
Milán volvería locos a los apostadores más imaginativos y expertos. Imposible seguir el ritmo de las mil maneras del Diablo Pioliano para llegar a la portería y ganar partidos. Esta vez fue el turno de Tomori y Díaz. Pero hay – arrastre – también Ballo-Touré, Calabria, Daniel Maldini, Kalulu, y podríamos seguir con una lista de extensión generosa. Los que no esperas. Los héroes por casualidad.
¿Por casualidad? El caso puede definirse como tal cuando se trata de un hecho aislado. En el Milanello, en cambio, la historia se repite, y los que siguen considerando a este AC Milan como un equipo en perenne superación colectiva -es decir, con jugadores que metían el gol por casualidad- empiezan a enfermar.
El Milán, sencillamente, está construido a imagen y semejanza de su técnico, que en sus tres años de gestión cuenta en particular con dos grandes ventajas: haber puesto a la gran mayoría de sus jugadores en condiciones de rendir al máximo, y haber traspasado la misma parte de conocimiento a todos los miembros del equipo.
Es por eso que el Milan, no solo desde el partido de ayer contra la Juve, logró en la mayoría de los casos superar a oponentes teóricamente más fuertes y superar las numerosas epidemias que se han producido en Milanello. El partido ante la Juve fue el clásico partido ganado -más allá de los goleadores- en primer lugar por el técnico. Que se encontró sin siete jugadores y necesitaba ser leído lo menos posible por el rival. Para cambiar drásticamente al menos un par de situaciones respecto al Chelsea, tanto porque el equipo no funcionó en Londres como porque había que sorprender a Allegri.
Aparte de sorpresa. Fue una lección de táctica, con todo el respeto a los que, ante el anuncio de las formaciones, no entendieron. Gabbia y Pobega, evidentemente no considerados a la altura para disputar un partido similar desde el inicio, habían generado incredulidad y críticas preventivas entre los rossoneri.
Pero no se trataba sólo de una cuestión de intérpretes, sino de interpretación. Ese es Díaz de ancho a la derecha como parte de un sistema híbrido que proponía cambios frecuentes entre 4-3-3 y 4-1-4-1-. Y otra vez: Hernández menos delantero en el rango -un poco por elección táctica, un poco por necesidades físicas- y más centrocampista.
El compañero de Bennacer en los terrones centrales frente a la defensa, un poco constructor y un poco estorbo, para dejar a Tonali y Pobega la tarea de secar de raíz la maniobra juventus. La primera mitad terminó con una sola atajada de Tatarusanu, que es una llamada telefónica muy cómoda de Milik. Un hecho que explica mucho, si no todo.
Sí, Pioli envolvió el partido en Allegri, en todos los aspectos. El de la táctica y el de la fiereza, combinando así dos de las tres principales condiciones de salud de un equipo. El otro es el atletismo, y hay que decir que tampoco hubo competencia en este aspecto.
“Saquen cinco dueños del Milán, y vamos a ver”. Lo hemos visto, pero por otro lado Allegri es solo la última víctima ilustre de Pioli en orden cronológico. Un entrenador capaz -en la liga- de ganar dando lecciones a todos los compañeros más populares del torneo.
A Spalletti, por ejemplo, el pasado mes de marzo: Stefano mantuvo bajo a Tonali frente a la defensa y planteó a Bennacer y Kessie en línea con el lateral: 4-1-4-1 y una jugada parecida (pero no igual), con distintos intérpretes , a la de ayer.
Mourinho también pasó a perderse en la telaraña pioliana, como en octubre de hace un año: Kessie bajó entre Kjaer y Tomori al conjunto, Calabria y Theo en más percusión central que lateral, una línea ofensiva que llegaba incluso a seis hombres.
Sarri también tuvo que doblegarse a las astutas lecturas tácticas de Pioli, al igual que Gasperini: fue en Bérgamo -también en octubre de 2021- donde el técnico rossoneri empezó a ofrecer una nueva interpretación táctica en el uso de los flancos bajos, un concepto maravillosamente explicado desde bien arriba. el gol de Calabria propiciado por Hernández. El próximo paso de Pioli es claro: tenemos que ser capaces de sorprender incluso en Europa.
