Al menos llegar a Europa League

Al final, incluso la Europa League desequilibra la balanza, y el Milan lo sabe muy bien: tras ser eliminado en cuartos de final por el Roma de De Rossi, el club decidió que era hora de cambiar. Fue la Europa menor, y no la Liga de Campeones, la que sancionó el final y un nuevo comienzo. Primero con Fonseca, hoy con Conceiçao. Hablando de entrenadores, el propio Pioli se dio cuenta de que en ese preciso momento su historia rossonera había llegado a su fin.

Sí, hubo un momento preciso: la vuelta de los cuartos de final de la Europa League, Roma-Milán, en el Olímpico. En la ida habíamos perdido 1-0. En el vestuario, antes del partido, pronuncié un discurso que me puso la piel de gallina, uno de los más sinceros de mi vida. Estaba seguro de que iba a aprobar. En cambio, el equipo no consiguió nada e hizo poco en el campo. Ahí me di cuenta de que lo que daba ya no era suficiente. Así que sí, la Europa League es ciertamente poco considerada al principio, pero cuando el objetivo se acerca se convierte en una competición fascinante.

En cuanto a las cuentas, las de verdad, no hay parangón con la Liga de Campeones: el Milan se ha despedido del torneo con un premio de consolación de unos ochenta millones, los que le reconoció la Uefa (60, entre cuota de participación, resultados de los partidos, colocación en la clasificación y market pool) además de los ingresos de taquilla, unos 20. La Europa League, ya se sabe, es mucho menos rica: 4,31 millones por participación, 450 mil euros por cada victoria, ocasiones en las que la Liga de Campeones ‘regala’ dos millones. La diferencia obvia.

Pero no sólo hay dinero, también hay orgullo milanés. Para un club acostumbrado a las grandes noches europeas, es algo que no tiene precio y que no se puede comprar: la Europa League es el único trofeo que falta en el palmarés rossonero. Clasificarse y jugarla con la máxima ambición tendría sentido. Para el Milan, se recuerdan los años sin copas de Europa, no al revés: en la historia reciente, había faltado a la cita en el salón de la Champions durante siete años, de 2014 a 2021, una eternidad.

De 2014 a 2017 no había tenido escaparate internacional: una condición que el club no quiere volver a experimentar. En 2019-20 la exclusión de la participación en las competiciones de la Uefa a instancias de Tas en Lausana tras incumplir los parámetros del fair play financiero. De ahí nació un nuevo Milan, competitivo en el campo y virtuoso en las cuentas.

Hoy, el club se muestra sólido y el equipo cultiva las últimas esperanzas de engancharse a la cuarta plaza: ganar esta noche al Lazio le permitiría acortar distancias en la clasificación y seguir creyendo. Más aún si el camino de los otros italianos que siguen en liza en Europa llega hasta el final: el Fiorentina en la Conferencia, el Roma en la Europa League y sí, incluso el Inter en la Liga de Campeones, podrían ayudar al Milan. ¿Cómo? Con la clasificación de la Uefa, que podría dar a Italia cinco puestos en la gran Europa.

La premisa inicial es la escalada rossonera en la clasificación: el Milan debe redimirse de las dos últimas derrotas consecutivas fuera de casa (Turín y la remontada de Bolonia) y retomar la senda aquí mismo, en San Siro: victoria por uno a cero ante el Hellas, con gol decisivo de Giménez. Santi, siempre el mismo: ya ha desafiado al Lazio cuatro veces, todas con la camiseta del Feyenoord (dos en la Europa League y dos en la Liga de Campeones), con cinco goles marcados.

Dato curioso: el Lazio es su segunda víctima europea favorita, sólo superada por el PEC Zwolle. Giménez será presionado por Leao, siempre y cuando no quiera estampar su firma en la hoja del goleador: para Conceiçao y los aficionados milanistas poco importaría. Tan importante como siempre son la victoria y los tres puntos.