Milan 3 – 3 Salernitana

Aplausos, abrazos, lamentos, algunas lágrimas y bastantes goles. Fiesta tenía que ser, y fiesta fue a pesar de todo. El Meazza rossonero en este último acto de la temporada ante el Salernitana se divirtió -pero sí, aunque acabara 3-3- con una relajación que nunca se había podido permitir este año, y el homenaje a los que a partir de mañana ya no estarán fue una consecuencia directa: querida, sentida, exitosa. Pioli y Giroud lograron una proeza: romper el silencio de la curva, aún en huelga como estaba previsto para la primera parte, ya en el primer tiempo.

Ocurrió tras el gol de Leao, que fue el primero en correr hacia Pioli cargándolo de nuevo en sus brazos, seguido de sus compañeros. Todos, pero realmente todos, abrazando a su entrenador en su despedida tras cinco temporadas en Milanello. Una escena que conmovió los corazones de los Sud, obligándoles a romper su silencio para gritar el nombre y el apellido del entrenador. Aplausos de la grada, vítores de Pioli a la afición. Y también ocurrió tras el gol de Giroud, que eligió el lujo de una acrobática jugada a gritos para dejar el último rasguño. Grito que, por cierto, también en este caso partió del Sud: «Giroud se dio la vuelta», mientras Oly seguía besando la cresta.

Todo estaría muy en la onda del Libro del Corazón si no fuera porque en el centro de la curva había dos pancartas sobre dos aros: ‘No hay buena temporada sin victorias’ en el segundo, ‘Nunca estaremos satisfechos’ en el primero. Luego, en el descanso, el momento esperado y anunciado: después de tres partidos y medio de huelga, el Sud volvió al color y a los cánticos. Volumen al pie de las escaleras, banderas, una evocadora supertorcha y una última pancarta: ‘Acabamos de la única manera que siempre nos gustaría estar…’. Ah, sí, porque en cualquier caso la palabra «conclusión» es fundamental en esta velada.

Y sin duda va más allá del hecho de que sea el último partido de la temporada. Hay quien se despide del Milan después de años vividos a cien por hora, después de haber puesto el primer trofeo de su carrera en la vitrina de trofeos, o después de haber añadido uno muy especial a un palmarés ya de por sí rico. Pioli, como en la previa del partido, intenta vivir el último acto en una especie de normalidad imposible. Constantemente de pie dentro de su área técnica, un poco con los brazos cruzados y otro poco a los lados, quizá con una mano deslizándose de vez en cuando en el bolsillo mientras sus chicos con la nueva camiseta de la próxima temporada se desplazan sin prisa, al menos en la primera parte.

Pioli envió a Mirante a la portería para la ocasión y en el 4-2-3-1 colocó a Florenzi en el medio junto a Reijnders. En la delantera, una pasarela desde el primer minuto para Monsieur Giroud. Colantuono con Candreva y Kastanos por detrás de Tchaouna. En los primeros 45 minutos fue sólo Milan, con Fiorillo bloqueando a todo el mundo y en todas partes, pero capituló con un pato torpe a los 22 minutos, quitándose el balón de las manos cuando la acción ya había terminado: Leao metió el balón en una portería vacía.

Cinco minutos después, Giroud se convirtió por última vez en San Siro en una acrobática jugada a la salida de un córner botado por un imparable Florenzi. Ibra sonríe y aplaude cariñosamente. El Var anuló un gol a Theo por fuera de juego, Fiorillo también dijo no a Tomori y Gabbia. En la segunda parte la tensión decae y el Diavolo, perfectamente coherente consigo mismo, se lleva el gol habitual de un rival (Simy) que golpea en el corazón del área en total soledad. Calabria marca el hat-trick -el gol 99 de los rossoneri esta temporada: una pena, por los pelos…-, Sambia dobla para los de Campani y Simy iguala la contienda.

Pero el resultado, por una vez, tiene un peso específico superfluo. Los momentos realmente importantes son cuando Pioli sustituye a Giroud, ovacionándole en el Meazza, y cuando mete a Kjaer. También hay tiempo para el debut en el primer equipo de Lapo Nava (que, pobrecito, recibe un gol a los pocos segundos). Y entonces cae el telón del partido de las despedidas. Porque además de Pioli y Giroud, también se despiden Kjaer, Mirante y Caldara (sobre el césped en la segunda parte). Es la tarde de los abrazos, las despedidas y algunas lágrimas inevitables.