Ibra será asesor del club y Redbird

La tarta, dulce, dulcísima, se sirvió la otra noche con la camiseta rossonera sobre el césped de San Siro. La guinda está por llegar y es imposible no fijarse en ella: 196 centímetros por 102 kilos y una carrera plagada de éxitos, el último de ellos un increíble Scudetto con el Milan, a los 40 años. Ya estamos, el “tic tac tac” lanzado en las redes sociales por Zlatan Ibrahimovic está a punto de dar paso a los toques de trompeta: pronto “dios” volverá a abrazar al Diablo, con la bendición cardenalicia.

A estas alturas es cuestión de días, quizá de horas: la negociación entre el número uno de RedBird, propietario del Milan, y el campeón sueco ha entrado en la recta final y no hay que descartar que la fumata blanca pueda llegar entre hoy y mañana, antes de que Pioli y los suyos vuelvan al campo tras el fulgurante renacer con el Psg en la Liga de Campeones. El calendario, sobre el papel, puede encajar a la perfección.

Mañana, el Milan partirá hacia Lecce, donde el sábado buscará los puntos de la remontada hacia el Scudetto, mientras que Gerry Cardinale se subirá a un avión rumbo a Estados Unidos: ambos partirán con la maleta llena de certezas. Las del señor RedBird se suman a otras, maduradas en los primeros meses de la temporada rossonera: el Milan es un equipo joven, profundamente renovado por el último mercado, pero rico en potencial y con un entrenador que lo tiene a su alcance (y que por eso, en las dos semanas difíciles entre la eliminatoria con la Juve y la del Udinese, nunca ha sido cuestionado por la propiedad).

La primera victoria en esta Champions, florecida ante el Psg de Mbappé, es la síntesis perfecta: este Milan tiene hombres e ideas para hacerse grande y jugar en todos los frentes. “Nuestros chicos aparecieron para ganar y demostraron a Europa y al mundo que son capaces de expresarse al más alto nivel en la escena internacional”, declaró Cardinale a La Gazzetta. “Estoy feliz por el equipo y por nuestros aficionados, que jugaron un papel importante como el ‘duodécimo’ hombre en el campo en esta gran victoria. Muy orgulloso de todo lo que muestra lo mejor del Milan”.

Aquí, el mejor de los diablos desató un júbilo nunca visto en las gradas de San Siro: entre el director general rossonero, Giorgio Furlani, el miembro de la junta directiva Gordon Singer y el presidente Paolo Scaroni, Cardinale se desató como los otros 75.000 aficionados presentes en el estadio. ¿Sorprendente? Más bien coherente: el Cardinal de este segundo año al frente del club exclamó “Forza Milan” bajo la mirada del presidente estadounidense Biden, siguió al equipo en casa y fuera (la victoria por 2-1 en el Olímpico contra el Roma), negoció en persona el nuevo estadio y en verano reestructuró la organización directiva del club: no más entrenador, espacio para un equipo con Furlani al frente, flanqueado por el jefe de ojeadores Moncada y el director general D’Ottavio. Con la llegada de Ibra, el equipo estará completo.

Cuidado, sin embargo, porque Zlatan será una figura “en el límite”, a caballo entre los dos sujetos dirigidos por Cardinale: el tercer rossonero Ibra estará vinculado al Milan, ciertamente, pero también y sobre todo al RedBird. No tendrá un cargo ejecutivo en el organigrama del club: su papel, probablemente el de asesor, podría enmarcarse de alguna manera dentro de la galaxia del fondo americano propietario del Milan.

En el club rossonero, Ibra podrá abarcar varias áreas del campo, desde el papel de delantero en el ámbito internacional (por ejemplo, en las giras americanas) hasta el de interlocutor con Pioli en asuntos del terreno de juego y del vestuario: Zlatan volverá a Milanello, ofrecerá su punto de vista al entrenador y a los jugadores con los que hablará (para muchos de ellos, que han entrenado y jugado con Ibra, será como retroceder un año).

Así, Ibra podrá dar mucho más al único club que le robó el corazón entre los muchos en los que jugó en sus 25 años de carrera. Pero también es una oportunidad de crecimiento para él: ahora que Zlatan está a punto de ampliar sus horizontes más allá del fútbol, mejor moverse con brújula. Y seguir el punto cardinal que le indica el camino.