El Milan Futuro se juega su… futuro

Pase lo que pase, será un fracaso. O mejor dicho: habrá un fracaso, y otro que podrá sacar la cabeza a flote tras meses de apnea. El Spal y el Milan Futuro se juegan mañana por la noche su permanencia en la Serie C en Ferrara, en el partido de vuelta de la eliminatoria, tras la victoria rossonera por uno a cero en Solbiate Arno. No habrá más apelaciones: dentro o fuera en noventa minutos. Los pusilánimes, mejor que se vayan.

Un partido para decidir quién mantendrá la categoría y quién, en cambio, rodará estruendosamente hacia la D. D de desastre, D de desgracia. Porque sería un drama deportivo -otra D-, independientemente de quién lo sufriera. Para el Milan, el hundimiento de un club en su primer año, nacido para ser la piedra angular de un proyecto ambicioso y de largo alcance. Un desaire que, además, se sumaría a todos los demás extensos sufrimientos estacionales de los rossoneri. Para el Spal, sería un balde de agua fría sobre las ambiciones de un club histórico, que hasta hace cinco años estaba en la liga A y que este año había comenzado con el objetivo del playoff.

¿Qué hace falta para salvarse tras el uno a cero del Milan? En primer lugar, empecemos por decir que ni la prórroga ni los penaltis están previstos. La ventaja del equipo emiliano, generada por la mejor colocación en el campeonato, no es desdeñable: en caso de empate en los resultados y en la diferencia de goles, el Spal seguiría en el C. Más sucintamente: Baldini necesita ganar, independientemente del resultado.

Incluso el uno a cero sería suficiente. Quizá con un gol de Antenucci, el ídolo de la Mazza, que se despedirá del fútbol jugado con este mismo desafío. La guía de los rossoneri, en cambio, debe ser terminar estos 180 minutos habiendo marcado un gol más que su rival. Así pues, el Milan dispone de dos resultados de tres y eso es una ventaja para el Diavolo, pero tendrá que lidiar con un ambiente muy caldeado.

Si, como quedó claro desde el principio, el partido de ida fue prácticamente irrelevante -poco más de mil espectadores, la mayoría con bufandas blancas y azules-, el Stadio Mazza será un caos. Las entradas anticipadas van muy rápido en estos momentos -la Curva Oeste está agotada- y la proyección sugiere que la cifra de asistencia se acercará a los diez mil.

Y si en el partido de ida los ultras no acudieron a Solbiate Arno para protestar contra los segundos equipos, esta vez la necesidad de estar cerca del equipo en este desafío vital será mayor que todas las ideologías. Pero cuidado: Ferrara es una plaza apasionada, pero también muy enfadada y decepcionada, y si las cosas acaban mal hay quien teme consecuencias para el orden público.

Ciertamente, el primer asalto en casa del Diavolo dejó una mala impresión. Una primera parte inexistente, una segunda más valiente, pero aún así insuficiente. Donde acaban los deméritos propios, sin embargo, empiezan los méritos ajenos, y hay que reconocerle al Milan el mérito de haber merecido absolutamente la victoria. Primera parte del partido suntuosa, fútbol bonito para la vista y tácticamente acertado, con el único defecto de no tener la concreción necesaria en los últimos veinte metros.

Luego, en la segunda parte, el habitual repliegue. Un descenso dentro de la misma competición tantas veces experimentado por los rossoneri a lo largo de una temporada que todos, por parte de Milanello, obviamente imaginaban más fácil. Nada fácil, pero ni siquiera encontrándose en condiciones de defender la categoría en la eliminatoria. Una situación que los dos equipos, dos grandes decepciones de esta Serie C, tienen en común, así como la protesta de sus respectivos pueblos contra la propiedad, ambos estadounidenses. El que pierda estará en serios problemas.