Daniele Bonera seguirá en el club

Milán para los milanistas. Un eslogan acuñado en la era Berlusconi, que ha experimentado alternancias y, sin embargo, nunca ha pasado de moda. Probablemente nunca pasará de moda, porque el Diavolo, que quiere volver a escribir páginas importantes del fútbol, siempre tendrá su propia historia como estrella guía.

La propiedad cambia, el club cambia de manos, pero sigue habiendo quien mantiene la identidad rossonera. Se puede hacer, y bien, incluso entre bastidores, como Daniele Bonera. No es un delantero del Milan -en la alfombra roja va Ibra-, pero el ADN es ese. Profundamente rossonero y con una peculiaridad que le honra: el Milan cambia, en directiva y entrenadores, pero él permanece. Significa ser apreciado por su trabajo sin necesidad de vincularse a ninguna figura concreta. Una mosca blanca, o casi.

A Bonera se le enmarca como colaborador técnico de Pioli, pero sería más correcto definirle con el término genérico: colaborador técnico del entrenador. Sí, porque Daniele no volvió a Milán con Stefano. Ya estaba allí. Y seguirá allí, incluso ahora que Pioli está al final de su carrera. Había regresado a Milanello en el verano de 2019, tras su última experiencia como jugador en el Villarreal, incluido en la plantilla de Marco Giampaolo.

De nuevo, con una peculiaridad: no era ‘el hombre de Giampaolo’, era el Milan quien le había llamado. Motivación oficiosa: en el Diavolo, que acababa de salir del tsunami chino del señor Li, hacía falta alguien que conociera bien el entorno, de confianza, serio y, sobre todo, desvinculado del entrenador de turno. Llamémosle, impropiamente, una figura independiente, vinculada en la práctica sólo al club. Y así fue como Daniele permaneció en su puesto cuando Giampaolo vio la puerta de salida, y así será ahora con Pioli diciendo adiós.

Una figura silenciosa pero experimentada, reservada pero incisiva, que en algún momento coló en su currículum una licencia de la Uefa Pro. Tarde o temprano le será útil. De momento, basta con lo que ha ocurrido esta temporada. Pioli ha aprendido a confiar en él cada vez más, mes tras mes. Y así, Bonera ha pasado de la grada a vivir los partidos en el banquillo, en el corazón del equipo, y se ha implicado aún más en el trabajo semanal, él que jugó allí durante nueve años en el club.

Un trabajo y un enfoque que no han pasado desapercibidos en la cuarta planta de Via Aldo Rossi. Tanto es así que su nombre ha saltado a la pole position para el banquillo del equipo sub-23, un escenario que al club le interesa especialmente y que considera muy funcional para el proyecto global. Pero el nombre de Bonera es noticia incluso ahora, porque la temporada de los rossoneri tendrá un apéndice australiano con el amistoso del 31 de mayo en Perth contra la Roma y, teniendo en cuenta la actual incertidumbre sobre el momento de la marcha -incluso formal- de Pioli, Daniele podría estar en el banquillo.

Sin embargo, no sería la primera vez. En noviembre de 2020, en plena pandemia, con Pioli y su adjunto Murelli bloqueados por Covid, fue elegido para dirigir oficialmente al Diavolo contra el Nápoles -desafió a su viejo amigo y socio Gattuso-, el Lille y la Fiorentina. Invicto, que conste: dos victorias y un empate. Y, que conste, en el Maradona Daniele también dirigió a Ibra (superdoblete), que ahora es su jefe.

Ahora Bonera está a la espera de hablar con la directiva, para entender cuál será su papel la próxima temporada tras la marcha de Pioli. Al fin y al cabo, aunque fuera el entrenador de la sub-23, seguiría siendo el Milan. “Entrenar al Milan es el sueño de todos, pero supongo que hay una gran lista de espera y tengo que ponerme a la cola…”, nos dijo hace tres años.

Y añadía: “Ahora, gracias también a Pioli, tengo un nivel de preparación para poder gestionar situaciones no sólo en el campo, sino también en el vestuario. Si me llamaran, lo tendría en cuenta. Para empezar a entrenar de verdad probablemente me baste con quedarme en Milanello”.