Ante el Lecce jugará Sportiello

A veces, la normalidad puede ser una gran fortaleza. Para confirmarlo, pregúntenle a Marco Sportiello, el segundo portero del Milan. Él, que fue traído a los rossoneri por Pioli y que a lo largo de los años siempre ha respondido cuando se le ha llamado. Sin hacer ruido, opuesto a los focos y a las entrevistas. Notoriamente, siempre ha sido el delantero centro más difícil de batir. En lo que va de liga aún no ha jugado, pero en Lecce -gracias a la sanción de Maignan- debería ser su momento. Necesario, por tanto, que esté preparado.

Marco, que cumplirá 33 años en mayo, es en muchos sentidos una antiestrella. No tiene redes sociales, es tímido y reservado. No es exactamente el prototipo del futbolista moderno. En un mundo acelerado de seguidores y visitas, Sportiello ni siquiera tiene Instagram. Prefiere que le digan las cosas a la cara. Como hizo Pioli para convencerle de que viniera al Milan, después de tenerle un año como titular en Florencia en la temporada 2017-18. Solo tuvo que descolgar el teléfono: “Me gustaría que estuvieras en el Milan. Qué haces, ¿vienes?”. Y Sportiello, que había crecido con el mito de Seba Rossi, no pudo sino aceptar de buen grado.

En el conjunto rossonero ha jugado siete veces hasta la fecha. En su primera titularidad contra el Verona -23 de septiembre de 2023- celebró su partido 200 en la Serie A y fue decisivo con un par de grandes paradas. Especialmente una a Folorunsho en el 0-0. Luego también lo hizo bien en el siguiente partido contra el Cagliari e incluso fue un 7 en el acta en el empate contra la Juve a finales de abril.

“El mejor sobre el terreno de juego, cerró la puerta con cuatro paradas decisivas”. Traducido: cuando se le necesita, está ahí. Este año, sin embargo, ha tenido muy mala suerte. Se lesionó la mano en verano, se operó en Estados Unidos y tuvo que estar de baja más de dos meses. Ahora, sin embargo, está bien, y desde el Lecce iniciará su carrera en la Serie A con el Milan.

Marco siempre ha sido hincha rossonero, a pesar de haber crecido en las categorías inferiores del Atalanta. Para todos siempre fue “el Spo”, el más alto de sus amigos, amante del voleibol y prestado al fútbol por casualidad. Que acabó convirtiéndose en su mayor pasión. El primer partido, jugado en un campo de tierra y barro, terminó 11-3 a favor del rival, pero Marco se dio cuenta de que los guantes podían ser su destino.

“Había parado cuatro penaltis: me parecía suficiente para insistir”. A los ocho años lo fichó el Atalanta y a los 21 era titular en la Serie A con la camiseta del Dea. Y pensar que en el Seregno, en la D, quiso dejarlo tras ocho banquillos seguidos. ‘No hablaba con nadie y no quería volver a Bérgamo. Sólo quería jugar’. Y al final jugará.

A lo largo de los años, alternó temporadas excelentes con peleas -como con Gasperini, que le acusaba de falta de concentración y de tener la cabeza en otra parte-, malentendidos y dificultades. Le fue bien en Florencia, donde encontró a Pioli y vivió la tragedia de Astori, y luego regresó a Bérgamo en busca de redención. No la encontró y eligió Milán.

Aceptó el papel de jugador secundario, sin levantar nunca la voz. Trabajando, lejos de los focos y los titulares. Su historia dice que cuando se le ha llamado siempre ha respondido bien, y el Lecce debería ser una nueva confirmación de ello. Sin aparecer, sin hacer ruido, dejando hablar a los demás. Bendita normalidad.