A pocas horas del cierre del mercado de fichajes de verano (previsto para el lunes 1 de septiembre a las 20:00), no son pocos los aficionados del Milan —al menos entre nuestros lectores— que se muestran perplejos por cómo la directiva de Gerry Cardinale ha gestionado las negociaciones.
En términos económicos, el nuevo director deportivo Igli Tare ha demostrado saber vender muy bien. Considerando también la ventana de mercado de inicios de junio —cuando el Milan traspasó a Tijani Reijnders al Manchester City por 57 millones de euros más bonus, generando una plusvalía cercana a los 45 millones—, el club de via Aldo Rossi ha ingresado alrededor de 170 millones de euros en este mercado (a la espera de la probable venta de Chukwueze al Fulham, que podría sumarse a la de Musah al Atalanta).
En cuanto al balance 2025/26, estas operaciones —incluyendo al extremo nigeriano— marcarían un récord histórico de plusvalías para la entidad rossonera en un solo ejercicio. También en el apartado de compras se ha trabajado mucho: el Milan ha incorporado a ocho jugadores con una inversión superior a los 140 millones de euros. Sin embargo, Tare y su equipo saben perfectamente que la plantilla aún no está completa, lo que explica su intensa actividad en estas últimas jornadas del mercado. Y más allá de cómo terminen las negociaciones por Adrien Rabiot o por un defensa central —con el nombre de Akanji sobre la mesa—, lo que más genera dudas es la gestión de la delantera.
Desde su regreso a la estructura del club a finales de mayo, Massimiliano Allegri dejó claro que no consideraba a Santiago Giménez como el “9” ideal para su proyecto, pese a que el mexicano había sido fichado en enero desde el Feyenoord por 32 millones más bonus. El técnico livornés presionó desde el principio por Dusan Vlahovic, pero la operación siempre fue complicada: por el alto salario del jugador, por el conflicto entre el serbio y la directiva juventina, y por la tensión histórica entre Juventus y Milan.
Ante esas dificultades —y pese a que no se descartan sorpresas de última hora—, el Milan centró sus esfuerzos en Rasmus Højlund del Manchester United. Pero las altas exigencias del club inglés y del propio jugador hicieron inviable la negociación. Tanto que fue el Napoli quien aprovechó el hueco tras la lesión de Lukaku para lanzarse por el danés, operación que está a punto de cerrarse.
El tercer objetivo fue Victor Boniface del Bayer Leverkusen, quien incluso llegó a viajar a Milán para pasar reconocimiento médico. Pero las pruebas no convencieron y el delantero regresó a Alemania. Lo llamativo es que sus problemas físicos ya eran conocidos por muchos agentes del mercado, tanto que la Roma descartó un intercambio con Dovbyk por ese motivo. Una circunstancia que sorprende, dada la experiencia de Tare en este tipo de negociaciones.
Tras el caso Boniface, el Milan apuntó a Conrad Harder del Sporting de Lisboa. Sin embargo, el club portugués, tras vender también a Gyökeres al Arsenal por 63 millones más bonus, no logró encontrar un sustituto a tiempo. Además, el danés, aunque talentoso, había tenido un rol secundario en Lisboa, con apenas poco más de 1.000 minutos repartidos en 37 partidos. Otro ejemplo de cómo los grandes de la Premier League van por titulares absolutos mientras en Italia se tantean las segundas opciones.
Después de cuatro intentos fallidos, el Milan finalmente encontró su delantero en Christopher Nkunku, procedente del Chelsea, confirmando una vez más el canal preferencial con el club londinense, que ya había llevado a Milán a Tomori, Loftus-Cheek y Pulisic. La inversión por el francés fue de 37 millones, y su impacto contable en la temporada 25/26 —entre salario y amortización— será de casi 17 millones. Sin embargo, el balance global sigue siendo positivo: las operaciones cerradas hasta ahora aportarán más de 90 millones de beneficio neto al ejercicio.
