Inzaghi es la bestia negra de Pioli

En sus cuatro años en el Milan, Pioli ha ‘arropado’ a casi todos sus colegas en rivales de altura. Lo hizo varias veces con Mourinho -incluso recientemente-, con Spalletti, con Sarri, con Allegri, con Gasperini. Se podría decir que en algunos casos han sido lecciones de interpretación táctica, con jugadas sorpresa que los entrenadores rivales no han sabido remediar. Casi todos, decíamos. Sí, porque luego está Simone Inzaghi.

El Inzaghi menor -por edad- que, si se encuentra en el camino de Stefano, se hace mayor en todo. Táctica, planteamiento, preparación. El enésimo desafío de la Via Emilia vuelve a ver al Piacenza victorioso sobre el Parma, y a estas alturas ya se está convirtiendo en una costumbre.

Cinco derbies seguidos llevados a casa a lo largo de un increíble 2023, con doce goles a favor y sólo uno en contra, certifican en términos vergonzosos una superioridad de la que ningún otro entrenador puede presumir frente a Pioli.

Pero, ¿qué factores destacan más? Mientras tanto, es cierto que no hay que mirar atrás y que se trata del primer derby de una nueva temporada, pero en la mente de los que ya estaban allí era ciertamente difícil eliminar las formas en que se habían desarrollado los cuatro derbis anteriores: no simples derrotas, sino pruebas de una inferioridad manifiesta, como en este caso.

En primer lugar, empezando por el planteamiento. Por enésima vez -y aquí no hablamos sólo del derbi en concreto- el Milan encajó un gol en los primeros minutos del partido, con todas las consecuencias. Vacilación, reacción mental, reorganización rápida. Todo eso pesa el doble en un derbi. El Diavolo tenía el control, mantenía el balón entre los pies, pero el Inter perforó a Maignan a la primera embestida.

Esto se debió también a errores individuales rossoneri: la cobertura que Thiaw intentó sobre Thuram fue un craso error. Manteniéndonos en el ámbito psicológico, lo que también impactó negativamente fue la falta de reacción. Sólo hubo un puñado de minutos en torno a la media hora. Cuando el Inter volvió a lanzarla, todo el castillo se vino abajo.

Y los reservas no lo hicieron mejor: entradas impalpables, aunque con el partido ya en juego. ¿El Inter? Agónicamente furioso. En los duelos, en los segundos balones, en la tenacidad para doblar y triplicar a Leao y en blindar las incursiones de Loftus-Cheek.

El Inter, una vez más, demostró ser un monobloque de granito ante las jugadas de los rossoneri, ineficaces también porque el Milan se mantuvo decididamente estático. Las variantes tácticas, como los laterales en la línea de medio campo y los medios en la de tres cuartos, resultaban ineficaces si no había intensidad de equipo y una circulación de balón convenientemente rápida.

El Diavolo ganó inútilmente el derbi de la posesión, que Pioli en vísperas del partido tomó prestado como “dominio”, pero que a ciertos ritmos se convierte en una academia sin salida. El Milan sufrió, como en ocasiones anteriores, los frecuentes cambios de juego de los nerazzurri, algo que les expone a riesgos aún mayores si deciden despejar las bandas de sus laterales.

Noche oscura también en el centro del campo: entre los mediocentros no hubo partido. Reijnders, en particular, no apareció, y esto debe hacernos reflexionar, ya que hasta ahora había sido el mejor del departamento. Devorado por la presión de Barella. Pero Mkhitaryan también se deslizó cómo y cuándo quiso, para marcar o sugerir.

El resto, salvo la habitual astucia de Lautaro, lo hizo Thuram, que se paseó por tres cuartos de la defensa rossonera. Y aquí, en cuanto a hombres, sin Tomori y Kalulu Pioli no pudo hacer milagros: en casos así la única solución es impedir que el rival arme a sus atacantes. Prevención, en definitiva, que no se vio. El técnico rossonero habló de astucia nerazzurra, pero en el quinto derby del año habría sido legítimo esperarla de su Milan.