Milan 0 – 1 Roma

La inercia de la lujosa racha paralela en la liga desde la etapa de De Rossi en el Roma es barrida por la primera ronda de la Europa League. Entre las dos bellezas de 2024, el Milan sucumbió -bajo la mirada de Cardinale- y los giallorossi volaron. El punto de inflexión fue el gol de Mancini -le está cogiendo el truco-, pero en general el Roma mereció salir de San Siro con una sonrisa: más organizado, más lúcido, más feroz, más convencido.

Y también tuvo suerte, tras ver cómo un derechazo de Giroud se estrellaba en el larguero a tres suspiros del minuto 90. Que la Roma ha vuelto a divertirse con DDR es ya un hecho conocido. La incógnita es más bien el Milan, que se mostró igual de sano, si no más. A excepción de los diez últimos minutos -las clásicas jugadas de tripas corazón de quien va perdiendo por el marcador-, la actuación del Diavolo no estuvo a la altura. Un claro paso atrás respecto al equipo que venía de siete victorias seguidas, al que es difícil dar una explicación. Equipo e individualidades: Dybala le demostró a Leao lo que significa jugar para el equipo, Lukaku salvó en la línea y Giroud se comió el empate, por poner dos ejemplos. Pioli quería ir lo más arriba posible en la ida: ahora hará falta algo asombroso en el Olímpico.

Pioli y De Rossi no pasaron una víspera inmersos en dudas -sólo unas pocas- y optaron por las soluciones que ya estaban en el aire: Thiaw por delante de Kjaer, Smalling a Llorente y Spinazzola a Angelino. Todo lo demás entraba dentro de la lógica en el bando rossonero: 4-2-3-1 construido en torno a Bennacer-Reijnders en el centro del campo y Pulisic-Loftus-Leao por detrás de Giroud. De Rossi, en cambio, barajó el guión táctico, diseñando una especie de 4-4-2 con Dybala proporcionando -entre otras cosas- asistencia a Lukaku, pero sobre todo ensanchando a Pellegrini por la izquierda y a El Shaarawy por la derecha.

Este último fue, con diferencia, el movimiento más rentable porque el ex rossonero prácticamente maniató a Leao, quitándole metros, resuello e ideas y protegiendo así a Celik, que pudo apuntalar los metros más centrales jugando más cerca de Smalling. En la práctica un doble desmarque que suele verse en momentos de dificultad, para ayudar a su compañero, y que aquí en cambio se produjo de forma preventiva. Sin embargo, hay que añadir al menos otros dos detalles a la acertada jugada de DDR. El primero: el Roma tuvo el gran mérito de permanecer muy corto incluso en los minutos de mayor presión milanista, quitando casi todos los destellos de luz a los portadores del balón rossoneri. La segunda: el Diavolo desarrolló un juego en su mayoría lento y previsible. Enyesado. Aburrido. Un defecto que no se veía desde hacía mucho tiempo, generado en buena parte por los méritos y la astucia del rival.

Cristante gravitó sobre los terrenos de Reijnders, Loftus-Cheek se estrelló más de una vez contra Paredes y Dybala gravitó más de cuarenta metros. Superlativo para sacar al equipo de la presión rossonera, dar superioridad numérica en el centro del campo y apoyar la maniobra, que también hizo El Shaarawy: una suntuosa doble fase. A propósito de los exteriores: el feroz giro del balón del Milan también anuló, obviamente, cualquier ambición de dar profundidad a Leao, que se extendió sobre el muro erigido por ElSha y Celik, sin encontrar el apoyo de Hernández, en una versión tímida. En el otro lado, Pulisic disfrutó de un pelo más de libertad, pero sin encontrar el taco de las últimas salidas.

El resultado fue que desde la línea de tres cuartos rossonera llovieron infinidad de centros legibles al área romanista, sin ninguna idea real detrás: lanzarla al centro sólo para ver qué efecto tenía. La Roma era capaz de encerrarse, pero también de romper hacia adelante, con la maldad que le faltaba al Milan y la lucidez para elegir casi siempre el apoyo adecuado. El primer remate en el área fue del Milan -Svilar tuvo que rechazar el insidioso derechazo de Reijnders-, pero luego los giallorossi tuvieron que agradecérselo a Maignan, que despejó bajo palos el disparo de El Shaarawy, que había recibido una falta de Gabbia. En el minuto 17, los giallorossi se adelantaron: saque de esquina de Dybala, Mancini eludió a Loftus-Cheek y colocó un cabezazo cruzado. Cinco días después, déjà-vu del derbi. La reacción del Milan llegó en un doble cabezazo de Giroud (minuto 21), en el primero de los cuales Lukaku salvó sobre la línea.

En la segunda parte, los rossoneri intentaron apretar el acelerador, pero fue una presión estéril, a la que faltó convicción en su interpretación y actitud. Como algo contractualmente debido, y no la búsqueda de la fiereza para igualar. De hecho, Svilar seguía atento, pero no estaba realmente comprometido, y el Roma, obviamente, estaba abriendo porciones glotonas del campo. Una postal emblemática de la noche del Milan: tras una reanudación giallorossi finalizada con un derechazo traicionero de Cristante, Maignan se enfureció con Leao -culpable de no haberle hecho la cobertura-, reprendiéndole con dureza y descaro.

El Milan pudo dar un guiño a la vida con Adli (en sustitución de Bennacer), a un paso del comodín de la noche con un derechazo desde posición escorada que Svilar desvió con la ayuda del larguero. Abucheos generalizados cuando Leao abandonó el terreno de juego por Okafor. Las manos en el pelo, sin embargo, cuando tres minutos antes del minuto 90 una pase de Chukwueze puso a Giroud en las mejores condiciones posibles al borde de la portería: un violento derechazo y el balón por encima del travesaño. Pero no fue mala suerte: para alguien como Oli éstos son goles para marcar.