Y podría no terminar aquí. Como declaró el propio Tare antes del partido contra el Lecce, todavía está sobre la mesa un posible intercambio con la Roma: «¿La delantera está completa? Numéricamente, ahora mismo, sí. Pero evaluamos un intercambio entre Giménez y Dovbyk. Si será posible, lo sabremos pronto. ¿Tenerlos juntos? No es viable; con un solo partido por semana necesitamos una plantilla equilibrada».
Esta frenética búsqueda de un delantero ha dejado entrever desajustes en la toma de decisiones dentro del club. Resulta llamativo que un director deportivo con tanta experiencia como Tare haya encajado tantos reveses en tan poco tiempo. Todo apunta a que el área técnica ha tenido libertad para avanzar en negociaciones que, en el momento de recibir el visto bueno final de la dirección, se han quedado en nada. Un problema de comunicación interna que recuerda las tensiones de temporadas pasadas y que no ha beneficiado al proyecto.
Además, el coste final del fichaje de Nkunku no es tan diferente al que habría supuesto Højlund, lo que sugiere que cuando el Chelsea está de por medio, las prioridades del club cambian. No se puede analizar este mercado sin considerar el gran ausente: los ingresos de la Champions League. La desastrosa temporada pasada, sin clasificación para competiciones europeas, ha pesado como una losa en las cuentas y ha condicionado la planificación.
El nuevo formato del torneo, vigente desde la temporada pasada, ofrece más partidos y más dinero: la UEFA repartirá 2.470 millones de euros, frente a los 2.000 millones del ciclo anterior. Solo por clasificarse, equipos como el Inter ingresarán casi 51 millones, el Napoli 41, la Juventus 46 y el Atalanta 42. A esas cifras se suman taquillas, premios por resultados y bonus. Basta recordar que el Milan, eliminado en el playoff contra el Feyenoord, ingresó alrededor de 60 millones, mientras que el Inter, finalista en Múnich, llegó a los 132 millones.

Por supuesto, se trata de dinero garantizado solo por la clasificación. A esto hay que añadir los ingresos por los cuatro partidos que cada equipo jugará en casa, además de los posibles premios y bonificaciones relacionados con los resultados y la clasificación para los octavos de final o los play-offs. El Milan, por ejemplo, el año pasado, cuando fue eliminado por el Feyenoord en los play-offs, ingresó unos 60 millones en total de la máxima competición europea (y el Inter, que juega en el mismo estadio que el Milan y, por lo tanto, da una idea del potencial económico de la trayectoria europea, llegó a la final de Múnich y se llevó a casa unos 132 millones).
Son ingresos que evidentemente faltarán en el balance 25/26 del Milan y que inevitablemente pesarán en la comparación con el 24/25. Del mismo modo, es evidente que la campaña de fichajes de este verano no ha podido dejar de tener en cuenta esa falta de dinero. Sin embargo, es evidente que esta cura de adelgazamiento presupuestario deberá ir acompañada necesariamente de resultados deportivos, concretamente deberá permitir clasificarse para la próxima edición de la Liga de Campeones (y, por lo tanto, obtener los ingresos asociados a ella). Otro año sin los ingresos de la máxima competición europea podría desencadenar una peligrosa espiral descendente para el club.
Además, si nos fijamos solo en el aspecto económico (y dejamos de lado el deportivo), si esta temporada también sale mal, eso significaría que el año que viene habría menos talentos que vender a precio de oro. Entonces, sería más difícil concretar las operaciones de este año en el mercado y el balance también se vería afectado.
En resumen, la diferencia es evidente: el año pasado, el Nápoles, tras una temporada pésima y sin clasificarse para las copas, bajo el impulso de Antonio Conte, decidió relanzarse gastando en el mercado algo así como más de 150 millones y fichando, entre otros, a jugadores como Lukaku y McTominay.
El resultado fue que el equipo se aseguró la clasificación para la Liga de Campeones de este año prácticamente en enero, tras ceder a Kvaratskhelia en el mercado de fichajes de invierno, y en mayo terminó ganando el campeonato. El Milan, por su parte, ha decidido tomar un camino diferente y veremos si su apuesta da sus frutos, salvo que se produzcan fichajes sensacionales de aquí al final del mercado, algo que hasta ahora nadie ha previsto.