
Será un Milan nunca visto. Y no sólo porque el desafío contra el Nápoles será el primero sin Reijnders en Liga (el holandés, 23 de 23 como titular, saltará por sanción), sino también y sobre todo porque la pareja que tripulará la mediapunta rossonera será inédita: para Yacine Adli e Ismael Bennacer será la primera vez que formen pareja desde el inicio. Los 28 minutos que jugaron juntos en Frosinone se suman a los otros 38 que compartieron entre 2022 y 2023: si no es una primicia absoluta, está cerca.
Los músculos de Musah seguirán en el banquillo porque Pioli ha elegido ideas. Bennacer es el regista del Milan, Adli lo ha sido en su ausencia: ahora los dos cerebros harán dúo, con Loftus-Cheek más adelantado, blindando la dirección de Lobotka e insertándose entre líneas. La idea del doble juego, en verano, habría parecido inconcebible: Adli había llegado a Milanello con la etiqueta de trequartista pegada al carro y estaba a punto de decir adiós.
La intuición de Pioli y la tozudez de Yacine cambiaron la historia: “Cuando Pioli me preguntó si podía jugar por delante de la defensa, le dije: ‘Ponme donde quieras, por esta camiseta también puedes ponerme de lateral'”. Adli jugó por delante de la defensa y ahí se quedó: su forma de interpretar el papel es diferente a la de Bennacer -más lanzamientos y verticalizaciones Yacine, más dinamismo e incursiones Ismael-, pero resultó igual de eficaz.
Con el Nápoles, se necesitará equilibrio: Adli parece inclinarse por una posición más retrasada, Bennacer es el que puede liberarse e insertarse en los intercambios entre Theo y Leao. El argelino ya hizo daño al Nápoles el año pasado: Pioli le alineó como ’10’ y metió en crisis a los azzurri entre el 4-0 en el Maradona y el doble desafío en la Liga de Campeones, sellado en San Siro con uno de sus goles. El entendimiento en el campo tendrá que encontrarse muy rápido, el que hay fuera de él funciona de maravilla: los dos son amigos, se fueron juntos de vacaciones en verano. Y entre amigos, ya se sabe, se entienden al instante.

Un recuerdo que duele, una enorme mancha en medio de una temporada memorable. Usted dice Milán y el presidente Aurelio De Laurentiis responde con dureza. Lo hizo en varias ocasiones desde el verano pasado hasta la conferencia del miércoles. Nunca ha digerido la derrota por 4-0 en casa y la eliminación en cuartos de final de la Liga de Campeones todavía escuece, o más bien “duele mucho”, en palabras del presidente.
El acorazado de Luciano Spalletti fue incapaz de dar con la tecla para frenar los contragolpes del Milan y, sobre todo, para frenar la banda izquierda de los rossoneri, donde Theo Hernández y Leao se lucieron cada vez en las praderas concedidas por los azzurri. Eso es, el domingo el primer mandamiento será “no conceder”: por eso Walter Mazzarri está pensando seriamente en cambiar de nuevo, volviendo a una defensa de tres con Ostigard en la derecha para apoyar y cubrir a Di Lorenzo, que actuará de lateral en un intento de limitar a Leao y obligar a Theo a mirar por encima del hombro en lugar de dirigirse hacia la portería.
Fuerte tentación, también porque con los tres atrás el Nápoles mantuvo a la Fiorentina y al Lazio a casi cero disparos y concedió muy poco al Inter en la final de la Supercopa. En resumen, el viejo sistema garantizaría compacidad y equilibrio en la fase de no posesión. Y al bajar el centro de gravedad, además de no conceder espacios vitales al Milan, el Nápoles tendría espacio para atacar al contragolpe con Kvaratskhelia y Mazzocchi por la izquierda, ya que el ex jugador del Salernitana se ha ganado una convocatoria con la selección en este puesto.
La duda sigue siendo Politano y la posible presencia de Cajuste (o Zielinski) en su lugar llevaría al 3-5-1-1 visto con el Lazio, con más calidad y soluciones ofensivas. Con Anguissa libre para encajar, Kvara más centrado para buscar el camino del gol. Allí donde le gusta a Mazzarri, allí donde encontró la proeza para la victoria el pasado domingo. Una cosa es segura: esta vez no habrá regalos.