Milan 3 – 3 Genoa

La pancarta desplegada en la Curva Sur es el cartel de la tarde milanista. En ella se puede leer «el sonido del silencio», y el corazón palpitante de los aficionados rossoneri la mantuvo en el centro de la grada durante todo el partido. Todo sin hacer ruido, sin ondear banderas, sin iniciar cánticos. Y de hecho el Génova arañó tres veces a un Milan ya herido por la huelga de aficionados. En el Meazza acabó 3-3: los rossoneri cobraron dos enganches, luego marcaron tres más y finalmente se vieron alcanzados en el último marco.

Ni siquiera tuvieron tiempo de estudiarse, ya que la escuadra de Pioli se topó de inmediato con la primera marca roja del cuaderno. En el minuto 3, tras leer la pancarta de Sud dirigida a los propietarios -en resumen, «El Milan no está satisfecho»-, Vogliacco se escapó por la derecha y fue derribado por Tomori: penalti. Retegui cabeceó el balón por encima de Sportiello y regresó a la portería después de siete partidos. El Milan respondió con individualidades: Pulisic, de nuevo alineado en la línea de tres cuartos con licencia para moverse, elaboró una jugada de número 10, controló un balón en el estrecho del área y conectó un derechazo a la escuadra: al poste.

El equipo de Pioli lo tiene todo. Confía en un par de aperturas de Reijnders y en el olfato de Chukwueze, que arranca por la derecha. Leao, por la izquierda, juega un partido opaco con el freno de mano echado. Intentó un par de jugadas, no supo aprovechar un regalo de De Winter a la media hora y fue incapaz de hacer un par de regates. El tenso partido lo deshizo Florenzi, que en el minuto 45 corrió entre los centrales rojiazules y batió de cabeza a Martínez. La asistencia fue de Chukwueze, mientras que la exultación -rabiosa, sentida- vino de alguien que no marcaba desde hacía casi dos años. La última vez que «Sandrino» había marcado fue el 8 de mayo de 2022, en el Milan-Verona (3-1), antepenúltimo partido de la carrera por el Scudetto.

El Genoa picó del mismo modo que había abierto el partido en la primera parte. Esperó, estudió, explotó el punto débil y luego golpeó. En el minuto 48, Vogliacco encontró el hueco y envió un centro desde la derecha. Ekuban, más rápido que Gabbia, perforó la meta de Sportiello para el 2-1. Esta vez el error fue del central rossonero. En ese momento, el Milan revivió, todo en un ambiente surrealista, sin coros ni vítores.

Chukwueze marcó en el minuto 51, pero el gol fue anulado por fuera de juego, y luego Giroud falló lo imposible en el minuto 69, solo ante Martínez. Okafor se escapó por la derecha, el balón dentro del área era perfecto, la portería completamente abierta, pero el francés chutó fuera llevándose las manos a la cara. Entre medias se produjo la salida silbada de Leao, sustituido a veinte minutos del final tras un partido opaco y poco impresionante, salvo por un derechazo débil y centrado. El portugués camina con la cabeza gacha bajo el sur, se pone el peto y abandona el terreno de juego, directo a los vestuarios.

El gol del empate rossonero llegó desde la certeza de estos seis meses: Gabbia, el chico de la cantera, el que había vuelto del Villarreal para hacer de stopper, cabeceó a gol de Martínez en el minuto 71 y sopló besos a la curva, que por supuesto esta vez también permaneció en silencio. Todo ello antes del zurdazo de Giroud dos minutos más tarde: el francés exultó enérgicamente justo bajo el sur, rompiendo aquel silencio con un fuerte grito. Como si quisiera liberar la tensión de los últimos partidos no tan perfectos.

En el minuto 87, sin embargo, cuando el mar parecía haberse calmado, el Genoa volvió a aparecer como un maremoto, arañando por última vez al Milan. El desafortunado gol en propia puerta fue obra de Thiaw, culpable de estar en el lugar equivocado en el momento equivocado tras un centro raso desde la derecha.

Al final del partido, el equipo aplaude en el centro del campo, pero no pasa por debajo de la curva como suele hacer. La razón es sencilla: los Sud ya habían abandonado sus asientos hacía unos diez minutos, alrededor del minuto 80. Queda la pancarta, «el sonido del silencio», emblema de un empate 3-3 lleno de sombras y puntos para el análisis.