
Hay quien sigue por el camino de la resurrección y quien continúa su interminable vía crucis. El día de Pascua, el Atalanta volvió a ganar, dejando atrás definitivamente la escoria del tríptico entre marzo y abril -derrotas ante Inter, Fiorentina y Lazio- y protegiendo su tercera plaza del intento de remontada del Bolonia y del asalto imaginable de la Juve mañana en Parma (aquí la clasificación). Es un formato Dea de lujo en los partidos fuera de casa: nadie como los bergamascos.
El Milan vuelve a caer, se queda tristemente anclado en el deshonor de la novena plaza, continúa en su alergia casi total hacia los equipos de primer nivel y, por si alguna vez hizo falta, certifica que para rascar un puesto en la Europa League es mejor dedicarse únicamente a la Coppa Italia. Por supuesto, si esto era el ensayo general de cara a la segunda ronda del miércoles contra el Inter, hay pocos motivos para el optimismo.
Pero no porque los rossoneri jugaran mal per se: simplemente porque seguir encajando goles con una fase defensiva desconcertante dificulta la definición. Conceiçao confirmó la línea de tres hombres, que en realidad se mantuvo bastante bien en el conjunto del partido. Pero en la acción que desembocó en el gol de Ederson se rompieron todos los mecanismos, un capítulo más del guión habitual. Érase una vez, el Milan jugó contra el Dea por la Liga de Campeones. Parece que fue hace un siglo.
Conceiçao confirmó el once de la actuación anterior, y esto es noticia: nunca lo había hecho. Así, el equipo se reafirmó en hombres -Jovic en el centro, Jiménez y Hernández en las bandas- y sobre todo en el sistema de juego: 3-4-3 como en Udine, con Tomori, Gabbia y Pavlovic por delante del recuperado Maignan. En defensa, Gasp dejó fuera a Kossounou y Toloi, y optó por centralizar a Bellanova, con Cuadrado en la banda derecha y Pasalic apoyando a Lookman y Retegui.
Defensivamente, la línea de cinco en el primer tiempo dio buenas indicaciones porque no concedió esa profundidad en la que a la Dea le gusta jugar. Un Milan atento en los cierres y en las salidas, ordenado y bastante sereno en la lectura del juego. El Atalanta de la primera vuelta nunca consiguió arrancar. Premisa: fueron 45 minutos bastante aburridos, los ritmos lejos de ser excelentes, la atención y la búsqueda del pase limpio al compañero más cercano prevalecieron sobre las ganas de intentar la jugada.
Intrigante el duelo en la banda entre Hernández y Cuadrado, los nerazzurri presionaron sobre todo por la derecha, con Lookman poco atendido y fue ciertamente una lástima: cuando le pusieron en posición de apuntar a Jiménez, se deshizo de él en velocidad con facilidad. Sus compañeros lo compensaron luego en la segunda parte.
En el otro lado, las mejoras de Hernández, en planteamiento y también en términos prácticos, deben ser anotadas y confirmadas. Nada de época, pero es como si el nuevo sistema le hubiera quitado los tobillos de dos kilos. Ligeras carreras, inserciones, aunque su actuación se verá empañada por la lectura fallida en el gol nerazzurro. Mucho más cansancio, si cabe, para Reijnders, aprisionado entre Ederson y De Roon, y obligado a razonar en tiempos relámpago y a escasos centímetros del terreno de juego. Varios apoyos fuera de lugar, impropios de su rango, son una clara prueba de ello.
El Milan empezó con ganas de liderar los bailes pero, como de costumbre, el paso del reloj de arena le llevó a bajar y dejar el balón a los pies de su rival. Ventaja de la que el Atalanta, incapaz de subir el ritmo, se benefició poco. El Dea fue mejor que los rossoneri en el fraseo global, sí, pero luego perdió a la hora de encontrar la mejor solución en el último tercio del campo, con Retegui aprovechado por Gabbia y Pavlovic.

En resumen, poca o ninguna emoción. Sólo hubo un grito ahogado en toda la primera parte: minuto 43, pase de Jiménez para Jovic, que se revolvió magníficamente en el área, pivotando sobre Bellanova pero, con toda la portería por delante, la sacó con la izquierda. Súper movimiento, y gran desperdicio.
Un fogonazo que debió generar buenas sensaciones porque el Milan volvió al campo tras el descanso con ferocidad. Diez minutos de juego unilateral, el Dea aplastado en los últimos treinta metros con balones que salían de todas partes. Reijnders, Fofana, Leao lo intentaron, Cuadrado derribó brutalmente a Hernández lanzado al contragolpe.
Un asedio, roto en el momento de máxima intensidad. Primero Gasp revisó la defensa -entraron Toloi y Kossounou (Dijmsiti lesionado)- y luego Dea se fue al hoyo (62′) exponiendo los límites habituales de la fase defensiva rossonera: centro de Lookman al segundo palo, torre de Bellanova para la inserción ganadora de Ederson. Fofana inmóvil para mirar y Theo inmóvil en lugar de subir.
Unos diez minutos más tarde, Retegui envió el balón fuera por poco, Conceiçao introdujo a Joao Félix y el Milan intentó algunas embestidas, pero cada vez menos lúcidas a medida que pasaban los minutos. Las praderas se abrían de par en par a las reanudaciones bergamascas, interrumpidas por Maignan hasta el pitido final. Dea celebrando bajo su afición, abucheos del resto del Meazza. Al Milan no le queda otra que aferrarse a la Copa de Italia.