
El universo rossoneri podría completar su ronda en tres mil ciento cuarenta y nueve días: el 11 de marzo de 2014, hace 3149 días, vio por última vez los octavos de final de la Champions League. El 4-1 del Atlético de Madrid sentenció al equipo a un largo período de oscuridad, un eclipse que se prolongó durante ocho años y medio.
La luz del club podría volver pronto a brillar en la gran Europa: una victoria mañana por la noche en Zagreb acercaría los octavos de final del torneo. No es un logro matemático (repitiendo el éxito ante el Salzburgo) pero sí, según los datos, un alto porcentaje de acierto. Un empate podría ser suficiente en la última ronda.
Gerry Cardinale, un práctico emprendedor, basa el éxito de su proyecto en otros números mucho más ambiciosos: pretende aumentar las colecciones millonarias del club, explorando nuevos territorios y nuevas colaboraciones comerciales. En esencia, hacer que Milán sea cada vez más global: volver a estar entre los dieciséis primeros de Europa también es una necesidad para esto.
Cardinale había utilizado otra metáfora: “Creo que el Milan es un gigante dormido. Es uno de los clubes más populares del sudeste asiático y tiene una gran afición en Estados Unidos, lo que garantiza oportunidades de crecimiento”.
Para despertar al gigante se necesitan grandes retos, para reavivar el interés internacional por el club: más interés, más negocio, más dinero para invertir en el fortalecimiento del equipo. Un baile que se alimenta de la música de Champions.
Lo importante es no quedarse quieto, como reiteró Cardinale en una ocasión aún más reciente: “No puedes simplemente comprar un palo y quedarte quieto. El reto es sacudirlo un poco. Los clubes ahora son empresas de entretenimiento y mediante sinergias puedes tener beneficios estratégicos”. La Champions sigue siendo el mejor cóctel para llegar a la meta: es la competición la que marca las diferencias a nivel técnico pero también económico y reconocible.
El camino que quiere seguir Cardinale para volver a lo más alto del fútbol europeo pasa inevitablemente por aquí. La Champions es generosa de por sí: los octavos de final suman casi veinte millones de euros. Diez (9,6 para ser exactos) vendrían del bono de la UEFA, al que se le debe sumar la cuota del market pool (cifra que depende del número de partidos disputados en la Champions League en relación con otros equipos italianos) y la recaudación de taquilla adicional.
Por el Milan-Chelsea, último partido del grupo disputado en San Siro, el Milan recaudó 6 millones y 818 mil euros. La recaudación global (incluida la fase de grupos) ascendería a unos 60. Un presupuesto que resultaría muy útil, por ejemplo, para desatar el nudo de Leao: la renovación es un asunto enredado, pero la ganancia de la Champions ayudaría.
Además de poder garantizarle a Rafa un escenario para actuar con los mejores. Al hacer las cuentas en el bolsillo de RedBird, también se debe señalar la reciente venta de las acciones de OneTeam, una empresa estadounidense que representa los intereses comerciales de más de 10 mil atletas, lo que le ha reportado cerca de 600 millones de ganancias al fondo Cardinale.
Volviendo a Leao en cambio, será uno de los muy leales que Pioli encontrará desde el inicio en el partido de mañana por la noche. Rafa inicialmente permaneció en el banquillo con Monza, luego tomó el relevo con un gol.
El que terminó ayer fue el último de los 450 fines de semana transcurridos desde el famoso marzo de 2014: un fin de semana que no redujo las distancias en lo más alto del campeonato pero permitió descansar a algunos hombres clave.
Pioli se enfrentará al Dinamo de Zagreb con sus peces gordos: Tonali, el gigante de la medular, que hace dos días descansó. Retomará su sitio en el área de Giroud, con toda su talla. Y en defensa volverá a ser titular Kalulu, que “sobre el césped parece más grande de lo que realmente es”, según la propia definición de Pioli. La Gran Europa necesita de los grandes protagonistas rossoneri. Para luego poder apuntar aún más lejos: de Europa al mundo, como pide Cardenal.