Hace exactamente tres años, Pioli entró por primera vez en Milanello por la mañana y salió por la tarde. El 10 de octubre de 2019, el técnico ordenó el doble entrenamiento: veinticuatro horas antes había sido elegido para dirigir al equipo en sustitución de Marco Giampaolo.
La revolución rossoneri tuvo lugar en 1096 días, el mundo de Milán se puso patas arriba en 157 fines de semana. Entonces hizo ruido la polémica social con la que fue recibido, contenida en el hashtag #PioliFuera.
Hoy es para él el coro más dulce de San Siro: “Pioli is on fire”, una reinterpretación de un hit de los 90 que se convirtió en hit de estadio (y no solo: retumbó en las discotecas, con Bob Sinclar en la consola, hasta la Laver Cup cantada por Nole Djokovic).
Desde su debut en casa con el Lecce (la ventaja rossoneri recuperada dos veces, por la decepción de los 48.703 en San Siro) hasta la lección del sábado por la noche en la Juventus, por los goles de Tomori y Brahim, una certeza del campeonato del Milán y una de las último regenerado, porque entre los méritos del entrenador también está el de saber involucrar a todo el grupo disponible: en octubre hace tres años Pioli puso los cimientos, hoy tiene las llaves de una fortaleza.
Theo llegaba como una promesa, se había quedado en el banquillo en su primer derbi milanés: prefería Ricardo Rodríguez. El adelantamiento por la izquierda lo logró Pioli. Que, manteniéndose en defensa, convirtió a Maignan en un líder, a Calabria en un auténtico capitán, a Kalulu, que llegaba del Lyon sin siquiera presencia entre los grandes nombres, gran defensor del título de Italia.
Esperó a Tonali: de promesa en la provincia a referente del Milan Rossoneri. Cosió la tricolor en el pecho de Bennacer y Krunic, que venían de descendidos con el Empoli. Él liberó la carrera de Leao, que ahora corre a toda velocidad por todos los estadios italianos: el próximo desafío, a vivir juntos, es mantener la misma velocidad en Europa.
El último experimento ganador que ha salido del laboratorio de Milanello es el 4-3-3 del sábado, explicado directamente por Pioli: “En la fase de posesión, Hernández jugaba de centrocampista con Bennacer, para dejar sitio a Leao. Quería dos jugadores para construir, Theo e Ismael, y dos, Tonali a Pobega, para contraatacar y meterse”.
Sin centrocampista ofensivo de verdad, a la espera de la mejor versión de De Ketelaere: el área es estratégica y aquí ya se había patentado Kessie, un poco mediapunta y un poco casamentera. Pioli también intuyó el potencial de Kalulu como defensor y ya no lateral y alrededor del eje central calculó la revolución: Theo no solo fuera sino también constructor de juego en el medio, Tonali no solo en modo Gattuso sino también ampliado o adelantado como en algunas tardes de la temporada pasada: en Verona, más cerca de la portería, firmó un doblete.
Pioli ganó las apuestas más difíciles: con el apoyo de Ibra levantó al Milan de la caída de Bérgamo (5-0 Atalanta) y acompañó al equipo al primer título “teórico”, el de campeones italianos pospandemia, con más puntos de todo realizado en el periodo junio-agosto de 2020. Por eso hoy las cuotas se bajan: es fácil apostar a la consagración de De Ketelaere o apostar a que podrá potenciar las cualidades de Adli.
Los partidos de entrenamiento del lunes, esos en los que participan jugadores no acostumbrados durante el fin de semana, son tan reñidos como los verdaderos desafíos: Pioli los sigue con la misma atención. De ahí los goles en el campeonato Ballo-Touré o la actuación de Gabbia ante Vlahovic.
Nunca bajar la guardia: el entrenador lo convirtió en un asunto personal. Más exigente consigo mismo (tras la victoria sobre la Juve ya pensaba en el Chelsea), y con los demás. Busque una comparación con colegas de otros deportes, más recientemente Ferdinando De Giorgi, c.t. del equipo de voleibol masculino llevado a la cima del mundo.
Pioli también es cada vez más global: ha despertado el interés de los medios y profesionales que ahora quieren profundizar en su método. El método que le permitió encender la chispa, mantenerse en llamas y hacer arder de pasión a los aficionados del Milan.