
Una herencia y un legado dispersos en sólo tres años. Parece del Paleozoico, pero el Scudetto rossonero fue hace sólo tres años. Nadie dicta que un equipo deba repetir título al año siguiente, pero resulta clamoroso que, tan poco tiempo después, no quede prácticamente nada de aquel Milan -entendido en su totalidad-.
A pesar de las cuantiosas inversiones realizadas en el mercado (más de 120 millones, netos de cesiones, sólo esta temporada), el Diavolo se ha deteriorado en casi todos los aspectos: presencia europea, clasificación liguera, valor de la plantilla decididamente empobrecido (antaño había Theos y Leos de tres cifras). Lo único que se salva es el balance, que sigue siendo positivo y permitirá una operación discreta en el próximo mercado, incluso sin Liga de Campeones. Pero, ciertamente, ante semejante escenario, la propiedad se verá obligada a intervenir a fondo en verano. Una revolución, además, obligada.

En la foto de arriba, el tercer caballero por la izquierda decidirá el destino de la directiva dentro de unos meses. Es difícil cuestionar a Ibra, que, además, está en nómina de RedBird y no es directivo del club: torpedear o reducir a Z sería un gol en propia meta en términos de imagen pública, certificando que el nombramiento de su delfín tras sólo año y medio ha sido un error.
Si acaso, sería más lógico implementar el staff directivo reinstaurando la figura del director deportivo, ausente desde la marcha de Maldini y Massara. La reorganización interna, redistribuyendo las funciones del cargo entre el director general Furlani y el d.t. Moncada, bajo la supervisión de Ibra, ha resultado insuficiente. Falta el d.s., y llegará el d.s. (con Moncada volviendo a gobernar permanentemente el área de scouting). ¿Los nombres? Tare en la pole por delante de Paratici. Evaluaciones en curso porque el club, con el paso del tiempo, se ha dado cuenta de que es una figura a la que no hay que perder de vista.

Hace unos días, Ibra explicó que Conceiçao “lo está haciendo bien, estamos mejorando, tiene toda nuestra confianza”. Es un ejercicio arduo coincidir con él en las mejoras pero, en cualquier caso, forma parte de la normalidad proteger al entrenador en el transcurso de la temporada, cuando todavía hay objetivos en juego. También ocurrió en los últimos meses con Pioli, aunque era evidente que estaba al límite de sus fuerzas.
La del portugués, salvo milagro con vistas al cuarto puesto, parece la misma situación: paraguas abierto hasta finales de mayo y luego otra vuelta a otra carrera, buscando no sólo un entrenador capaz de desenredar todos los nudos, sino de ponerle en condiciones de hacerlo. Los primeros candidatos: Fábregas gusta, Sarri estaría más que dispuesto, De Zerbi puede tener el perfil adecuado.

Eso es: permitir que el entrenador resuelva los problemas significa también meter mano en el equipo y formar la plantilla 2025/26 no sólo en función de las características técnicas, sino en general. Hay algunos jugadores que han acabado -por diferentes motivos- al margen del proyecto, como Jovic, Chukwueze, Terracciano y Florenzi; hay otros que se han quedado pero podrían haber dicho ya adiós, como Tomori y Emerson Royal; otros que están claramente al final de su ciclo en este club, como Theo; otros que volverán al campamento base procedentes de préstamos a fondo perdido, como Abraham y Joao Felix; otros que volverán a Milanello procedentes de préstamos a fondo perdido, como Saelemaekers, a la espera de conocer el destino de los préstamos con derechos (Kalulu, Pobega, Adli, Okafor, Bennacer, Colombo).
Será un largo verano en el que el club no sólo tendrá que averiguar en qué nombres centrarse para reforzar el equipo, sino también cómo descremar la plantilla actual. Empezando, sin embargo, por una hipótesis: el Milan ’24-25, en términos de calidad, tendría (tenía) todas las posibilidades de aspirar a los cuatro primeros puestos.