
Si, como dijo Giorgio Furlani en la previa del partido con el Monza, “la próxima temporada no puede ser como ésta”, sólo hay una traducción: hay que evitar repetir los mismos errores. Obviamente, se han cometido muchos -sin duda más de los permisibles- y sería reduccionista limitar el horizonte temporal quizá a finales de otoño, cuando la situación estaba dando un giro a peor. No, los errores se remontan al verano pasado, en las semanas en las que el Milan buscaba al sustituto de Pioli. Hay cierta reincidencia en el momento de actuar por parte del club rossonero.
Ha sido, y sigue siendo, un Diavolo lento a la hora de plasmar sus ideas en el ámbito deportivo. Bien por presumibles diferencias de criterio en el seno de la directiva, bien porque la cadena rossonera implica varios pasos, hasta la luz verde definitiva de RedBird. Esta lentitud se aprecia, por ejemplo, en la elección de Tare, que era el único libre entre los favoritos y, por tanto, podría haber tomado posesión de su cargo -es decir, empezar a trabajar- mucho antes de finales de mayo. El mismo concepto se ha aplicado también en los últimos años a la elección de algunos jugadores, que luego se trasladaron a otro lugar porque el tiempo pasaba, la Via Aldo Rossi no se cerraba y la competencia daba el paso ganador. La misma situación, por último, también con el entrenador.
Rebobinar la cinta hasta el verano pasado no requiere un gran esfuerzo de memoria. Pioli estaba en las postrimerías de su carrera y, más allá de las declaraciones comprensibles a primera vista, la cosa era de sobra conocida, al igual que este año con Conceiçao. Significaba que, al tratarse de una situación esperada y no de una separación repentina, se podía empezar a trabajar en ella con cierta antelación.
Y, sin embargo, tras el habitual torbellino de nombres que han sido más o menos sondeados por el Diavolo -de Thiago Motta a Sarri, del propio Conceiçao a Gallardo y Scaloni- y sin que el nombre que encabezaba la lista de deseos de los aficionados (Conte) llegara a acercarse realmente a los rossoneri, el perfil en el que el club se centró seriamente fue el de Lopetegui. Para luego dar marcha atrás de forma sensacional -también, pero no sólo, por aclamación popular- y dirigirse a Fonseca. Seamos claros: el portugués llegó a mediados de junio, por tanto con tiempo de sobra para poner en marcha la temporada, pero antes de su nombramiento hubo bastante caos.
Doce meses después, en algunos aspectos es incluso peor. Peor porque hace un año el grupo de mando de la gestión era conocido y no iba a cambiar. Esta vez hay un director deportivo aún por oficializar y una temporada sin Europa en el horizonte. Y por eso sería necesario tener las ideas muy claras desde el principio, mientras la afición vuelve a clamar por el nombre de Conte, considerado el único perfil capaz de reconstruir desde los escombros.
En realidad, también habría ideas. La final de la Copa Italia ha actuado como detonante sobre Italiano, un nombre que, por otra parte, llevaba tiempo en la lista de los rossoneri. La fijación del Bolonia, sin embargo, indica hasta ahora que es más probable que se quede en Emilia. ¿Otros nombres? Allegri vuelve cíclicamente a estar de moda, conoce el entorno y es un buen recauchutado, pero parece que ya se ha comprometido con De Laurentiis. Esto significaría que Conte dice adiós al Nápoles, pero se dirige a la Juventus.
En resumen, ahora mismo el dominó de los banquillos es posible, incluso probable, pero no parece que implique al Milan. Por ahora, el club permanece en el escaparate, tratando de entender dónde puede colarse y cuándo, mientras que los aficionados -más allá de las esperanzas puestas en Conte- sólo piden una cosa: un entrenador de enjundia, capaz de hacer un verdadero cambio.