
Fuera de tiempo. Torpe. Y misterioso. En el sentido de que Fikayo Tomori es un misterio desde hace (bastante) tiempo. Partidos en los que se pone de manifiesto una de las principales razones por las que el Milan ganó el Scudetto hace dos años, alternados con actuaciones de bajo nivel. Demasiado bajo para alguien como él. El problema de fondo es que la pregunta -¿por qué Fik ha bajado tanto su rendimiento? – sigue flotando en el aire en Milanello y nadie puede dar una respuesta exhaustiva. Ni siquiera quienes le observan a diario.
Ahora también se han añadido espinas en conducta. En Florencia, siete en conducta. Fik aparece en la vergonzosa lista de los insubordinados de Florencia. Es decir, de aquellos que han antepuesto las necesidades personales al bien colectivo. Las imágenes que fluyen cuando el reloj marca el minuto 54 son elocuentes y ya son objeto de mucho debate en las redes sociales (así como en Milanello): tras la falta de Kean en el área sobre Gabbia, que Pairetto apreció como penalti, Tomori se apoderó del balón -fue algo intencionado: el balón se encabritó y él saltó a propósito para atraparlo primero- y se lo entregó a Abraham.
Es fácil ver que la amistad entre Fik y Tammy está detrás de ese gesto. Ambos son ingleses y tienen una larga historia en el mismo vestuario, desde las categorías inferiores del Chelsea y la selección de Su Majestad. El afecto y el vínculo, sin embargo, no justifican la transgresión: ese balón debería haber acabado en los brazos de Pulisic, no en los de Abraham. En el concurso de culpas con Tammy, el central rossonero es menos culpable, pero el hecho y el gesto se mantienen.

Tomori es uno de los posibles capitanes, él también sabía muy bien que el episodio del penalti anterior de Theo constituía una insubordinación que no debía repetirse, y sin embargo actuó según lo que le dictó su cabeza en ese momento. Entonces, si incluso jugadores con más cabeza sobre los hombros, como él, se comportan de esta manera, ¿cómo podemos esperar que la serenidad vuelva al Milan?
Serenidad que también le faltó a Fik, que durante el partido en el Franchi anticipó la escena de Hernández al final del encuentro, protestando en la cara de Pairetto con una furia entonces incontrolable tras un agarrón a Kean. De hecho, el árbitro le amonestó. Un signo evidente de nerviosismo, quizá de frustración, ya que Tomori miró a su alrededor y reconoció poco o nada de lo bueno que había sido. El buque insignia del Milan en la defensa del triunfo de 2024 ya no existe.
Se ha convertido en un parque de atracciones donde los opositores entran y se divierten sin pagar entrada. Él mismo es consciente de que ha bajado bastante el listón. En el segundo gol del Viola, su agujero es clamoroso. Cuando le ocurre a un portero se llama pato. Un intento de rechazar un lanzamiento -léase sin especial aspaviento- que se convirtió en un salto al vacío: el cabezazo de Fik cogió el aire y no el balón, Kean armó a Gudmundsson y la Fiorentina colocó el saque de tres puntos.
Comparar las cifras de este año del inglés con las de la temporada 2021-22 es un ejercicio despiadado (como bien ilustra el gráfico del capítulo anterior): el rendimiento baja en los datos más sensibles para un defensa central como balones recuperados, balones interceptados, contras ganadas y duelos. Rendimiento que repercute en la valoración media, que ha caído desde el 6,32 del año del Scudetto hasta el triste 5,62 (de los más bajos de la plantilla) de la temporada actual.