con los últimos giros: si nuevos acelerones lo reforzarían, cualquier tropiezo volvería a ponerlo todo en entredicho. El plan de Pioli es empezar con buen pie mañana, bajo la atenta mirada de Cardinale: “Intentaremos aprovechar el partido de ida en casa.
Tal y como juega hoy Pioli, hablará en la rueda de prensa junto a un jugador, como dicta la práctica de la Uefa. Quien le acompañe no sólo será un compinche ante los micrófonos, también será una pista de alineación en carne y hueso: Bennacer es el hombre que el técnico ha elegido para el centro del campo anti-Roma. La experiencia y el dinamismo del argelino, que fue decisivo hace un año en los cuartos de final de la Liga de Campeones contra el Nápoles, serán el eje del equipo milanista.
Junto a él estará Reijnders, un delantero que puede adelantarse a la línea Loftus-Cheek como trequartista añadido, mientras que Adli, titular en los últimos compromisos, partirá desde el banquillo. El resto de la formación la deciden diez onces: Pulisic, Giroud y Leao en ataque, Calabria y Hernández en las bandas y Gabbia en el centro. La última camiseta, Pioli la asignará a uno entre Kjaer y Thiaw, aquejado de fascitis plantar. Reflejos más que justificados, los clientes de mañana por la noche se llaman Dybala y Lukaku.