Hasta los proverbios pasan de moda. El Milan posterior al scudetto era la prueba del viejo “quien se para, está perdido”: a balón parado -esquinas y tiros libres- prácticamente nunca marcaba. De ahí la impaciencia de los aficionados, la innombrable nostalgia por Calhanoglu y las invocaciones al mercado (“si no un goleador, al menos un lanzador de faltas”).
Hay novedades: la tendencia se ha invertido y desde hace un año el Milan vuelve a dar miedo en las jugadas a balón parado. Algunas cifras de la Serie A. En el último año de Pioli marcó 14 goles a partir de desarrollos de córner y esta temporada ya ha exultado cuatro veces a balón parado, frente a los siete goles de toda (!) la temporada 2022-23.
En el grupo está también el gol tapado de la era Fonseca -el cabezazo en el derbi que llevó a Matteo Gabbia al club de los inmortales- y luego se trata de entender por qué sucede todo eso. Para la primera explicación de la eficacia de los saques de esquina, basta con volver a Gabbia: el Milan tiene dos centrales, Gabbia y Pavlovic, que siempre son peligrosos cuando salen.
Matteo también marcó el gol más triste del último año del Milan con su cabezazo, en Roma en la Europa League con la clasificación ya perdida. ¿Otras razones? El trabajo de Pioli primero y de Fonseca después. La habilidad de Pulisic para chutar desde la izquierda. La habilidad de Morata para encontrar el punto débil en una defensa desplegada. Y un par de situaciones recurrentes que han sido efectivas hasta ahora.
El Milan de los saques de esquina mete cinco o seis hombres en el área, obviamente casi siempre los mismos: los centrales Tomori y Gabbia, los delanteros Abraham y Morata, Loftus-Cheek cuando está, pero también Leao y Fofana, de los que no se espera tanto que salten. Desde la banda derecha golpea Theo Hernández, desde la izquierda casi siempre Pulisic o, alternativamente, Reijnders. Conociendo su fuerte juego de pies, se entiende: el Milan siempre busca trayectorias de espaldas al portero.
Las soluciones varían de un córner a otro (o de un lanzamiento de falta a otro), pero el Milan no busca el intercambio, no gana en corto por sorpresa: el balón casi siempre cae cerca del primer palo. El gol de Fofana en Venezia es un ejemplo perfecto: Fofana está justo dentro del área pequeña y sólo tiene que desviar el balón para poner en apuros a Joronen.
La disposición de los jugadores es interesante: Fonseca opta por tener dos o tres hombres en la zona de la línea de gol y a menudo pide a Morata que se quede cerca del primer palo. Es él quien va a por el balón, con Pulisic buscándole a menudo para el desvío venenoso.
Los córners no lo son todo. El Milan tiene obviamente el problema de los penaltis, que poco tienen que ver con este razonamiento. Sin esquemas, se trata simplemente de marcarlos… y de confiarlos a la persona adecuada. Tomori y Abraham fueron expulsados del área -orden de alejamiento, prohibición de acercarse- y ahora chutará Christian Pulisic.
Llegó después de dos temporadas de pesadilla. Tres errores de nueve en la 2023-24, incluido el de Giroud con el Dortmund que cambió definitivamente la temporada de la Liga de Campeones, dos de cuatro en esta liga. Errores cometieron Theo y Abraham en Florencia, por supuesto. Giroud también dejó un vacío aquí y Fonseca no designó públicamente a un lanzador hasta principios de octubre. Theo, Morata, Abraham, Pulisic, todos estaban en la carrera. Curioso caso el de un equipo con cinco capitanes y al menos cuatro lanzadores de penaltis.
Es mejor con los tiros libres. El Milan marcó dos goles importantes de falta lateral… y eso no es tan habitual. Morata contra el Lecce cambió el partido al desviar un cabezazo, casi de espaldas a la portería, mientras que Gabbia, con un tiro libre desde el área de tres cuartos, se llevó el derbi. La situación merece una repetición: Reijnders remató desde el centro de la derecha, el Milan alineó a cuatro jugadores al borde del área y pidió a Gabbia que arrancara dos metros más atrás.
Cuando Reijnders iniciaba su carrera, Gabbia atacó el área y se convirtió en el primer jugador del Milan en llegar al balón. La trayectoria fue perfecta, el giro también, y el Milan ganó el derbi. Una solución muy parecida se intentó a cinco minutos del final del partido contra el Leverkusen, pero el balón de Reijnders pasó demasiado alto para el primer hombre (Morata) y justo fuera del alcance del segundo (Gabbia, él otra vez). No siempre puede funcionar, pero tranquilos: Runjaic, Hayen e Italiano, los próximos entrenadores que se enfrentarán al Milan, han estudiado esa situación.