El Roma resultó ser un plato decididamente indigesto para el paladar rossonero. No es que un éxito amistoso bastase para curar las profundas heridas infligidas por los giallorossi en la Europa League, pero, en resumen, salir del desafío australiano con cinco goles a la espalda no es lo mejor. Aunque se tratara de un partido de final de temporada preparado por obvias razones comerciales y, desde luego, no sobre el terreno de juego. De hecho, es precisamente por estas razones, ligadas también a la imagen internacional del Diablo, por lo que el partido resulta pesado de digerir. En Perth terminó 5-2 para los Giallorossi, mucho más incisivos ante la portería del Diablo, quizás más afortunados pero también mucho más cuidadosos en la fase defensiva. Demasiado para la revancha. Los más de 60.000 espectadores del Optus Stadium de Perth se divirtieron con goles, postes y toda una muestra de paradas. En las camisetas de ambos equipos lucía el parche «Ago ayer, hoy, siempre», por el 30º aniversario del fallecimiento del doble ex Di Bartolomei.
Hubo varias ausencias en ambos bandos, pero en los dos onces iniciales no faltaron nombres para el recuerdo (también por tareas comerciales, claro). Bonera alineó un 4-3-3 con Sportiello en la portería; Calabria, Kalulu, Gabbia y Hernández en defensa; Reijnders, Adli y Pobega en el centro del campo; Florenzi, Giroud y Jiménez el tridente atacante. De Rossi optó por un 4-2-3-1 con Svilar en la portería; Llorente, Smalling, Huijsen y Ndicka en defensa; Aouar y Bove en el centro del campo; Baldanzi, Dybala y Angeliño por detrás de Abraham.
No cabía esperar ritmos frenéticos, ni siquiera sostenidos, pero sin embargo fue un partido agradable. Muchas sonrisas, ninguna aspereza y la búsqueda constante de tramas bien ejecutadas, capaces de desembocar en gol con conciencia táctica. El Roma con el balón más entre los pies, el Milan esperando para abalanzarse en la reanudación. Por un lado, los pases educados de Dybala y Baldanzi, con los regates de Angeliño. Por otro, las espaldas de Giroud y las percusiones de Hernández, de lejos los más peligrosos de los rossoneri, también porque dos tercios del ataque rossonero tenían como intérpretes a los defensas de campo: era claramente imposible pedir a Florenzi y Jiménez que hicieran el trabajo de Leao y Pulisic.
El público estuvo entretenido, acompañando un partido que deparó tres goles en los primeros 45 minutos. En el minuto 27, los giallorossi se adelantaron con un zurdazo de Baldanzi que Sportiello cabeceó torpemente a su propia portería. Aparte del pato, la fase defensiva de los rossoneri fue muy mala: una película que ya hemos visto. En el minuto 37 llegó el sensacional gol de Hernández: una volea con la zurda desde fuera del área a centro blando de Adli. Todo el mundo estaba de pie aplaudiendo. En la segunda parte, 2-1 de Abraham, eludiendo a Kalulu.
En la segunda parte, entraron Nava, Thiaw, Tomori y Okafor, entre otros, con Boer (que salvó bajo palos en tres ocasiones) y Azmoun en la otra. En el primer cuarto de hora llovieron los goles. Tras un poste de Okafor, un tic-tac de Angeliño, un segundo gol rossonero de Okafor (Jiménez estuvo bien en la asistencia) y un póquer firmado por Dybala con su zurdazo de lujo al segundo palo.
Aún hubo espacio para el quinto gol del Roma: un derechazo de Azmoun (minuto 77) que se estrelló en el poste y acabó en el área. El Milan poco asistió a la buena fortuna, todo hay que decirlo: un torpedo de volea de Jiménez sacudió violentamente el larguero, y ésa fue la última emoción. Milan y Roma ya pueden regresar a Italia; para los que no vayan a la selección, las vacaciones han comenzado oficialmente.