
El nuevo San Siro es cada vez más una carrera de obstáculos. Y el futuro no está en absoluto cantado: Inter y Milan corren el riesgo de ver naufragar el proyecto de la “Catedral”. Tras la aprobación del Ayuntamiento antes de Navidad, con la obligación de aumentar el número de espectadores a 70.000, no incrementar el precio de las entradas y aumentar aún más las zonas verdes en torno al nuevo estadio de los dos equipos milaneses, se esperaba en breve la deliberación del Consejo del Palacio Marino.
Pero aún no se sabe si llegará realmente y si lo hará en el plazo fijado por el debate público, es decir, antes del 21 de enero. Y esta incertidumbre no hace sino aumentar los nubarrones sobre la cabeza del nuevo estadio.
La cuestión es conocida: el Gobierno no quiere demoler el Meazza, como planean nerazzurri y rossoneri desde el minuto uno del proyecto, por lo que la posible limitación relacional de la Scala del Calcio (como reitera el subsecretario de Cultura Vittorio Sgarbi en la entrevista de al lado), a la que podría sumarse la monumental, que se desencadenará al cabo de 70 años (en 2024), podría mandar al Inter y al Milan al desván sin apelación por más de tres años de obras.
Los dos clubes esperan confiados la decisión del Ayuntamiento, pero está claro que no pueden hacer como si no pasara nada, también porque sólo la redacción del proyecto ejecutivo sobre el barrio de San Siro, que pretendían empezar a principios de 2023, cuesta no menos de 40-50 millones. Así que poner la máquina en marcha para que se pare definitivamente es un riesgo demasiado grande. Mejor apuntar a otra parte.
De momento, el Palazzo Marino prefiere esperar a la decisión del Gobierno, entre otras cosas para no ver cómo desde Roma se da el visto bueno al Inter y al Milan. El alcalde Beppe Sala, a finales de 2022, ha manifestado claramente cuál es su postura: “El Gobierno decidirá rápidamente, por lo que el Inter y el Milan serán libres de elegir si se quedan o se trasladan”.
Por su parte, el ministro de Infraestructuras, Matteo Salvini, relanzó hace unos días el adiós a San Siro: “El Milan y el Inter ya no pueden perder el tiempo. En Sesto San Giovanni debería construirse un estadio nuevo, bonito, moderno y seguro”. Y es precisamente Sesto, y por tanto la inmensa zona donde antaño se levantaba la acería Falck, más allá del “patrocinio” del líder de la Liga Norte, la que vuelve a ser noticia.
También porque para el Inter y el Milan es obligatorio construir un nuevo estadio para aumentar los ingresos. Ya sea en San Siro o en cualquier otro lugar, Suning y RedBird nunca han dado un paso atrás. Al contrario. Como siempre han reiterado el presidente rossonero, Paolo Scaroni, y el director general nerazzurro, Alessandro Antonello. “Construiremos el estadio con el proyecto más rápido incluso fuera de Milán”, éste era el mantra de los dos clubes, sobre todo ante los retrasos burocráticos que acompañaban al proyecto firmado por el estudio Populous.
Pero lejos del histórico barrio de San Siro, ¿seguirían yendo de la mano Inter y Milan? Es difícil decirlo por el momento: lo cierto es que es sobre todo el equipo rossonero el que, a lo largo de los años, ha hecho flotar la idea de trasladarse a Sesto, pero el Suning, por su parte, nunca ha pensado en ir por libre, ni siquiera reconsiderando la hipótesis de renovar el viejo Meazza.
El futuro, en resumen, es incierto. En septiembre, los clubes estaban seguros de que el año clave para el nuevo San Siro -remodelado según las múltiples apuestas del Ayuntamiento- sería 2023, pero los primeros días de enero parecen haber cambiado los planes.
El objetivo era inaugurar las obras en el segundo semestre de 2024, jugar el primer partido en el interior de la Catedral en la temporada 2027-2028 y pasar después a la demolición del Meazza (que acogerá la ceremonia de apertura de los Juegos Olímpicos de Invierno en 2026). Ahora estos plazos parecen muy difíciles de cumplir. Y las sombras sobre el proyecto del Inter y del Milan en San Siro se alargan. Peligrosamente.